Capítulo 32 💖

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He tratado de mantenerme enfocado en lo que necesito hacer para que la mudanza sea lo más rápido posible.

Con Elliot revisando la casa y detectando ligeros problemas de goteras, tomé la oportunidad de hacer renovaciones en la cocina y la sala de estar en algo seguro para Albert. Solo eso nos retrasó un par de semanas.

Carajo.

Quisiera pedirle a Andrea que se encargue de todo ella misma, o peor aún, darle mi tarjeta de crédito a mi hermana para que ella lo haga pero eso sería catastrófico para mi cuenta de ahorro.

Por eso estoy aquí, atorado de Barn & Noble con la arquitecta del proyecto que se ofreció a orientarme con la elección de muebles para la cocina.

—¿Y este? Me parece que es limpio y prolijo.

La boca de la rubia se tuerce ligeramente antes de sonreír.

—Para tu cocina me gustaría más un poco de mármol negro, con electrodomésticos plateados, algo elegante que además sea ultra moderno.

Trato de imaginar los pisos de madera y la estructura rústica de la casona, y no son el tipo de muebles que elegiría. Para Escala si, no para algo que debería ser acogedor como un hogar.

—No quiero encimeras negras, quiero algo que combine con la decoración de la sala. —y ella debería saberlo ya que lo diseñó.

Pero la rubia me ignora y chilla de alegría, acercándose a una encimera de mármol verde que parece jade. De nuevo, algo que difícilmente imagino para mí.

—¡Este me encanta! —su uña postiza recorre las vetas en color turquesa—. Grita lujo y estilo campestre más que todo lo demás.

No estoy tan seguro, pero de nuevo, no soy el puto decorador de interiores. Carajo, tal vez debí traer a Albert conmigo y dejarlo a él elegir toda la decoración de nuestra nueva casa. Si no hubiera estado tan cansado de corretear en la mañana con Raymond Steele, lo habría traído.

—¿Y sobre este? —la encimera blanca es limpia y pulcra, me recuerda a mi oficina—. Me gusta.

Gía Matteo tuerce el gesto.

—Igual que el mostrador de un hospital, Christian. No quieres eso para tu casa.

Su cabeza rubia se mueve a un lado y es entonces que puedo ver a la mujer castaña que entra a la tienda.

Mira atenta a su alrededor antes de dirigirse al extremo izquierdo donde se encuentran las lámparas de escritorio. Ana luce tan concentrada que no nota que la observo.

Me acerco sigilosamente para tener un mejor ángulo y apreciar a la molesta señorita que ha tenido mi atención por semanas. Carajo, la última vez que hablamos fue hace unos días y todavía sonrío al recordar su expresión enojada.

Entonces ella gira sobre sus pies y se detiene justo frente a mi, el estante de las sábanas y artículos de cama entre nosotros.

—¿Señor Grey?

Le dedico una media sonrisa divertida.

—Señorita Steele, qué sorpresa. No sabía que frecuentaba esta tienda. —señalo a nada en particular antes de seguir con mi acusación—. Oh, ya entiendo todo. No es una casualidad, ¿Verdad?

Sus cejas se fruncen como supuse que lo harían.

—¿Insinúa que lo estoy siguiendo? —ella tiene la prudencia de lucir ofendida.

—¿No es así?

La vergüenza y el coraje le suben a las mejillas que se tornan rojas y el gesto la hace lucir más hermosa.

—¡Por supuesto que no!

—¿Segura? Me han acosado antes, una ex sum... Sumamente insistente que se apareció en mi ático y amenazó a mi ama de llaves.

—¿Qué? —ella simplemente gira en dirección opuesta para alejarse de mi—. Qué engreído. Solo estoy aquí porque necesito una lámpara de lectura, ya que la mía se descompuso.

Es mi turno de seguirla, no pienso dejar que se escape tan fácilmente. Ahora que ya no somos jefe y empleada, podría invitarla a salir.

—Bien, es un simple malentendido, Ana. ¿Por qué no me dejas invitarte...? —mi plan se ve interrumpido por la voz chillona que olvidé que estaba ahí.

—¡Christian! ¡Ahí estás! —Gía camina hacia mi con determinación en la mirada—. ¿A dónde fuiste? Quiero que me ayudes a eligir el color de la encimera.

La cara de la chica castaña pasa de sonrojado a pálido en cuestión de segundos, su mirada moviéndose hacia la rubia en los tacones altos. Gía la mira y arquea una ceja.

—Oh, no estamos buscando lámparas todavía, la habitación principal será la última en redecorar, ¿Verdad, Christian?

Ana Steele se señala y ambos decimos al unísono:

—No trabaja aquí.

Gía parece más confundida que antes, o tal vez solo es muy buena fingiendo.

—De todas formas, me gustaría que volviéramos al asunto de la cocina y la sala, necesito que esos lugares sean confortables y cálidos.

Mierda.

Debí encargarme de este jodido asunto en la mañana, mientras todo mundo estaba ocupado en su trabajo y no importaba si alguien me veía con Gía Matteo.

—Es la decoradora. —alcanzo a balbucear, pero Ana ya está alejándose de mí.

La rubia pone su mano sobre mi hombro, pero la aparto de un movimiento y voy detrás de la chica que realmente me interesa.

—¡Señorita Steele! ¡Ana! —ella deja su lámpara sobre un estante y sale a la calle—. ¡Espera!

Tengo qué sujetar su brazo con fuerza para evitar que se siga moviendo lejos de mi y más cerca de su padre ex militar que aún podría patear mi culo en su tiempo libre.

—Ana, por favor. Es la decoradora. —ella me mira con una expresión fría—. Compré una casa. Pensé que tu papá lo habría mencionado.

Ella niega ligeramente.

—Papá no habla sobre su trabajo. Tiene un acuerdo de confidencialidad muy restrictivo que su jefe idiota le hizo firmar.

Sonrío porque ella insultándome no es algo nuevo, incluso creo que estoy acostumbrado a este ir y venir.

—Bueno, lo digo ahora. Compré una casa para Albert y para mí, ¿Te gustaría conocerla?

Sus ojos brillan antes de que una expresión triste le cambie el gesto.

—No debería, lo siento, señor Grey. Christian. —me despide con un movimiento de su mano—. Hasta luego.

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(◍•ᴗ•◍) 💙

Señorita Steele (Versión Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora