Capítulo 16 💖

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24 mil dólares.

Ella gastó todo su cheque en mi, en un puto baile que será la comidilla del club social de mi madre las próximas dos semanas.

Cuando el último chico es subastado, la pista de baile se ilumina para que todos nosotros bajemos. Elliot, siendo el descarado egocéntrico que es, es el primero en correr escaleras abajo.

—¡Mi chica es la más bonita!

La joven ya está en la pista de baile, esperándolo. Es tan joven, tal vez unos 16 o 17 años, y las poco honorables intenciones de mi hermano desaparecen con su chillido.

—¿El menos eres legal? —dice, y las mejillas de la chica se sonrojan.

—Compórtate, imbécil. —golpeo disimuladamente su costado.

Mi atención se mueve ahora hacia la hermosa chica que pagó por mi. Ella también se acerca a la pista de baile y estira su mano libre para que la tome.

—Señor Grey. —hace una pequeña reverencia—. Su pareja de baile está aquí.

¿Qué carajos?

Se acerca solo para empujar a Albert a mis brazos, lo cual amará mi jefe de relaciones públicas, pero no es lo que quiero. Tomo la delicada muñeca de la señorita Steele para evitar que se aleje.

—¿No quiere ese baile?

La chica castaña sonríe con timidez.

—Creo que es mejor si baila con Albert, le gusta estar en los brazos de su papá.

No quiero que se vaya. Quiero una excusa para poder tocarla.

—Pero él no ganó la subasta, lo hiciste tú. —luego agrego en voz más baja—. Ana, por favor.

No sé si es mi expresión, las miradas de los otros invitados o el hecho de que la llamé por su nombre, pero algo ahí funciona a mi favor y ella asiente lentamente.

—Bien.

Se acerca y apoya su mano en mi hombro, su otra mano tocando la espalda de Albert que permanece entre nosotros. Un baile de tres, será entonces. Mi brazo libre se enreda en su cintura, acercándola a mi pecho.

—Christian... —dice en un suave suspiro.

—Ese soy yo.

La orquesta comienza a tocar una balada lenta que invita a los participantes de la subasta a moverse. Si no fuera por los pequeños chillidos de felicidad de Albert cada vez que giramos, podría decir que estamos prácticamente solos.

Las mejillas de la señorita Steele están tan rojas como su vestido y sus ojos azules evitan mirarme.

—¿Por qué gastó su dinero en mi? —la curiosidad es fuerte.

—Era lo correcto. —dice, y añade rápidamente—. Papá dijo que debía donarlo a la causa, ya que en realidad está es una fiesta y usted pagó por todo mi atuendo. Estoy contribuyendo a la sociedad.

Claro.

—Entonces, ¿No se debe a qué piensas que soy atractivo?

El color rojo profundo en sus mejillas es la respuesta. Ajá. No le soy indiferente como creí, o al menos se siente atraída a los humanos guapos.

Mis dedos se clavan un poco más en su cintura con cada uno de los giros y las ganas de tocar su piel desnuda crecen. ¿Será tan suave? ¿Cálida? ¿Húmeda?

—¡Papá! —chilla Albert palmeando mi rostro para que lo mire—. ¡Comer!

Señala con su dedito hacia las mesas, donde los camareros están sirviendo el primer platillo de la noche. Mis padres derrocharon en una cena de primera, esperando que las aportaciones fueran grandes.

Creo que lo lograron.

—Oh, ven aquí, bebé. Te llevaré. —la señorita Steele toma a Albert en sus brazos, pero la detengo.

—No hemos terminado de bailar.

Me dedica una pequeña sonrisa.

—Creí que era mi trabajo cuidar de Albert para que puedas divertirte esta noche, Christian.

¿Está huyendo de mi?

—Bueno, regresaste el dinero al donarlo a mis padres así que técnicamente no te pague para ser niñera esta noche.

Y podemos seguir bailando, si consigo que Mía o Grace se encarguen del niño por un par de minutos.

La necia niega con su cabeza.

—Aún creo que soy la persona idónea para alimentarlo.

No espera mi respuesta, gira sobre esas bonitas zapatillas y se dirige de vuelta a nuestra mesa con Albert en sus brazos. Doy algunos pasos para seguirla, pero una mano me sujeta del brazo con fuerza.

—¿Puedes creerlo? Esa estúpida rubia lanzó su copa sobre mi para que tu empleada ganara. —Elena me arrastra de vuelta a la pista con ella.

—¿Estúpida rubia? Es mi hermana. —me quejo. Podría ser distraída, pero jamás estúpida.

—De todas formas. —me ignora mientras nos hace girar con otra balada—. Creo que le pagas demasiado a esa chica si puede costearse un vestido como ese.

Eso capta mi atención lejos de la señorita Steele y Albert. ¿Le pago demasiado? No voy a discutir ese asunto con ella.

—Es mi niñera y el niño la adora. —justifico, porque es lo único que me importa.

—Solo porque ese pobre bebé perdió a su madre. —sus manos liberan mis brazos y se posan sobre mi pecho—. El pequeño Franklin necesita una figura materna en su vida, Christian.

Mis cejas se fruncen instantáneamente.

—Su nombre es Albert. Y si, creo que extraña mucho a su madre y la presencia de su niñera le hace bien.

Las uñas se clavan ligeramente en la tela de mi traje.

—Tu hijo no necesita una niñera, necesita una madre. —levanta la mano lentamente para tocar mi mejilla con su manicura francesa—. Alguien que sea una presencia constante y lo ame tanto como ama a su padre.

Mis ojos se mueven a la chica castaña y al infante en su regazo, tomando palitos de zanahoria y sorbos de jugo de naranja. Ella me mira con el ceño fruncido y gira la cabeza cuando Elena acaricia mi cara.

—Piénsalo, Christian. Tal vez formar una familia no estaba en tus planes inmediatos, pero el dulce Robert merece una oportunidad para ser feliz. Con su padre y una madre cariñosa que lo dé todo por él.

Antes de que pueda girar mi rostro hacia ella, aparto su mano y asiento, porque tiene toda la razón en esto.

—Estoy de acuerdo contigo Elena, Albert necesita una madre. Ahora, si me disculpas, tengo algo qué hacer.

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(◍•ᴗ•◍) 💙

Señorita Steele (Versión Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora