Capítulo 1 💖

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Es un maldito infierno.

Albert grita más fuerte mientras agita la escultura de plástico que Andrea le dió como si fuera un juguete. No funciona. Los gritos del niño están a punto de sacarme de quicio.

—Señor, ¿Quiere que solicite a una persona en los anuncios clasificados? —la mirada angustiada de mi secretaria no es alentadora.

Carajo, estoy tan desesperado que podría decir que si.

—Claro, ¿Por qué no? Podríamos tratar con una desconocida... —un momento. La imagen de la mujer que sostuvo a Albert viene a mi mente.

¿Podría ser de utilidad? Ella ya trabaja aquí, debería ser fácil de localizar en la multitud de empleados y mi desesperación está llegando a niveles alarmantes.

Me pongo de pie y le hago una seña a mi secretaria.

—¿Podrías quedarte con el niño un momento? Necesito bajar a la oficina de personal.

—Si, claro señor. —Andrea mira de uno al otro—. Puedo hacerme cargo del pequeño Albert.

El infante emite otro alarido cuando la rubia intenta tocarlo, así que retrocedo lentamente hasta la puerta antes de que él comience con una rabieta.

Apenas estoy en el pasillo de mi oficina, trato de poner en orden mis ideas. Bien, Grey. ¿Qué necesito para localizar a esta misteriosa mujer?

Tomo el ascensor hasta el cuarto piso donde se ubica la oficina de recursos humanos y camino entre los cubículos, algunos de los empleados mirándome con curiosidad.

Golpeo la puerta de Timothy, el jefe de recursos humanos y entró sin esperar una respuesta. Está sentado en su escritorio, tecleando en la computadora, gira para mirarme rápidamente.

—Señor Grey, buenas tardes. —balbucea—. ¿A qué...? ¿En qué puedo ayudarlo?

Carraspeo un poco antes de soltar la idea ridícula en mi cabeza.

—Si, señor Vázquez, necesito su ayuda para localizar a una chica. Una empleada. —obviamente—. No conozco su nombre, pero debe ser nueva puesto que no la había visto antes.

La expresión de Tim pasa de la confusión a la sorpresa, luego a la vergüenza cuando asume de manera incorrecta las razones para localizar a la chica.

—¿Es esta chica especial? —pregunta, y mis cejas se fruncen—. Es decir, ¿Hay algo particular en ella?

—No. Si. —mierda, ¿Qué se supone que diga? ¿Que hace callar al niño?—. Es castaña.

Levanto mi mano y señalo con torpeza a la altura de mi nariz para enfatizar su altura porque podría ser un dato de su currículo.

—Piel blanca, llevaba gafas y era pequeña.

Vázquez hace un ligero movimiento con la cabeza hacia un lado, como si intentara recordar.

—Bueno, en realidad no hay muchas mujeres castañas en la empresa. ¿Y joven? Tal vez un nuevo ingreso.

Se inclina sobre la computadora y da un par de clicks, pero la negación de su cabeza es un mal presagio.

—Lo siento, Señor Grey. Mi base de datos no es capaz de filtrar a las mujeres castañas. —presiona los labios para evitar reirse.

—Pero tiene fotos de todos los empleados, ¿No?

Después de todo, su departamento hace cada puto gafete que se utiliza para ingresar. Sus cejas se arquean de incredulidad.

—¿Quiere ver las fotos de los 350 empleados?

—Si. —gruño al inútil—. Solo la mitad son mujeres, y un tercio de esa cifra corresponde a la edad de la mujer que busco. Eso es menos de 350 fotos.

Timothy hace un gesto con la boca, pero me muestra las fotografías de todos los empleados, saltando a todos los hombres y las mujeres rubias, descartando también a las de edad adulta.

—¿Es alguna de ellas? —señala la pantalla—. Si es realmente joven, podría ser una becaria.

¿Becaria? ¿Las chicas que contratamos como ayudantes? ¿Las del fondo de la cadena alimenticia empresarial?

—Quiero verlas.

Vázquez me mira por un breve momento, antes de dar otro par de clicks aquí y allá en la carpeta donde guarda la información de los becarios. Una cuadrícula de fotos se despliega en la pantalla.

—¿Alguna de ellas? —al menos seis chicas cumplen con los requisitos que busco—. Algunas son realmente lindas.

Maldito idiota. Podría jurar que piensa que busco un ligue de oficina, pero no estoy buscando una demanda de acoso laboral. Esto es estrictamente profesional.

Necesito una niñera, ella lo será.

—Ella. —señalo a una chica con un flequillo—. ¿Quién es?

Su nombre se encuentra en la parte baja de la fotografía.

—Anastasia Rose Steele. —lee Vázquez—. Está asignada al segundo piso, en archivo.

Por supuesto.

Palmeo el hombro de Timothy antes de salir de ahí y dirigirme al ascensor, esperando que Andrea tenga la paciencia suficiente para entretener al niño unos pocos minutos más. Juro que podría aumentarle el sueldo después de esto.

El piso del archivo es un lugar tranquilo, lleno de oficinas, cubículos y por supuesto, estantes metálicos que resguardan toda la información y transacciones de las empresas de los últimos cinco años. Eso es mucho material para archivar.

Me muevo entre las paredes de madera de los cubículos hacia el fondo, atrayendo las miradas de algunas becarias. No estoy aquí para saludar, necesito encontrar a mi nueva niñera.

Al final del pasillo distingo a la chica. Lleva los brazos cargados de carpetas que introduce en un estante, tan concentrada que ni siquiera nota que me acerco.

—¡Ana! —grita una de las chicas que pasé. La chica está absorta en sus pensamientos—. ¡Ana!

La llaman de nuevo, está vez ella voltea en mi dirección. Me mira y sus ojos se abren de asombro mientras recorro los últimos metros que nos separan.

De pronto ella gira sobre sus talones y se aparta del archivero sin cerrarlo, y caminando en sentido opuesto a mi, tan rápido que creo que está huyendo.

¿Está huyendo?

¿De mi?

¿Qué carajos?

—¡Señorita! —ella no se detiene—. ¡Señorita Steele!

Acelera sus pasos casi obligándome a trotar detrás de ella, lo que hago sin ningún esfuerzo debido a mi magnífica condición física.

—¡Señorita Steele! —grito.

Ella se detiene cuando la acorralo pero no voltea. Luego lo hace tan lentamente que creo que teme de mi.

—¿Estás huyendo? —es lo primero que sale de mi boca.

—¿Me estás persiguiendo? —replica.

—Si. —respondo con honestidad.

—Entonces si. —dice, y presiona los labios—. Usted debería ser el primero en seguir las reglas de la empresa, señor. Y estoy segura que leí en el contrato que estaba prohibido correr en los pasillos.

¿Qué?

—Estoy seguro, señorita Steele, que también hay una regla sobre evadir al jefe.

Ella levanta la cabeza más alto e inclina el mentón con un gesto arrogante.

—Usted me seguía y gritaba. ¿Debo llenar una queja en recursos humanos?

Mierda.

La poca paciencia que me quedaba se está agotando rápidamente.

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Señorita Steele (Versión Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora