El último llamado

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Pasé un par de días descansando en mi hogar. Los efectos del poder de la yuki onna fueron cediendo, pero logré llenar de escarcha mi ropa, los edredones y hasta los cubiertos. Momo estaba como si nada; se recuperó rápido e incluso tuvo que usar un portal para traerme mi armadura, que había olvidado en la posada.
Yuriko, la pareja de mi padre, ya vive en la casa. Todo el ambiente ha cambiado desde que ella llegó; es realmente amable y bondadosa. No tendría problema en considerarla mi madrastra, aunque me causa un conflicto interno con los recuerdos de mi madre.

Esta vez, me encontraba cocinando un poco de ramen. Con la ayuda de Aiko y Yuriko, he mejorado mi habilidad en la cocina, aunque he cometido algunos errores; al menos no se quemaron los fideos esta vez. Debido al frío y a que mis manos escarchaban todo lo que tocaba, se me ocurrió beber el agua hirviendo que quedó en la olla del ramen. Al tomar un trago, los efectos de la magia gélida se desvanecieron de inmediato, a costa de que me quemé las manos, la boca y la garganta. Tuve que ir con Jin para que me cure

  —El efecto de congelamiento estaba en las últimas y decides tomar agua hirviendo... ¡Vaya quemaduras te hiciste! —Me regañó Jin.

  —Pensé que se congelaría, como todo lo demás —respondí apenado, sintiendo cómo ardía mi boca, mejillas y lengua.

Jin me alzó gentilmente de la barbilla y examinó mi boca. Aunque era cuidadoso como suele ser, se notaba frustrado por algo que desconozco

  —Perdón, fue una tontería —mumuré.

  —No estoy enojado por eso...—suspiró y volvió a su semblante amable—. Te has quemado bastante. Te pondré un ungüento, pero trata de no comer nada caliente ni siquiera tibio o te lastimarás más.

Estuve sentado sobre el cojín, esperando a que Jin terminara de preparar el jarabe. Él colocó algunas hojas de menta fresca y una cucharada de miel en un pequeño recipiente, mezclando todo con agua caliente. El aroma a menta llenó el aire, mientras que su expresión de frustración persistía

  —¿Qué pasa? Sabes que puedes confiar en mí —remarqué amablemente. Jin volteó a verme con algo de molestia.

  —Aún me debes los tratamientos anteriores. Dije en el pasado que no cobraría a un amigo, pero no tengo dinero suficiente para reponer los suministros que he usado contigo  —explicó con la mirada fija.

  —Seguramente te debo más de lo que mi padre puede costear... No te preocupes, yo me encargaré de darte el dinero suficiente; a más tardar, mañana en la mañana. ¿Sí? —rogué, juntando las manos en un gesto de súplica.

Jin cambió su expresión a una más serena, pero todavía angustiada. Intuí que no sabía equilibrar sus emociones y que se sentía mal al expresar negatividad con alguien

  —No te sientas culpable por esto. Es tu deber, ya que es tu trabajo. Te pagaré —prometí.

Jin me entregó el jarabe para que lo tomara y colocó el ungüento de aceite sobre las heridas exteriores. Ardían más que el agua caliente que bebí.
Me despedí y salí del local, sin embargo, Jin me detuvo agarrando mi muñeca. Me metió de un jalón y cerró las puertas tras de mí, apoyándome contra ellas mientras agarraba el cuello de mi yukata, jalandome para mirarlo a los ojos

  —¡¿Por qué no terminaste lo de la última vez?! Comprendo que está prohibido, que tu código y la reacción de medio mundo lo harían difícil, pero... ¡No dejes las cosas a medias! —reclamó enfurecido.

Quedé en shock por su exigencia. Nunca lo había visto así y esa intensidad me resultó increíblemente atractiva. Al instante, se soltó, mostrando indignación por sus propias acciones

Ojos de Yokai (+18) #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora