Capítulo 3 💖

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1a. Avenida, número 1925
Apartamentos Livingstone Baker.

Lo tengo.

Y es una completa locura el hecho de que esté aquí, afuera de su edificio y pensando en la forma de presionarla para que acceda a ser la niñera de Albert a tiempo completo. Y ni siquiera sé por qué la chica corre en la dirección opuesta apenas me ve.

Echo otro vistazo a Taylor, recargado en el Audi y vigilando el perímetro, Albert en mis brazos comiendo una barra de chocolate que sé perfectamente que es un error, pero parece lo único que puede calmarlo.

Vamos, Grey. Hazlo ya.

Me aliento, decidido a entrar al edificio. El apartamento 2A aún tiene las luces encendidas y el sonido bajo del televisor me indica que la señorita Steele aún está despierta. Solo espero que tome de buen humor mi visita.

Golpeo su puerta y espero, entonces ella abre lentamente y me mira.

—Buenas noches. —digo, y la puerta se cierra de golpe en mi cara.

¿Qué carajos? Supongo que no está buen humor. Estoy a punto de tocar de nuevo cuando la voz de un hombre se escucha por encima del televisor.

—¿Annie? ¿Quién era? —pregunta; un novio, tal vez.

—Equivocado.

¿Qué?

Golpeo la puerta de nuevo con más fuerza, un poco más molesto ahora por la actitud descortés de ella. La voz se escucha de nuevo.

—¿Quieres que yo abra la puerta?

—No. —escucho su voz chillona.

—¿Segura? —toco con más fuerza—. Porque alguien está ahí.

—Ignóralo.

¿Cómo jodidos se atreve a ignorarme? No pienso irme sin hablar con ella. Antes de que pueda derribar su puerta a patadas, se abre y un hombre mayor me mira de arriba a abajo.

Al menos es amable cuando saluda.

—Buenas noches, señor. ¿Puedo ayudarlo?

—Buenas noches, estoy buscando a la señorita Steele.

La chica está de pie detrás del hombre, llevando una ridícula pijama de franela en tonos pastel y pone los ojos en blanco antes de acercarse.

—Señor Grey, estoy segura que esto califica como hostigamiento.

El hombre arquea las cejas.

—¿Te está molestando, Annie?

Ahora yo lo ignoro para responder a la descortés mujer.

—No pretendo molestarla, señorita Steele. Solo necesito hablar con usted un momento.

—¿Sobre trabajo? —pregunta rápidamente—. Mi turno comienza mañana a las 8, buenas noches señor Grey.

Intenta acercarse para cerrar la puerta, pero el hombre interviene.

—¡Annie! ¿Qué está pasando?

¿Quién carajos es este maldito hombre?

—Solo un momento, por favor. —suplico, moviendo a Albert en mis brazos para intentar conmoverla.

Ella niega con la cabeza.

—Considere esta reunión improvisada como tiempo extra, señor Grey. —gira un poco para mirar al hombre—. Este es mi jefe, el señor Grey, papá.

Papá.

Bien, puedo continuar con eso. El señor Steele me guía hasta la sala para que tome asiento y él se sienta enfrente, su hija de pie a un lado. Apenas sus pequeños pies tocan el suelo, Albert se lanza hacia la mesita de café.

—¡Albert, no! —el niño alcanza un florero de plástico e intenta agitarlo.

La chica frunce las cejas pero su padre sonríe y señala la cocina de su apartamento.

—¿Una taza de café, señor Grey?

Yo asiento por cortesía, mientras su hija niega con la cabeza rápidamente.

—No, papá. El señor Grey tiene que irse, tan pronto como diga qué hace aquí. —mira sobre su hombro el reloj en la pared—. Y lleguemos a un acuerdo sobre este tiempo extra.

Graciosa.

Miro a mi hijo sin saber cómo comenzar a explicarle a esta mujer que parece tener algún tipo de encantamiento sobre el niño y que la necesito. Albert. Albert la necesita.

—Comprendo que usted está en mi empresa como becaria, señorita Steele, y que tiene actividades asignadas. Y no se lo pediría si no fuera una situación delicada, pero realmente necesito una niñera para mi hijo. Y usted es la única a la que deja que lo toque. —no entiendo por qué, con lo grosera que es—. Así que quiero ofrecerle el puesto, con su respectivo aumento de sueldo.

El señor Steele se detiene a medio camino con ambas tazas en las manos y mira a su hija con ojos muy abiertos.

—No se trata del dinero, señor Grey. —ella resopla—. Bueno, en realidad si lo es porque necesito pagar mi préstamo universitario, pero no voy a quedarme en su empresa mucho tiempo. Quiero trabajar en una editorial, no ser niñera

—Al menos de forma temporal, mientras encuentro a una niñera adecuada que Albert acepte.

Espero en silencio a que la señorita Steele tome una decisión, o que pueda pensar un poco en la situación tan complicada en la que me encuentro.

Y agrego una ofrenda de paz.

—Si hace esto por mi, yo mismo escribiré una carta de recomendación para la empresa que usted requiera, solo... Por favor.

Ella evita mirarme por un largo tiempo, pensando en lo que le estoy pidiendo. Cuando sus preocupados ojos azules se mueven sobre mi hijo, comprendo por qué él la necesita a ella. Solo a ella.

—Albert extraña mucho a su madre y usted se parece mucho a ella. —castaña, pequeña, ojos claros. Leila y la señorita Steele parecen hechas con el mismo molde.

Me pregunto si Albert recordará algo de Leila cuando sea mayor. Probablemente recuerde más de esta mujer o de niñeras posteriores que de su madre.

Carajo, eso sin duda requerirá terapia.

—Bien. Lo haré. Por él. —lo señala—. Por los dos meses que me restan en su empresa.

—Bien. —concuerdo.

—Bien. —agrega el señor Steele, haciendo obvia la incomodidad del momento—. Aquí está su café.

El hombre se acerca a la mesita a dejar mi taza, que tomo rápidamente para que Albert no la derrame y deja otra en las manos de su hija. Luego se acerca a tocar el cabello castaño de Albert.

—Hola, campeón, ¿Cómo estás? —el niño lo mira con curiosidad—. Supongo que ahora escucharé mucho sobre ti. Por cierto, soy Ray Steele.

Estira su mano hacia mi para que la estreche, presentándonos oficialmente. El momento se ve interrumpido por el primer sonido de Albert que no es llanto o un grito:

—¡Ray!

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☺️💙✨

Señorita Steele (Versión Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora