Capítulo 7 💖

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Debo haber perdido la jodida cabeza. Y eso que la señorita Steele ha sido oficialmente la niñera de Albert por apenas 7 horas.

Estoy en el infierno.

Observo a los trabajadores de mantenimiento mientras sacan mi mesa de café de cristal fino de la oficina, el espacio que antes era una sala ahora es un jodido jardín de infantes.

—Carajo. —repito por milésima vez en el día.

La señorita Steele levanta la cabeza de dónde está, sentada frente a mi escritorio con Albert en su regazo mientras garabatea sobre hojas blancas que Andrea le facilitó.

—¿Quiere dejar de decir eso? El niño podría creer que es una palabra adecuada para él.

Carajo.

—¿De verdad es necesario todo esto?

Mi oficina luce desolada e informal con el piso de plástico de colores y la alfombra con una autopista que Taylor consiguió quien sabe dónde. Mi reputación de empresario acaba de descender drásticamente.

—Si, su hijo quiere estar cerca de usted, puesto que es la única familia que le queda. —dice, supongo que intenta motivarme pero no funciona—. Además, tiene una sala de juntas, seguro puede celebrar ahí sus contratos.

—No es lo mismo. —me quejo.

La invasión a mi privacidad es un elemento importante, pero el ruido que genera Albert cuando hace una rabieta es muchísimo más molesto, y estoy llegando a momentos desesperados.

Observo a la señorita Steele poner los crayones de Albert en la caja, dejando solo uno en su pequeña mano y poniendo el resto de las hojas a un lado. Luego mira la hora en su reloj de pulsera.

—Bueno, mi primer día ha terminado.

Besa la cabeza de Albert y lo deja en la silla, toma el bolso del respaldo antes de levantar su mano.

—Debería irme, buenas tardes, señor Grey.

¿Qué? ¿Se va? ¿Me deja solo con el niño?

—¡Señorita Steele! ¡Espere! —la chica se detiene y eleva una de sus cejas—. Yo... Emm... También estaba por irme, estoy seguro que podemos llevarla a casa.

Ella me mira por largos segundos antes de asentir, lo que me permite correr de vuelta al escritorio a tomar el saco, el móvil y al niño. No la estoy dejando ir tan rápido, mis oídos no lo soportarían.

La incredulidad en su expresión es igual a la de Andrea y su asistente, y la de casi cualquier otro empleado que nos encontramos en el camino. Solo Taylor permanece inexpresivo cuando salimos por la puerta principal de GEH.

—Al apartamento de la señorita Steele. —ordeno, poniendo a Albert en la silla del auto entre nosotros.

Cómo cada vez que ella está cerca, el niño la mira con absoluta fascinación estirando su brazo para mantener el contacto físico con ella, lo que me lleva a pensar en lo mucho que Albert necesita a su madre.

Pero una niñera no es una madre, y la sola idea del matrimonio me causa irritación en toda la piel.

Taylor estaciona afuera de su edificio, y abro la puerta sin darle tiempo a que se despida. Necesito aprovechar cada segundo que pueda estar cerca de ella por el bien del niño.

Lo tomo de la silla y le hago una seña a la señorita Steele para que camine, ella me mira con ojos entrecerrados.

—¿Que hace? —dice la grosera chica.

—Somos un par de caballeros —remuevo a Albert en mis brazos—. Y la acompañaremos a su puerta.

—¿Por qué?

Maldita chica desconfiada.

—Porque si. Porque lo digo yo y porque es lo correcto.

Su mirada de sospecha no cambia mientras la seguimos por las escaleras hasta su puerta, pone la llave rápidamente en la cerradura y la empuja.

—Bueno, llegué. ¡Buenas noches!

Intenta cerrar la puerta pero atravieso la punta de mis zapatos italianos, arriesgándolos al daño por unos minutos más de tranquilidad.

—¡Annie! ¡Señor Grey! —la alegre voz del señor Steele interrumpe nuestra lucha y abre la puerta para mi—. Gracias por traer a mi hija a casa.

Hago un leve asentimiento.

—El placer es nuestro, señor Steele. Sabe lo peligroso que son las calles estos días.

Los ojos azules juzgadores se entrecierran de nuevo y hace una mueca de molestia.

—Hola campeón. —sacude la cabeza de Albert—. ¿Cuidaste de mi hija?

La señorita Steele gruñe algo que no alcanzo a entender y gira sobre sus talones, yendo por el pasillo hacia las habitaciones. Tal vez debería irme y dejarla descansar, pero Albert tiene otros planes.

—¡Ray! —chilla.

Estoy pensando que es lo único que el niño puede decir.

—Ese soy yo. —le sonríe.

Está a punto de tomar al niño en brazos cuando la chica vuelve, llevando el cabello recogido en un moño y sin sus gafas.

—Papá, el señor Grey tiene qué irse ahora.

¿Está corriéndome?

—Podría quedarme algunos minutos. —mi ceño también se frunce.

—Pero es tarde, y Albert querrá un baño antes de la cena. —replica.

—Unos minutos más de convivencia no le hacen daño a nadie.

Sus cejas se arrugan y gruñe mi nombre, no de un modo sexy como estoy acostumbrado.

—¡Señor Grey!

—Señorita Steele. —le sonrío en respuesta, mi atención moviéndose al televisor—. Oh, ¿Es ese el juego de los Mariners de esta noche?

El niño estira sus brazos hacia Raymond Steele, que lo toma con una gran sonrisa y mirada nerviosa a su hija. Es obvio que ella está molesta, pero no puede resistir el encanto de un Grey.

—Si, segunda entrada. ¿Le gusta el béisbol?

Todo sea por más minutos de silencio, un Albert cansado y molestar a la grosera señorita Steele hasta que deje de desafiarme.

Les dedico mi mejor sonrisa.

—De hecho, soy un gran fan de los Mariners gracias a mi padre. ¿Les gustaría una pizza para la cena? Va por mi cuenta.

Dejo de mirar a la niñera cuando sigo al señor Steele y a Albert hasta la sala, pero escucho sus pasos furiosos por el pasillo y luego la puerta de la habitación se cierra de golpe.

Oh, no. ¿Frustré sus planes?

Nadie le gana a Christian Grey.

Nadie.

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(◍•ᴗ•◍) 💙

Señorita Steele (Versión Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora