Dayla Wilson, la hija del empresario más influyente y enigmático de Seattle, lleva una vida aparentemente común.
Como estudiante de derecho, aspira a convertirse en una de las abogadas más destacadas del país. Sin embargo, tras la fachada de normal...
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2 días después
Me desperté nuevamente con Alexei al lado mía abrazándome, últimamente siempre dormíamos los dos juntos. Aunque si soy sincera, dormir lo que se decía dormir no dormíamos mucho.
Mi despertador sonó y Alexei se removió a mi lado, sus ojos se entreabrieron lentamente para después poder mirarme.
Se acercó a mí dándome un beso en la frente dándome los buenos días, se me hacía raro verle tan cariñoso conmigo, tenía entendido que él era famoso por ser una persona muy fría, sin sentimientos.
Me levanté de la cama yéndome hacia al baño para ducharme.
Entré en el baño y abrí el grifo para que saliera el agua caliente mientras me desnudaba. Me metí adentro, cerrando los ojos relajándome debajo de la ducha.
Estaba tan absorta en mis pensamientos que no me di cuenta que Alexei se había metido en la ducha, cuando me agarró por la cintura di un respingo.
—¡Joder! Me asustaste ¿Qué haces aquí?—Dije haciéndome la enfadada.
—Yo también necesito una ducha y como bien sabes hay que ahorrar agua—Dijo con una sonrisa pícara.
Rodeé los ojos.
—Mmm ya veo—Solté pensando en la excusa que me dijo.
Se acercó a mí besándome en los labios.
Apretó su cuerpo contra el mío. El deseo iba invadiendo mi cuerpo y el agua caliente no ayudaba mucho a pararlo.
Empezó a besarme el cuello y yo eché la cabeza hacia atrás para dejarle paso. Bajó su mano derecha por mi vientre hasta llegar a mi sexo. Empezó a masajearlo a la vez que con la mano izquierda masajeaba mi seno izquierdo y seguía besando mi cuello. Todo aquello era tan placentero que solté un gemido.
—Estás muy mojada—Dijo con sus labios pegados a mi piel.
—Es por tu culpa—Dije en un susurro.
Me agarró por la cintura atrayéndome hacia él.
Comenzó a besarme desesperadamente, nuestras lenguas se buscaban anhelantes y se encontraban formando una unión perfecta. Pude notar su creciente erección.
Le separé un poco y empecé a recorrer todo su musculoso torso hasta llegar a su erección. Una vez ahí me detuve, lo miré a los ojos y le sonreí pícaramente. Sin decir nada agarré su miembro entre mis manos y me puse a masajearlo.
