Capítulo 37: La ceremonia

24.2K 1K 432
                                    

Brianna

«Nos estoy haciendo un favor a ambos cortando esto, antes de que lo último que termine rompiendo como a esa taza, sea a nosotros dos».

Las palabras de Alec se repitieron en mi cabeza con una furia demoledora que quebró cada uno de los muros de las estructuradas paredes de mi mente. El pánico me carcomió de adentro hacia afuera, haciéndome sentir como si me estaba ahogando en ese instante con mi propia respiración, y si no hubiera sido porque las alarmas de supervivencia internas se encendieron para comenzar a huir, me hubiese derrumbado en el piso de la biblioteca en un estado de shock.

No podía identificar con exactitud los sentimientos que me estaban oprimiendo el pecho, mucho menos la razón o aparición de ellos. Susan, mi terapeuta, siempre mencionaba que debía aprender a identificar mis emociones para poder enfrentarlas, pero por desgracia, eso era algo en lo que constantemente seguía fallando.

A veces, la mayoría de ellas se sentían más grandes y con más poder que yo para poder controlarme; luchaba constantemente para poder encontrar las palabras que me hicieran entender que la única cosa que tenía poder sobre mí misma, era mi propia mente.

Aunque ya eso no se sentía del todo cierto.

Cuanto más tiempo transcurrí en la soledad de mi habitación, más se agitaron mis emociones, casi como una tempestad severa que era más fuerte que todo a su paso. El espeso silencio de mi alrededor cargaba con los pensamientos, las dudas y las preguntas no expresadas.

Estaba hastiada.

Hastiada de que decidieran por mí como un títere sin voluntad. Nadie me había pedido opinión, muchos menos preguntado si quería ser parte un su sucio juego sin sentido; Y no, no había tenido opción, ni siquiera para darles el consentimiento a todos los jodidos psicópatas que insistían más allá de mis demonios para jugar con mi cabeza.

Las palabras de Alec no me habían empapado como una caliente ola tranquilizadora, mucho menos como un alivio reconfortante, por el contrario, me hicieron pensar en que debía alejarme por las buenas. No tenía una respuesta concisa, lo único que sí sabía, era que no quería convertirme en su esposa, ya que, por muy sospechoso que fuera, la chica con la que sí había concertado un compromiso se encontraba en la actualidad tres metros bajo tierra.

Y sí.

Por primera vez, ese día, mi seguridad interna flaqueó y las lágrimas contenidas cayeron por mi rostro, haciendo que todo lo transcurrido en los días anteriores, se proyectara en mi mente como una película de terror. Me planteé en ese momento que tanto había cambiado en mí misma y si el cambio había sido para mejor; físicamente me veía igual, pero podía decir con seguridad que ya no me sentía como yo y mucho menos como la dueña de mi vida o de mi cuerpo.

Mucho menos de mi entorno, ya que ni siquiera fui consciente de que mi teléfono llevaba alrededor de una hora sonando sobre mi cama, hasta que la pantalla se iluminó, mostrando un número de teléfono no registrado. Cuando logré tomar el celular entre mis manos para poder contestar, quien estaba del otro lado de la línea, desvió la llamada sin dejar señal.

Al cabo de unos minutos, un mensaje de texto del mismo destinatario apareció en mi bandeja.

"¿Qué tal la está pasando mi dulce ángel? Te tenemos una sorpresa para ti esta noche".

Me detuve por un momento para procesar las palabras y un estremecimiento brutal recorrió mi cuerpo. En cuestión de segundos, miles de cosas pasaron por mi mente.

La persona que lo enviaba firmaba como J.N, no debía ser muy inteligente para saber de qué se trataba de Jonathan Nelson, por lo que rápidamente tecleé.

Psicosis: bajos instintosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora