Alec
En la vida de algunas personas nos convertimos en jugadores, manipulando a nuestro antojo y arrasando con cada paso que damos, pero en otras ocasiones, las circunstancias nos vuelven meros peones. Piezas sin constante movimiento, dispuestas a ser sacrificadas para salvar a alguien o algo de más valor.
Solté una fuerte maldición y enderecé mi espalda, al mismo tiempo que mis manos arrugaron aquella nota de papel que había estado cuidadosamente colocada en el piso del vestuario.
La anticipación se golpeó en el fondo en mi estómago, el pánico apoderándose de mi garganta, ya que ella no estaba ahí.
Había desaparecido sin dejar mayor rastro que una puta nota.
Un malestar se posó en pecho, mientras un frenesí de emociones descontroladas me trajo internamente a un lugar vacío, oscuro y desolado en el que mi mente se sumergió como un medio de escape. Quise gritar de la impotencia, pero una voz amarga en mi cabeza me susurro que no podía darles el gusto y que las cosas irían mejor si guardaba la calma.
—¿Brianna? —llamé en voz alta, esperando que me estuviesen tomando el pelo, pero detrás solo pudo escucharse un incómodo silencio—. Mierda, Bri.
Había algo extraño, y lo que más me jodía la cabeza era que sabía exactamente qué.
Las palmas me sudaron, ansiosas por revisar cada puerta. Corrí hacia cada compartimiento individual, revisando cada uno de los baños, pero de nuevo, todo estaba vacío.
Temía por lo que pudiera suceder.
¿Y si estaba herida? ¿Y si le habían hecho daño? ¿Y si yo la había lastimado demasiado anoche? Necesitaba encontrarla, la necesitaba y tenía que encontrarla en ese instante.
«¿Qué demonios está pasando?» Pensé con frustración, llevándome las manos a la cabeza de forma inconsciente, para intentar menguar mi rabia.
Si fuera un total iluso, creería que Bri solamente estaba enojada. Que no había aparecido en donde la había citado para enseñarme una selección, pero yo mismo la había visto entrar. No cabía la posibilidad de que hubiese salido por aquella entrada sin que me hubiese dado cuenta.
Mis pasos sonaron por el pasillo en conjunto con mi corazón, a medida que saqué mi teléfono celular y comprobé el suyo, dándome cuenta de que nunca la había llamado, ni siquiera le había enviado un mensaje de texto antes. La línea al otro lado estaba muerta, lo cual era un mal presagio. Brianna no tenía a muchas personas a las que acudir y tampoco iba a alertar a su amiga, por lo que la opción restante que me quedaba era avisarle a mi hermana que se contactara conmigo en cuanto la viera, por si lo hacía antes.
No iba a convertirme en un peón en un sucio juego desconocido, cuando era un mejor jugador que cualquiera al que me enfrentara. No iba a dejar que se metieran en mi cabeza, ni que conocieran mis debilidades.
Por ello, sacudí cualquier pensamiento intrusivo que tuviera hacia un lado; necesitaba ordenar mis ideas y actuar con la cabeza fría. Si no regresaba a mi siguiente clase ese día, iba a llamar la atención, pero al mismo tiempo me cuestioné si era lo mejor.
Normalmente, no tenía muchos sentimientos positivos con respecto a nadie, tampoco le hacía caso al sentimiento de culpa, por el contrario era un bastardo tan egoísta que sabía cómo ignorarlos.
En una posibilidad remota, lo único que podía ser capaz de remorderme la conciencia era si a Brianna le sucedía algo.
Camine por los pasillos y me detuve en mi siguiente clase, el salón estaba desolado excepto por un par de estudiantes que jugaban a las cartas a escondidas. Con una expresión neutra me dejé caer en mi asiento, intentando encerrarme en un cuarto invisible, ignorando el hecho de que toda el aula se estaba llenando de insoportable ruido.
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Psicosis: bajos instintos
Подростковая литератураUna chica sumisa dispuesta a complacer. El chico más peligroso del internado queriendo saber hasta dónde pueden llegar.