Mirada de pureza

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No dormí el resto de la noche a pesar de que las visiones no me afectan tanto. Todo lo que presencié sigue viniendo a mi mente, quiera o no. Parecía tan real, como si hubiese viajado a otro plano. Pero, gracias a mi padre y a estas dolorosas heridas en mis dedos, sé que todo fue falso. Al quitarme las astillas, lloré por el dolor y me quedaron moretones ensangrentados debajo de las uñas.
Mientras tanto, me quedé en mi habitación. Mis amigas Akira y Momo estaban aquí, también mi padre, sentado en el suelo, recargado en la pared; al borde de quedar dormido, pero cuidándome. Aiko no entró para no afectarla con esta escena.

Me pregunté cómo es que mi padre cambió, ya no parece estar demacrado. Pensaba en qué le pasó o qué hizo para liberarse de la corrupción

  —¿Me podrían dar espacio? Por favor, quiero hablar con mi padre —Les susurré a ambas.

  —¿Seguro? —preguntó Momo, indecisa.

  —Sí, ya no es el mismo de antes... al parecer —rasqué mi nuca con duda.

  —Si quieres hacerlo, está bien, pero estaremos aquí afuera por si ocurre algo —concluyó Akira con seriedad.

Ambas se retiraron, escuché sus pasos alejarse. Con mi codo, empujé suavemente a mi papá para despertarlo

  —¿Qué pasó? ¿Necesitas algo? —musitó preocupado y somnoliento.—

  —Tenía curiosidad acerca de qué te pasó desde aquel... incidente. Supongo que conoces a Den; ella nos contó a mis compañeros y a mí sobre las dagas y la corrupción en las personas.

  —Ah, sí, Den fue mi maestra de hecho —bostezó—. Lo que sucedió es que me corté dos chakras usando la daga para hacerme más fuerte, pero fue un gran error. Anong me ayudó a sanar, sin embargo, seguía devastado al recordar que impuse el código por encima de tu bienestar. Y en cuanto a tu madre... pensé que estaba viva y saber la verdad me destrozó.

Agachó la cabeza y frotó sus ojos con la mano; era evidente que estaba triste y lloroso, aunque lo ocultó

  —No tienes idea de lo horrible que me siento por lo que pasó —añadió con tristeza—. Hay samuráis que no tienen en cuenta el código, ya que nacimos con el privilegio de ser la clase social más alta y por ende, nadie nos impone cómo debemos ser.

  —¿Entonces por qué...? —cuestioné, un poco molesto

  —No te pongas roñoso —interrumpió, frunciendo el ceño—. Ya te había dicho que el código forma a un hombre; eso hace la diferencia entre un buen samurái y los que no lo son.

A partir de eso, mantuvimos el silencio. Mi padre, más tarde que temprano, sucumbió ante el sueño y se quedó completamente dormido, manteniendo la misma posición. Mientras tanto, yo seguía agotado, débil y con un intenso dolor de cabeza.

Pasaban las horas y mis párpados se hacían pesados, pero no quería dormir por temor a que Orochi pudiera meterse en mi mente otra vez; no quería arriesgarme, así que me mantuve despierto. La luz se infiltraba por la ventana de manera azotadora, empeorando mi irritación.
Me levanté para ir por un poco de comida; no tenía hambre, pero debía reponer energía. Salí de la habitación y vi a Akira y Momo dormidas en el pasillo. En eso, escuché un trueno en la habitación de mi padre, fue en un tono bajo, por lo que no despertó a todos. Encontré a Susanoo, aún desprendiendo estelas de rayos al teletransportarse aquí

  —Esto es terrible, supe lo de Orochi —susurró con cautela, inclinándose un poco hacia mí.

  —¿Cómo lo sabes? ¿Se presentó ante ti? —cerré la puerta para que no nos escuchen los demás—. Al menos procura entrar por la puerta, pudiste asustarnos con tu estruendo.

Ojos de Yokai (+18) #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora