Capítulo 22

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Capítulo 22

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Capítulo 22


Aarón

Se sentía bien estar con la familia de Ro, aunque su hermano y yo no éramos los mejores amigos, aunque en la reciente convivencia, habíamos aprendido a llevarnos bien.

Y algo que teníamos en común los dos, era que a ninguno nos gustó la actitud de Taylor, y sabía que íbamos a hacer algo, el qué o cuando aún no lo tenía claro, pero luego tendría tiempo de planear algo con Pierce.

Pero esa noche comimos a gusto y la pasamos bien, el señor Ronald era un buen padre, atento, gracioso y cariñoso. Nunca había tenido esa referencia de un padre, el mío no era malo en su trabajo, solo no tenía esas características.

Cuando iba llegando a casa tenía una sonrisa de tonto en el rostro, había sido un día genial, habíamos ganado, el agente me quería conocer, y Rose había estado allí gritando por mí.

No entendía por qué se sentía tan bien, haberla tenido allí, sonriendo de forma tan hermosa con las mejillas sonrojadas de tanto saltar y gritar, me estaba animando a mí, estaba así solo por mí.

Bajé del auto, ya que había estacionado frente al edificio donde vivía, al fin en casa, en realidad me sentía cansado aunque con un mariposeo extraño en el estómago.

Iba pensando en la noche que había tenido mientras caminaba por el pasillo hacia mi apartamento cuando la imagen alta de un hombre en la puerta de mi casa me detuvo.

«Mierda» fue lo primero que pensé al ver a mi padre en la puerta.

Me había caído de sorpresa porque la verdad tenía casi un mes que no me reportaba con él, e incluso no respondía las llamadas, pero padre siempre había sido un foco estrés y mi vida el último mes había sido una locura.

—Por fin te dignas a llegar, abre la maldita puerta que está haciendo frío. —Un mes sin hablar y esas habían sido sus primeras palabras, simplemente pase a su lado e hice lo que pedía.

Solo tenerlo cerca me había hecho tensar, él tenía esa capacidad, pero no quería que me arruinara la buena noche que había tenido, así que iba a hablar con él rápido para que se fuera.

—Hola, padre —le saludé mientras me quitaba los guantes y la chaqueta, este invierno había venido con fuerza.

—Tienes más de un mes que no me contestas el teléfono —dice sentándose como si fuese su casa, en mi sillón, mientras abría su abrigo.

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