Capítulo 44: Uno menos

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Brianna

Por más de que creamos que algo ya no nos duele, hay heridas que nunca terminan por cerrar del todo; siempre siguen ahí, abiertas, latentes y sangrantes. Puedes olvidarte de ellas por un tiempo, pero por desgracia, siempre algo te hará recordar que siguen doliendo.

Tal como la herida cargada de veneno que había dejado Aleksandra Belikova, el día que decidió acabar con todo.

—Ambos fueron culpables de su muerte, ¿no?

Aquella voz no se había escuchado como la fina y refinada de la madre de Alec a través de la pantalla de una tableta, sino más bien pesada y de alguna forma masculina, pero al mismo tiempo, tan quebrada que incluso se podía sentir herida.

—¿A qué te refieres? —De inmediato Alec respondió.

—Lo mínimo que ambos merecen es que yo filtrara ese video. —Al escuchar aquellas palabras, un jadeo escapó de mis labios y mi mirada chocó con la oscura de Sebastián, quien había irrumpido en aquella oficina sin explicación alguna unos segundos antes.

Las piernas me temblaron y no supe cómo reaccionar.

Al principio me quedé en silencio, aturdida por los recientes acontecimientos, pero poco después, todo me golpeó en la cara como una bola de demolición.

Durante los casi cinco años que habíamos permanecido en San Jorge, la única persona con la que había visto a Alec relacionarse, antes de la llegada de Ethan, era con Sebastián, por lo que no comprendía la brecha que había entre ellos con esa revelación.

No le había hecho nada, había sido invisible y ahora toda la red de estudiantes había visto un video sexual en el que había sido etiquetada como una zorra.

—Voy a matarte —la voz de enojada de Alec, me hizo despejar mi cabeza; fue apenas un susurro, uno que realmente me asustó.

La reacción de este, pasó con rapidez de confundida a un estado asesino. Alec no era violento, pero la adrenalina podría ser un estímulo en su mente, que lo llevó a dirigirse a Sebastián, para tomarlo del cuello de la camisa y aventarlo contra la pared de la oficina de la madre superiora con un sonoro golpe, que habló del crujido de ciertos huesos en su espalda.

No hubo ninguna mueca de dolor en Sebastián, hasta que esbozó una especie de sonrisa teñida de falsedad. Sus ojos vidriosos y sedientos de algo que no pude determinar, pero que se parecía a la desesperación.

—Te estás portando como un marica, ¿dañaste a tu propia hermana y aún así me estás amenazando? ¿Me pegarás? Seguro que no quieres arruinar esas manos tuyas.

—La mierda de Leksa no tenía que ver contigo —gruñó Alec, apretando los dientes.

Mi mente formuló demasiados escenarios, también demasiadas preguntas a las que no les conseguí respuesta. Nunca me había cruzado en el camino de Sebastián Alonzo, más que para saciar mi curiosidad por Alec, siempre me anduve por las ramas, con cuidado, y no hice nada para despertar su ira, por lo que, no comprendí el motivo oculto tras aquella jugarreta, donde la única perjudicada iba a ser yo.

En algún lugar de mi mente, recordé la primera vez que hablamos, cuando lo encontré fumando un cigarrillo. Yo había regresado al internado, luego de la muerte de Aleksandra y como su actitud había cambiado después de la llegada de Elena. Las consecuencias de los actos sexuales siempre iban a ser peores para una mujer que para un hombre, así que para saciar mi curiosidad, no me quedó más otra que entrar de lleno a la conversación:

—¿Por qué?

—¿Por qué? —Repitió este, como si tuviera que saborear las mismas palabras con su voz.

Psicosis: bajos instintosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora