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Desperté de mi sueño con la interrupción de un golpeteo en la puerta. Aún somnolienta, consulté el reloj en mi mesilla: eran las 8 de la mañana. Con un suspiro, me levanté de la cama y me dirigí hacia la puerta. Al abrirla, me encontré con Luisa, una de las empleadas de la mansión.

—Señorita Dayla, el desayuno está listo y el señor Leonardo desea que baje a desayunar —Anunció con su voz amable y profesional.

—Sí, claro, bajo enseguida —Respondí, todavía bostezando y frotándome los ojos. Luisa asintió y se retiró.

Tras unos minutos en el baño, me vestí con algo cómodo, luego bajé las escaleras hacia el comedor. Allí encontré a mi padre, Leonardo, sentado a la mesa. Al verme, esbozó una sonrisa cálida.

—Buenos días, Dayla —Me saludó, tomándose un sorbo de café.

—Buenos días —Respondí con cortesía mientras me acercaba para sentarme. Pronto me sirvieron el desayuno y comencé a comer en silencio.

Leonardo dejó su taza sobre la mesa y me miró con seriedad amistosa.

—Hoy vendrán algunos familiares y amigos. Como sabes, nadie fuera de Salvatore y yo sabe que estás aquí. Por eso hoy te presentaré como mi hija y futura heredera —Explicó con tranquilidad.

—Pero aún no estoy preparada para eso —Murmuré, sintiendo la presión de la responsabilidad sobre mis hombros.

—Lo sé, pero es importante que empieces a acostumbrarte a esta idea. Cuando estés lista, podrás asumir este rol con confianza —Añadió, buscando reconfortarme con sus palabras.

Asentí, comprendiendo la gravedad de sus palabras junto con el peso que conllevaban para mi. Terminamos el desayuno en relativo silencio y luego me retiré para continuar con mi rutina diaria.

Decidí entrenar un poco para despejar mi mente antes de la celebración programada para la tarde. Las horas pasaron rápidamente y cuando salí de la ducha cerca de las 6 de la tarde, Denisse, la encargada de mi arreglo personal, ya estaba en mi habitación.

Me senté frente al tocador mientras Denisse comenzaba a peinarme y maquillarme con habilidad. Después de la sesión de belleza, me deshice del albornoz y me quedé en ropa interior mientras ella me mostraba una selección de vestidos para elegir.

Opté por uno ajustado de color azul, sin mangas y con la espalda descubierta que Denisse me ayudó a poner. Me sentí elegante y segura con el vestido puesto, consciente de que debía presentarme con la mejor imagen posible frente a los invitados que pronto llegarían.

Convertida en Mafiosa #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora