La perseverancia del Koi

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A pesar de haberse quitado las impurezas, todavía tengo la sensación del tacto de los yokai en mi cuerpo, es horroroso. Además, revisé mis ojos en el reflejo del agua y noto que no tengo pupila; es como si la hubieran arrancado. Conservo el color azabache de mi mirada, pero es totalmente liso y carente de brillo.
Me cambié la ropa porqué la anterior conservaba las marcas del hollín y al medio día, fui al hogar del maestro Ozawa. Sé que al provenir de una familia samurái: un clan, mi deber es proteger estas tierras aunque solo esté yo. Afortunadamente, los demás clanes no estarían interesados en obtener zonas ubicadas en los extremos de Japón; en este caso, Nagasaki, dónde vivo.

En fin, durante el camino, vi que algunas casas y caminos están rodeados de un aura púrpura, me froté los ojos para corroborar si no estoy alucinando. Esto debe ser la visión que me contó mi criada, pero pensaba que solo sería para los yokai, no todo el lugar.
Algunas personas que pasean por aquí, observan el sitio con preocupación y me explicaron que por ahí pasaron los yokai de anoche; yo no me enteré. Al menos sé dónde empezar en cuanto empiece a trabajar siendo purificador.

Al llegar a la casa del maestro Ozawa, sentí un poco de vergüenza anunciar mi llegada. Fui novio de su hija Akira hace dos años, pero resultó fatal debido a que él veía nuestra relación como un compromiso para mantener mi linaje y tener descendencia; estoy en buenos términos con ella, pero su padre me tiene un profundo rencor aunque haya sido su culpa haberle metido esa idea a Akira. En eso, salió Akira a recibirme, es tan linda como la recuerdo; hace mucho tiempo que no la veía. Me contempló con esos ojos redondos que me habían enamorado hace tiempo y su cabello corto es lacio y brillante, igual a la seda. Verla me provocaba un poco de dolor por la ruptura, pero en mi ser alberga el sentimiento de amistad y respeto que teníamos en ese entonces

  —Buen día, mi señor —saludó amablemente.

  —Sabes que tú puedes llamarme por mi nombre sin problema ¿Está tu padre en casa?.

  —No, salió de compras, pero adelante. Es bueno verte de nuevo —deslizó la puerta para invitarme a pasar.

Quité mi calzado en el pasillo de la entrada y me senté en unos de los pequeños, pero suaves cojines del salón principal. Akira muestra una actitud tímida e intranquila

  —Me sorprende que no me hayas visitado, seguimos siendo amigos después de todo —remarqué.

  —Pensaba que tú... estarías enojado conmigo por lo que pasó —contestó en tono bajo, mientras jugaba nerviosamente con su fleco.

  —Jamás estaría enojado contigo, fue tu padre el que te implicó en esa tontería acerca de nuestra relación. Eres preciosa como una muñeca de porcelana, pero eso no quiere decir que sea llteral para mí.

Sentí cómo la temperatura de mi cara aumentó, así que sin duda me sonrojé. Akira igual se sonrojó y desvío la mirada, se levantó de forma apresurada para ir a la cocina y traer una bandeja de bambú con dos pequeñas tacitas de té. El ambiente es relajante, el bullicio del exterior es leve y así nosotros pudimos disfrutar del momento sin mayor preocupación.

  —Sigues siendo tan encantador... ya que viniste y mi padre no está, te confieso que siempre te aprecié. Sin embargo, presentía que era tu accesorio o la futura madre de tus hijos. Lamenté terminar contigo porque jamás te trataste de mala manera —dijo tristemente, me remuerde el corazón verla así.

  —Hiciste lo correcto, Akira. Prefiero que te hayas alejado de mi vida, libre de presión y ataduras. Jamás pensé algo machista contigo, solo deseaba que fuéramos nosotros mismos.

  —Me hace sentir mejor saberlo, al menos seguimos siendo amigos, cómo hermanos más bien —Me entregó el té.

Mientras bebíamos, su padre entró y me miró con odio, clavando su fulminante mirada en mi ser, parece que quiere pulverizarme. Yo, únicamente lo saludé con cortesía

Ojos de Yokai (+18) #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora