Capítulo 30

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Capítulo 30

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Capítulo 30


La llamada había llegado a eso de la una de la tarde, Roman me había llamado de la comisaría a decirme que estaba detenido junto a Aaron que por favor los fuese a sacar.

Se supone que no podía vivir emociones fuertes, pero resulta que estos dos… no me la podían fácil, porque al escucharlo en automático me preocupé muchísimo y estaba segura que mi nivel de estrés pasó de diez a cien en solo un segundo.

Así que con los pies hinchados y preocupada tome las llaves del carro, estaba cien por ciento segura que la idea había sido de Roman y lo iba a matar, por haber metido a Aaron en esto, aunque él tampoco era un niño, sabía lo que le perjudicaba meterse en problemas.

Mierda.

Respire profundo, necesitaba calmarme porque esto no me hacía bien, pero nunca fui buena para eso de la meditación, siempre el estrés terminaba consumiendome.

El viaje se me hizo eterno, nunca había ido a la comisaría y nunca me imaginé ir a sacar a mi hermano y a mi novio de la cárcel. Al llegar y estacionar bien me bajé haciendo una mueca, me dolían los pies, los tenía muy hinchados.

Desde que el vientre empezó a crecer, a mi cuerpo se le ocurrió la brillante idea de retener líquido, no era para nada divertido, sentía los pies como dos jamones.

Caminé paso lento porque era como caminar sobre agujas, entre a la comisaría y me acerque a lo que parecía una recepción. ¿Cómo se supone que se hacía esto?

«Los voy a matar por hacerme pasar por esto»

—¿Buenas tardes? —Había un policía sentado frente a su computadora, que levantó la vista para verme.

—Dígame, señorita. —El hombre sonrió amablemente.

—Vengo por Roman Pierce y Aaron O'connell. —El hombre tecleo algo en la pantalla.

—Han sido arrestados por alterar el orden público, cada uno tiene una fianza de cien dólares. —Mis ojos se abrieron de sorpresa, porque mieda no tenía el dinero, tenía meses sin trabajar, tendría que llamar a papá.

—Vale, ¿dónde debo pagar eso? —El hombre señaló el lugar como una especie de caja registradora.

Yo solo le sonreí y salí del lugar, debía llamar a papá. ¿Pero como le explicaba este enredo?, busqué dentro de mi cartera mi móvil y le marque, sonó un par de tonos —ya que seguramente estaba dando clases— pero cuando finalmente contestó, parecía preocupado.

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