Capítulo 38 💖

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La llevé a su apartamento, la besé con fuerza, y regresé a casa sin atentar contra su inocencia. Y su padre aún no intentará matarme mientras duermo.

Aunque tal vez eso cambie esta noche.

Es oficialmente nuestra tercer cita, y estoy casi seguro que es aquí donde las cosas se ponen más serias y pasamos a lo físico. Esta vez cuando vaya a dejarla, aceptaré su invitación a entrar al apartamento.

Termino de abotonar la camisa negra y los jeans oscuros, tratando de cambiar mi apariencia para la cita de esta noche.

La cita que planeé hoy en el museo de arte pop será una experiencia divertida y única, justo como la chica que pretendo impresionar. Y si juego bien mis cartas, podría estar formalizando lo que sea que es esto de una vez por todas.

Salgo de mi habitación y me detengo junto a Albert en la sala, que juega con su persona favorita a lanzar autos de juguete por todo el piso.

—Albert, no los lances o podrías pisarlos. —le dedico una mirada dura que rápidamente cambia a una sonrisa—. Come tu cena y ve a dormir temprano. Regresaré tarde.

No me pierdo la mirada de ojos entrecerrados de Raymond Steele, sobre todo porque sabe que estoy saliendo con su hija esta noche, pero él no necesita saber cada detalle. Solo Andrea porque ha revisado todos los planes conmigo.

Beso la cabeza castaña de mi hijo y voy directo al porche. Taylor debe sentir mi estado de animo ansioso porque ya tiene el auto encendido y la puerta abierta para mí cuando me acerco. Omito repetir por quinta vez las instrucciones y dejo que me lleve hasta mi destino.

En esta ocasión me estoy encontrando con Ana en el museo, mencionó algo sobre impresionar demasiado a su compañera de piso y por eso no puedo recogerla ahí. Por fortuna, llegar a la quinta avenida solo toma un par de kilómetros.

No espero a que Taylor abra la puerta y bajo, encontrando a Anastasia justo en la entrada del edificio.

—¿Cuál es el asunto con los museos? —señala detrás de ella—. No me parecía que fueras de ese tipo.

—¿Del intelectual?

Sus bonitos labios se fruncen en una pequeña mueca.

—Del tipo que se obsesiona con figuras de Hollywood y el entretenimiento.

Es mi turno de hacer un gesto de cejas arrugadas.

—Puedo ser muy entretenido, señorita Steele.

Ella se ríe de mí, lo que corrobora que además soy gracioso. Justo como ayer, presiono mi mano contra su cintura y la llevo dentro del museo, mirando y deteniéndonos ocasionalmente para mirar las esculturas como la del torbellino de guitarras.

—Vaya, eso es impresionante. —su cabeza se levanta para mirar la parte superior.

—Lo es. Pero estoy seguro que podrías encontrar otras cosas más impresionantes.

—¿Cómo qué? —pregunta la siempre curiosa.

—Como yo.

Anastasia pone los ojos en blanco, pero me sorprende cuando toma mi mano y prácticamente me arrastra hasta la próxima sala. Un poco más de lo mismo, todo brillante y llamativo para ella.

—¿Hoy también hiciste que tu secretaria les mintiera? —pregunta de pronto.

—Tal vez. No lo sé. —echo un vistazo al espacioso salón—. ¿Deberíamos planear una gala de beneficencia aquí?

Ella golpea mi hombro con su delicada mano.

—No quiero si vas a volver a subastarte, perdí mucha plata esa noche.

—Bueno, te aseguro que valgo más de 24 mil dólares. —le dedico mi mejor sonrisa—. Y qué te parece si, para variar las cosas un poco, te subastamos a ti.

Me mira con molestia por unos segundos antes de poner los ojos en blanco y continuar por el pasillo hacia la siguiente exhibición. Su expresión me hace reír y me doy cuenta de cuanto disfruto de su compañía.

—¡Oh, vamos! Pagaré por ti, tengo mucho dinero. —digo, y Ana detiene sus pasos para enfrentarme.

—Preferiría unas vacaciones en la playa antes que ser mostrada como un pedazo de carne.

Eso tiene solución.

Hago una nota mental sobre pedirle a Andrea que investigue sobre las mejores playas para vacacionar y comience los trámites legales para los pasaportes de todos. Quién sabe, mi próximo viaje podría ser un lugar romántico para dos.

Cuando miro en dirección a Ana, ella ya se ha adelantado y detenido frente a los vestuarios del último concierto de una legendaria banda de rock, lo que significa que el recorrido está por terminar.

—¿Este paseo incluye una cena? —su cabeza gira a ambos lados—. ¿Te gustan los lugares extravagantes para tomar tus alimentos?

Graciosa.

—No. Y no. En realidad será a la antigua y Taylor tendrá que conducir hasta el restaurante que tiene nuestra reservación. —sus labios se fruncen—. ¿Decepcionada?

—Ansiosa. —la escucho susurrar.

Decido que hemos tenido suficiente y me acerco a ella para tomar su mano, lo que hace diligentemente y me permite sacarla del edificio. Su mano se aferra a la mía incluso cuando ambos subimos al auto.

Podría creer que lo estaba imaginando, pero sé que no cuando ella me mira y muerde su labio inferior en un gesto seductor. No estoy interpretando mal las señales, ella está haciendo todas las insinuaciones correctas.

Y como soy un buen entendedor, apoyo mi mano en su mejilla y la beso. Primero lento, suave. Pequeños besos que la hacen sonrojar y lanzar miradas avergonzadas hacia Taylor. Es mi labor volver a besarla para distraerla de pensar en él.

Y lo hago lo mejor que puedo hasta que el auto se detiene y Jason carraspea fuerte.

—Hemos llegado, señor Grey.

No se baja del auto, solo me lanza vistazos rápidos por el retrovisor para que me dé cuenta que llegamos al restaurante, no recuerdo el jodido nombre porque justo ahora la sangre está en otra parte de mi cuerpo.

—¿Christian?

El rostro de Anastasia, sonrojado y con labios hinchados me recuerda lo que estábamos haciendo. No quiero renunciar a eso tan pronto.

Lo único que se me ocurre en el momento es tocar el hombro de Jason para que preste atención.

—Baja del auto.

—¿Señor? —sus cejas se arrugan en confusión.

—Que bajes del puto auto, dije. Danos un momento.

Me pareció ver un ceño fruncido antes de que bajara y cerrara la puerta del conductor con cuidado. Lo veo caminar hasta la puerta del restaurante.

Ana me mira con sus grandes ojos azules brillantes de excitación.

—Nena, he perdido el apetito por la cena, pero te lo pregunto. ¿Quieres cenar aquí o quieres ir a mi apartamento?

Le toma dos segundos darme una respuesta.

—Tu apartamento. Ahora.

Carajo, si.

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Señorita Steele (Versión Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora