Alec
Por lo general, mandar todo a la mierda siempre valía la pena, cuando no tenías nada de lo que arrepentirte después, y yo, ese sentimiento, lo conocía muy bien.
Durante toda mi vida, o gran parte de ella, había preferido convertirme en un esclavo de controlar mis impulsos. Un espectador silencioso de lo que pudiese pasar, hasta que ese día, el día en el que dejé salir todos mis demonios, había entendido que el mayor placer del control, estaba en saber cuándo dejar de controlar.
Me miré al espejo del baño, notando por primera vez la hinchazón en mi pómulo, que seguramente iba a convertirse en un horrible moretón. Tenía unos cuantos golpes en la mejilla, otros en mi labio sangrante, pero la peor parte era mi mentón.
No agradecía a quien sea que estuviese en el cielo por aquella situación, pero el campesino no había terminado mejor que yo, sino es que incluso peor.
San Jorge estaba lleno de alumnos becados que soñaban con convertirse en los nuevos ricos del mañana; unos cuantos de ellos, eran escorias salidos de las alcantarillas, que lo más probable es que terminaran lavando dinero o probablemente en la cárcel, aunque también existían los del otro tipo. Personas que se esforzaban en mantener unas calificaciones perfectas y que hacían todo lo posible para no destacar y conservar un perfil bajo.
Ethan Jackson, el campesino, como lo había apodado, en realidad no era parte de ellos. Por el contrario, tampoco era un campesino; venía de dinero, dinero muy viejo que lo hacía poseedor de un fondo fiduciario de valor incalculable y una de las personas más asquerosamente ricas que alguna vez había visto, y en toda mi vida, había conocido a muchas.
Hijo de un deportista y una socialité. Había crecido con la clase más alta de América, por lo que de seguro sus muy ricos padres no iban a quejarse de pagar la matrícula escolar.
Ethan Jackson sabía cómo golpear, aniquilar y derribar, pero esas eran las características que su madre, una mujer muy rica de cuna y con clase, no le había enseñado y que por el contrario, solo se aprendían viniendo de un muy bajo mundo.
En la pasada hora, había hecho una muy exhaustiva investigación, contactando a una de las secretarías de mi padre; aquella que sabía que iba a mantenerme contento, ya que me debía más que un favor. Un par de llamadas y diez minutos después, la mujer ya tenía un informe completo de todo lo que debía saber de mi nuevo y muy apreciado compañero de clases.
Si me dejara guiar por la bazofia que mostraban sus redes sociales, podía dar un veredicto creciente de que con facilidad era una mariposa social, pero como mi lema era no dejarme engañar por todas esas mierdas, sabía que lo que estaba mostrando en su Instagram era algo que se alejaba mucho de la realidad.
Lo único que en ese instante tenía claro es que San Jorge era mi territorio y que no había un alma, buena, mala o atormentada en todas las hectáreas de aquel campus que no respirara sin mi autorización.
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Psicosis: bajos instintos
Fiksi RemajaUna chica sumisa dispuesta a complacer. El chico más peligroso del internado queriendo saber hasta dónde pueden llegar.