Capítulo 2 💖

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—Venga conmigo, por favor.

La chica me sigue hasta el ascensor, lanzando miradas desconfiadas como si yo fuera a acorralarla o atacarla de alguna forma. No estoy interesado, cariño.

La puerta se abre en el último piso y salgo, asegurándome de que no vuelva a huir y entro a la oficina donde dejé a Andrea cuidando de Albert, que todavía solloza con la cara sonrojada.

Señalo al niño.

—Por favor. —le pido y ella me mira con una expresión en blanco—. Toma al niño.

Espero a que lo haga, pero simplemente frunce las cejas.

—¿Por qué?

Porque yo lo digo. Andrea se pone de pie y nos mira.

—Porque necesito que lo hagas. —pongo la palma de la mano en su espalda y la aliento a acercarse a Albert—. Creo que le agradas a mi hijo.

Insegura y mirando a Andrea, luego a mi, por fin se acerca al niño. No le sonríe, solo acaricia su cabeza castaña antes de sentarse a su lado en el sofá. Albert deja de llorar al instante y la mira.

Silencio.

Absoluto silencio.

El niño está absorto en el rostro de la chica. Ella intenta tomar la estatuilla de plástico y el niño la cede rápidamente. La boca de mi secretaria cuelga abierta de la incredulidad.

—¿Por qué ella...?

—Shh. —señalo la puerta—. Puedes retirarte.

Mi secretaria sale en silencio de la oficina mientras Albert y la señorita Steele mueven la figurilla de plástico sobre el sofá de la sala. El niño la toma en sus manos cuando ella se levanta.

—Bueno, creo que debería regresar a mi...

—¡No! Espera. Quédate, por favor. —si, estoy suplicando—. Albert ha estado un poco irritable y parece que nadie más es de su agrado.

—Oh.

Es lo único que dice. Se quita las gafas que lleva y las pone dentro de su saco gris, y se sienta de nuevo en el sofá a hablarle bajito. Albert no sonríe, solo la mira como si fuera fascinante.

Un par de minutos más tarde, Andrea vuelve a entrar con un biberón y un plato de puré para el niño que pone en la mesita. Y me sorprende ver que mi hijo lo toma y bebe la leche con tranquilidad.

Finalmente se acurruca en un costado de ella, que me mira antes de levantarlo y ponerlo a su lado en el sofá. Albert se queda dormido rápidamente.

Al fin paz.

Se pone de pie con cuidado de no despertarlo y señala la puerta de la oficina.

—Lo siento, señor Grey. De verdad tengo qué regresar a mis actividades del día.

El pánico regresa con fuerza al mismo tiempo que la chica intenta salir de la oficina.

—Te reasignaré. Haré que Vázquez te coloque aquí como asistente.

Gira para mirarme con las cejas fruncidas de molestia.

—¿Para qué? ¿Para que cuide a su hijo?

—Si.

Sale de la oficina furiosa, provocando que vaya detrás de ella en mi intento de convencerla.

—No es para eso que estoy aquí, señor. No puedo hacer esto.

—¿No puede o no quiere? —gruño—. Lo único que tiene qué hacer es estar ahí para que el niño la vea, es todo. ¿No puede hacer eso?

Su boca se abre y la furia en sus ojos azules me quemaría si pudiera.

—No es para eso que me pagan, tengo un listado de actividades de su manual de procedimientos, nada ahí dice sobre cuidar a su hijo.

La señorita Steele llega hasta el ascensor y presiona el botón repetidas veces para que la puerta del ascensor se abra más rápido.

—Pero soy quien paga tus cheques y los de el resto de los empleados en este edificio. Les digo a todos que hacer.

La puerta se abre y ella se desliza dentro, pero todavía renegando de mis órdenes.

—Estoy segura que mi contrato dice otra cosa, señor Grey. En todo caso, sería abuso de poder y podría ganar una demanda millonaria.

Carajo.

La chica es una listilla de primera y no cambiará de opinión, mucho menos lo hará si sigo forzándola. Cambia de estrategia, Grey.

—Tiene razón, señorita Steele. Por supuesto que usted tiene una descripción de sus actividades. Pero por favor, le pido que reconsidere sus opciones y considere seriamente ser mi asistente personal. Vendría bien a su currículo.

Esos expresivos ojos azules se cierran en sospecha.

—¿Me deja elegir? ¿Puedo decir que no?

—Claro.

Si me conviene...

—Entonces digo que no. —ptesiona el botón para cambiar de piso—. Los niños requieren de mucha atención y cuidado, señor Grey. Yo no tengo la experiencia necesaria.

Y la puerta se cierra.

Maldita chica.

Haría que la despidan en este momento, pero parece conocer muchos términos legales y las palabras "despido injustificado" generalmente vienen acompañadas de grandes sumas de dinero.

Mierda.

Por fortuna Albert duerme un par de horas, así que no tengo qué preocuparme por él hasta que es la hora de volver a Escala. Lo cargo contra mi pecho y lo llevo al auto, el movimiento lo hace dormir un poco más.

Pero no tengo tanta suerte después de la cena, el llanto y los gritos vuelven cuando Gail y una nueva niñera intentan bañarlo en su habitación. Los gritos me causan escalofríos.

—¿Qué carajos estoy haciendo mal? —bebo otro sorbo de mi whisky—. ¿En qué mierda me metí? ¿Cómo se supone que me haga cargo de un niño pequeño?

Me termino el vaso y voy a buscarlo a la habitación, el alcohol haciendo estragos en mi mente ya atormentada. Si no consigo hacer callar a Albert, será un infierno de nuevo.

Cómo lo supuse, el niño está haciendo una rabieta mientras las mujeres intentan vestirlo.

—¡Albert! ¡Basta ya! —gruño, frustrado pero sin querer gritarle—. ¡Albert!

El pequeño me empuja y llora más fuerte, luego se aferra a mis brazos con todas sus fuerzas y un poco de todo su cansancio se refleja en sus ojos. Y yo desearía poder hacer algo que lo haga sentir mejor.

¿Pero qué?

Hmm.

Tomo con un brazo al niño y con el otro busco el móvil en el bolsillo, buscando el contacto de Vázquez. Presiono para enlazar la llamada.

—¿Señor Grey? —balbucea después del jodido tercer timbre.

—Necesito la dirección de Anastasia Rose Steele. Ahora.

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🤭 💙✨

Señorita Steele (Versión Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora