Capítulo 5: Oscuro deseo

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Brianna

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Brianna

Hasta ese momento, Leksa mantuvo su mirada fija en la ventana. No dijimos nada más, por lo que un silencio incómodo se instaló en la habitación.

El estómago me aleteó por su confesión, a pesar de solo ser suposiciones de esta.

¿Y si me estaba tomando el pelo?

Aleksandra era conocida por sus oscuras y crueles bromas a los profesores y al alumnado. Nadie se libraba de ella cuando entrabas en su mira, así que lo más probable era que se trataba de algo como eso.

Una broma de la que ella y sus amigas se reirían después.

Alrededor de los años, habían ocurrido muchas de esas. Cartas de amor en mi casillero, regalos de San Valentín, apuestas con chicos, tanto de la clase sénior como juniors; todos a los que buscaba accedían a molestarme, por lo que jamás me había atrevido a confiar en alguien, ya que ninguno iba a negarse a su burla con tal de hacerla feliz.

La primera vez que sucedió, unos dos años en el pasado, un chico de una clase inferior se había acercado a mí a hurtadillas a la hora del almuerzo, con la excusa de que quería invitarme a salir. Al principio le dije que no, utilizando el pretexto de que era peligroso; estaba prohibido y que si nos atrapaban iban a llamar a nuestros padres.

A pesar de la cara de decepción que puso cuando lo rechace, después se rió, largo y tendido, diciendo que Leksa lo había enviado para burlarse de mí un rato.

Esa tarde, algo cambió para mí, cuando escuché la voz acida de aquel chico. Sus palabras crueles y la mención de que ni un millón de años iba a lograr que alguien me diera afecto sin lastima. Al principio me dolió, no lo negaré, pero luego pude darme cuenta que todo aquello había salido con malicia, que no era la absoluta verdad y que mi valor como persona iba mucho más allá de si le gustaba a los chicos o no.

Eso no determinaba quién era o qué haría en mi futuro, tampoco sus comentarios sin base. Sonaría iluso, pero quería creer que cuando alguien se sintiera atraído por mí, sería porque en realidad sí le gustaba quien era, sin ninguna clase de manipulación.

Nos sentiríamos frente al mar, viviendo aquella inexplicable conexión de la que hablaban los libros de romance que mi pequeño grupo de amigas colaba en el internado. Me adoraría, como el ser más absoluto y preciado en su vida. Me convertiría en el centro de su mundo, todo de forma incondicional.

Aunque claro, eso no pasaba en la vida real y lo único que deseaba es que fuera correspondido y que nadie, absolutamente nadie, me rompiera el corazón.

Ciertamente valía la pena soñar.

Me senté en mi cama, mirando a Aleksandra con confusión. Parecía desconectada, sentada en el mismo lugar por unas tres horas; tal vez no fuéramos las mejores amigas, pero por lo menos, esa noche, iba a intentar hacerla sentir mejor, claro, si en mis manos estaba.

Psicosis: bajos instintosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora