Doncella sanguinaria

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════ ∘◦Akira◦∘ ════

Hoy es un día cualquiera, como ayer, anteayer y los días anteriores; hago la misma rutina que me asfixia. Incluso, aquello que me gustaba, como leer y estudiar todo tipo de tópicos, ya me aburre. Mi padre no me deja salir mucho de casa, por protección, dice él. No le creo ese cuento.

Como sea, mientras desayunaba en mi hogar, escuché el trote de un caballo afuera, así que supuse que era Keitaro y su peculiar escuadrón; la brisa matutinaby el suave calor del sol alivia mi estrés. Me asomé un poco por la puerta y me percaté de que Jin se encontraba inconsciente, recargado sobre la espalda de Keitaro. Cuando él se bajó del caballo y cargó a su amigo, pude ver que la nariz y parte de la cabeza de Jin estaban ensangrentadas.
No pude evitar la curiosidad y salí a ver. Keitaro tenía su máscara puesta, pero no dudé que tuviera una expresión de preocupación

  —¿Qué pasó? —pregunté con inseguridad.

  —En cuanto llegamos a Hokkaidō, su caballo se asustó, se inquietó, y aunque Jin intentaba controlarlo... cayó directo al suelo, pero no ha despertado todavía —respondió angustiado.

Sin más, se llevó a Jin directo con un curandero. Espero que se recupere.

Volví a mi hogar a meditar un poco en mi jardín; las flores tienen un color brillante y un aroma dulce incapaz de distraerme. Pienso en Keitaro; ha vivido todo tipo de hazañas tan emocionantes que lo envidio. Entonces, recordé cuando terminamos. Me di cuenta de que no sabía qué fue de él después de eso, cómo se lo tomó exactamente.
Decidí ir a verlo para preguntarle. Fui a su casa y me recibió la señora Aiko, que se veía un poco cansada; me dijo que Keitaro aún no volvía y en cuanto entré, ella regresó a su habitación. Me dirigí a la entrada del patio, me senté y esperé pacientemente. Más tarde, Keitaro volvió; aún tenía la armadura puesta, pero se quitó la máscara

  —¿Cómo está Jin? Se veía grave —comenté preocupada.

  —Me dijeron que va a recuperarse, pero necesitará reposo —suspiró aliviado—. Pero ¿qué te trae por aquí, Akira?

  —Tenía curiosidad sobre cómo te sentiste cuando terminamos —dije directamente.

Me miró con sorpresa y un poco de angustia; se mantuvo en silencio un momento

  —Bueno... Me rompiste el corazón. Estuve llorando por días, me frustré y deprimí, pero no te lo quería contar porque tuviste justas razones para terminar conmigo... No quería que acabara así. Sin embargo, tu bienestar es prioridad —dijo en tono bajo y decaído.

Sentí cómo se me hacía un nudo en el corazón y la garganta; quería llorar en ese instante. Soy una egoísta y cobarde. Le hice un terrible mal a Keitaro, pero a pesar de todo, jamás me inculpó o se enojó por eso.
Antes de irme, le di un abrazo y él me lo devolvió. Aunque no seamos pareja, no niego que se siente excelente volver a abrazarlo, y más porque sus brazos se volvieron musculosos y firmes

  —Lo lamento, te hice muchísimo daño, no quería... —susurré, al borde del llanto.

  —No es nada, de verdad. Somos amigos, no acabó tan mal —Me apartó con gentileza y sonrió alegremente.

Limpié mis lágrimas, me despedí de él y regresé a mi hogar. Mi padre estaba en la sala meditando; lo ignoré y entré a mi habitación.
Bajé una cajita de un estante donde tengo todos los regalos de Keitaro, la abrí y sentí una hermosa, pero triste nostalgia. Tengo amuletos de Año Nuevo, cartas y hasta flores secas que él me dio. No obstante, de entre el montón encontré una pequeña muñeca hecha de trapo. La recogí, guardé los regalos y fui al jardín a seguir pensando.

Ojos de Yokai (+18) #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora