Introducción.

4.2K 302 48
                                    

Christian.

.
.
.

Era joven y estúpido.

Bueno, tal vez estúpido no es la palabra correcta. Me había convertido en multimillonario a la edad de 21, así que tenía la cabeza en las nubes. Me codeaba con los empresarios y políticos más sobresalientes del estado, y me dejé llevar por el estilo de vida excéntrico que me mostraron.

Cuando me invitaron a este extraño club de bondage, acepté de inmediato. No porque tuviera problemas para encontrar una chica para llevar a la cama, sino por el estatus que el club representaba. Y así inició mi experiencia con las sumisas.

Leila Williams fue una de ellas. Una chica linda, pasamos casi un par de años juntos hasta que ella quiso más, yo no y lo terminamos. Lo último que supe de ella es que regresó a su ciudad natal.

O así fue hasta que tuvo un accidente automovilístico con su prometido, dejando en la orfandad a su pequeño hijo Albert Williams. Me enteré de esto cuando me contactaron de Servicios Infantiles para pedirme una prueba de paternidad, ya que mi nombre surgió en la investigación.

Mierda.

Un hijo.

Nunca quise tener hijos. ¡Tengo 27 años, maldita sea! Supongo que por eso Leila nunca me lo dijo. Me hice la puta prueba, dio positivo. Servicios Infantiles creyó que lo mejor para el niño era estar con su padre biológico y yo estaba demasiado envuelto en el escándalo para decir que no.

Entonces aquí estoy, con un infante que apenas habla, camina y necesita cuidados las 24 horas pero no tolera que ninguna de las niñeras lo toque. Una jodida mierda.

—¿Señor? ¿Quiere que llame de nuevo a la agencia y pida otra niñera? —Taylor mantiene la expresión estoica apesar de los alaridos del niño.

—Si. No. Ni puta idea. —ninguna de las niñeras parece ser del agrado del niño—. ¿Qué tan difícil debe ser encontrar a la niñera adecuada?

Jason estaciona junto a la acera frente a GEH porque, aunque el niño se empeña en seguirme a todas partes, aún tengo qué trabajar.

Me aseguro de sacarlo de su silla de seguridad y lo cargo, dejando a Jason lidiar con mi maletín, el auto y lo demás. Apenas he dado un par de pasos cuando Albert se agita en mis brazos, sollozando.

—¿Que tienes? ¿Qué pasa? —pregunto, como si el infante fuera a responder.

Se remueve tanto que decido bajarlo a medio camino de la puerta. Tal vez si camina un poco y se cansa, podría dormir una siesta de varias horas que me permita encargarme de mis reuniones pendientes.

O al menos creí que eso podría funcionar, pero Albert da apenas unos cuantos pasos antes de dejarse caer en el suelo y comenzar a llorar.

—Albert, ponte de pie. ¡Albert!

Sus sollozos crecen con mis gritos, pero me niego a levantarlo. Miro alrededor buscando a Taylor para que contrate otra maldita niñera en este preciso momento. Me rehuso a hacer una escena con el niño.

—¡Taylor! —gruño, buscando el puto móvil en el bolsillo. Debí dejarlo en el maletín.

Los gritos de Albert atraen las miradas de los empleados que entran y salen del edificio, pero nadie se acerca lo suficiente como para ayudar a consolar al infante. Solo me miran.

—Carajo.

Me inclino sobre el niño para levantarlo, pero se deja caer de nuevo sobre su trasero cubierto de pañal y grita como si el infierno estuviera cayendo sobre nosotros.

—¡Albert, basta!

—¿Si? ¿Disculpe? —una vocecita chillona me llama desde una banca cercana—. Señor, ¿Podría hacer callar al niño?

¿Qué?

La chica me mira por encima de sus gafas y señala el libro abierto en sus manos para que sepa que interrumpimos su entretenida lectura.

—Eso intento. —gruño lo obvio.

—Pues intente con más fuerza, algunos intentamos tener un par de minutos agradables.

Maldita chiquilla.

Echo un vistazo a mi reloj para darme cuenta que es la hora del almuerzo, por eso tantos empleados entran y salen del edificio, mirando mi desgracia.

—Bueno, ya que parece que eres buena para juzgar, ¿Por qué no lo intentas tú? —la reto.

Como supuse, se queda callada por un largo momento y lo declaro una victoria para mi, pero entonces exhala un suspiro de frustración al mismo tiempo que pone los ojos en blanco.

—No puedo creerlo... —murmura para ella misma—. Sólo tome al niño.

Se levanta de la banca y se acerca, Albert y yo miramos con curiosidad a la chica castaña que se inclina y lo toma por debajo de las axilas, en un movimiento rápido lo tiene en sus brazos.

Y el niño no llora.

—¿Pero qué carajos?

—Ahí, ¿lo ve? —señala al niño que la mira con los ojos muy abiertos—. Es su hijo, no uno de sus empleados. No puede simplemente ordenarle que deje de llorar, necesita contacto físico.

Estira los brazos hasta que la espalda del niño golpea mi pecho, obligándome a tomarlo. Luego gira para volver a su libro y bolso que dejó sobre la banca.

—Podría recomendarle un par de libros sobre crianza positiva, pero tal vez usted requiera a todo un equipo de especialistas. —otra mirada de fastidio—. Los niños son una gran responsabilidad, señor. No lo tome a la ligera.

Se ajusta las gafas sobre la nariz y desaparece entre el mar de gente que labora en el edificio de 20 pisos en el centro financiero de Seattle.

—¿Pero cómo se atreve? Maldita chica... —gruño cuando se ha ido, pero tengo qué admitir que de alguna forma logró que Albert dejara de llorar. ¿Cómo lo hizo?

Cuando observo a mi hijo, balbucea y agita en su pequeño puño lo que parece ser un llavero de goma en forma de pelota de playa que antes no tenía.

Buen truco.

El problema es que Albert abre su pequeña mano y el llavero cae, haciéndolo llorar de nuevo y removerse en mis brazos para que lo libere. Toda la maldita escena de nuevo.

—¿Señor Grey? —Taylor se detiene a mi lado y niega con la cabeza—. La agencia de niñeras no tiene más opciones, ¿Quiere que intente con otro establecimiento?

Carajo, si no encuentro a alguien que me ayude con el niño pronto, voy a perder la jodida cabeza.

.
.
.

Bienvenidos y bienvenidas a un nuevo universo de nuestra pareja favorita, donde muchas cosas divertidas podrían ocurrir ☺️.

(◍•ᴗ•◍) ❤

Señorita Steele (Versión Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora