Carne de ningyo

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Para esta ocasión, será una historia alejada de Keitaro y sus aventuras por el momento; ya que contaré las graves consecuencias que ocasionan las avaras y necias acciones que una persona puede llegar a cometer.
Hace un poco más de cien años, en una zona remota de Hokkaidō, había un pescador de avanzada edad con años de experiencia trabajando en su campo; las montañas cubiertas de pinos y los valles verdes cercanos formaban un paisaje imponente. No había técnicas de pesca o incluso historias del mar que no conociera.

Una mañana, se encontraba en su bote, meciéndose suavemente con las olas, dejó la red en el agua y esperó. En la tarde, cuando la alzó, se sentía más pesada de lo habitual. Subió la carga al bote y se percató de una gran aleta dorsal que sobresalía del resto de la pesca. Se trataba de un ningyo: tenía rostro, cabello, torso y parte de los brazos semejantes a los de un humano, pero el resto del cuerpo era completamente de pez; su apariencia era horrenda.
El descubrimiento sorprendió al pescador, quien sabía sobre la catástrofe que ocasionan estas criaturas si son siquiera capturadas.

Pero el destino puede ser cruel, ya que, un poco alejado del lugar, se encontraba en otro bote un comerciante, y no uno ordinario, sino uno de peces exóticos; el cielo se tornaba gris, preludio de una tormenta. Este comerciante había obtenido especies raras que no estaban permitidas pescar ni mucho menos vender, pero era innegable para él la enorme ganancia que se obtenía. Observó la pesca del anciano desde la distancia y por ende, al propio ningyo.
Sin importarle las consecuencias, navegó rápidamente sin hacer el mayor ruido posible hacia el anciano, el cual observaba con admiración al ningyo, pero lo iba a liberar. Así que, el traficante alzó su remo y, teniendo una distancia suficiente, golpeó al anciano, dejándolo inconsciente. El comerciante subió de un salto y con una cuerda, ató al ningyo para que no escapara y se lo llevó sobre su hombro de vuelta a la costa.

En la bahía, envolvió al ningyo con una tela para que nadie lo viera y lo llevó a su hogar. Las casas de madera crujían con el viento creciente, y el olor a lluvia impregnó el aire. El hombre, aunque sabía sobre la maldición que provocan los ningyo, no le importaba en lo absoluto, pensaba que era una leyenda. Sin embargo, en ese momento, empezó a llover y la lluvia se hacía cada vez más intensa. "No importa el clima, de todos modos no tengo por qué quedarme mucho tiempo en este lugar para presenciar la catástrofe", pensó el traficante.
Dejó al ningyo sobre una mesa y lo amarró con cuerdas a la misma; la criatura se sacudía tratando de escapar, pero era inútil, las correas estaban amarradas con fuerza. El comerciante salió y, al anochecer, regresó con otras tres personas, todos empapados debido al estrepitoso clima. Los traficantes miraron sorprendidos al ningyo al borde de la muerte

  —Con razón hay un diluvio allá afuera, pero ¿Qué vamos a hacer para que los clientes crean que es carne de ningyo? —preguntó uno de los traficantes en voz alta. El ruido de la llovizna golpeaba el tejado y las ventanas, inhibía la conversación fluida.

  —Que alguien de nosotros coma un pedazo y comprobemos que de verdad nos hace inmortales. Será una prueba infalible —respondió el comerciante que capturó al ningyo.

Sin más, uno del grupo tomó un arpón y con él, atravesó la cabeza del ningyo lado a lado. Conforme la sangre se desbordaba de la mesa, los truenos retumbaron en el cielo, iluminando levemente la habitación oscura

  —¡Nadie te vio con el ningyo ¿Verdad? Si no, van a saber que fuiste tú el culpable de la tormenta! —preguntó gritando el otro de los comerciantes, sus palabras casi ahogadas por el rugido del viento.

  —¡No!... Te aseguro que no!

Aquel que tuvo la osadía de capturar al ningyo, cortó un pedazo de la cola del yokai y la mordió. Aparte del asco por comer carne cruda y viscosa, no sintió algo fuera de lo ordinario

Ojos de Yokai (+18) #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora