Lo que acecha en el agua

43 13 3
                                    

Hemos viajado cerca de una semana; estamos en el norte del país, donde nieva y la temperatura es realmente baja. Aunque mis amigos estén cobijados y no pasen tanto frío, yo no la tengo fácil por la armadura: las placas de acero me congelan y estoy tiritando en todo momento.
Al llegar a Akita, hogar de Tomoe, decidí hacer una visita rápida. A pesar de la nieve que la cubre, la ciudad sigue siendo deslumbrante. Los puestos de comida caliente abundan y el aroma me abre el apetito. El aire es fresco y cada paso deja una huella en el manto blanco que cubre el suelo

Entré al palacio. Tomoe, vestida con ropa abrigada, me invitó a pasar

  —Es un honor que vengas a visitarme, compañero —saludó—. Lamento mucho la broma en la villa, pero pensábamos que te lo tomarías bien.

  —No te preocupes, ya lo he olvidado —añadí, temblando de frío—. Solo vine a saludar y a seguir mi camino.

  —Te invito a comer, para que te calientes un poco —ofreció con compasión—. Para eso estamos los amigos.

  —No los considero mis amigos —La interrumpí, indiferente—. Únicamente compañeros. Te agradezco la hospitalidad, pero debo continuar mi viaje a Hokkaidō.

Tomoe exhaló con resignación, acomodando su cabello con altanería

  —Si es el caso... Buena suerte, procura estar acompañado para que no te aceche una yuki onna. Pero tengo que comentarte que hay un suceso inquietante en Hirosaki; quería ir, pero esperé a que las tormentas de nieve cesaran un poco.

  —Puedo ayudarte con eso; vine en bote, así que podemos viajar por el océano sin necesidad de cruzar por las tormentas de nieve.

  —¡Maravilloso! Después de todo, somos purificadores, la ayuda y camaradería son esenciales.

Entonces, ella me indicó que la siguiera al comedor: un lugar acogedor y cálido, donde el fuego crepitaba suavemente en la chimenea, llenando el ambiente con un ligero olor a madera quemada. Nos sentamos y los sirvientes trajeron comida. Rechacé su oferta, pero ella insistió tanto que terminé siendo un invitado. No puedo negar que extrañaba la comida fresca y recién cocinada

  —En la aldea de Hirosaki hay una cueva donde recolectan agua potable. Sin embargo, tras una tormenta, quienes entran ya no salen. Ha comenzado a propagarse una epidemia extraña —detalló, su voz reflejando preocupación—. No estoy segura de si esto está relacionado con la cueva misma.
—¿Tienes alguna idea de qué yokai podría ser? —pregunté mientras comía el arroz. A pesar del hambre voraz que sentía, respetaba los modales en la mesa.

  —No, es un enigma para mí. Pero ahora que estamos los dos, será más fácil enfrentarlo —respondió Tomoe, sin siquiera mirar su plato.

  —De acuerdo —dije, acomodando los palillos sobre el cuenco vacío—. Mis amigos están esperando en el bote; podemos partir.

  —Iré por mi equipo, no tardo —se levantó y se dirigió hacia la salida.

Esperé en el jardín, mirando el blanquecino paisaje, pensando en aquella aldea y lo que está sucediendo. El aire estaba impregnado de frescura invernal y los copos de nieve caían suavemente, cubriendo todo a su paso. No conozco a todos los yokai de memoria; quizá la epidemia pueda ser obra de uno, o quizá no.
Después, llegó Tomoe con su armadura, resplandeciendo bajo la luz y me acompañó hasta la costa. Se sorprendió al saber que navegué por gran parte del país a través del mar abierto

  —¿Vamos a viajar caminando? No voy a extrañar sobrevivir en el caótico océano —comentó Jin, ligeramente molesto.

  —Aún no, viajaremos a Hirosaki con Tomoe; hay un yokai del que debemos encargarnos —informé.

Ojos de Yokai (+18) #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora