3. Crimen

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¿Lo tienes?

Shh....... No lo pierdas.

No.

Jake respiraba lentamente y había bajado el ritmo cardíaco. Toda su atención estaba en el trogón de cola negra al otro lado de la mira. Eran trescientos metros, y el ave no paraba de saltar de rama en rama.

Soy una piedra, no me muevo —se dijo a sí mismo en silencio, y unos segundos después jaló el gatillo.

El disparo retumbó en el bosque, ahuyentando a las aves que había en la zona. Aunque pocas, fue todo un espectáculo verlas alzar vuelo juntas.

¡Bien! —exclamó Harry, que también observó por la mira de su rifle cómo el ave se desplomaba hacia el suelo, dejando un remolino de plumas durante su caída.

Vamos rápido.

Salieron de su escondite y bajaron apurados la quebrada. Corrieron por el arroyo, saltando de piedra en piedra, hasta llegar a un recodo, debajo de un árbol grande de pacay, donde el ave roja y negra yacía muerta sobre la orilla. Harry se acercó y la levantó cogiéndola de una pata.

Le diste en el cuello. El pájaro está entero.

Trescientos metros. Tengo el nuevo récord —dijo Jake orgulloso, y se dieron un golpe de puños—. Ya van a empezar a buscar al que hizo el disparo. Salgamos de aquí.

Jake sacó un paño de tela y envolvió al ave, para después amarrar el paquete al exterior de su mochila. Llenaron sus cantimploras en el arroyo, y de inmediato se internaron corriendo en el bosque. Ambos conocían los graves problemas en los que se podían meter si los descubrían. Matar a un animal silvestre era un crimen mayor, y el castigo era casi igual a como si hubieran robado o hasta asesinado a alguien. Además del repudio de todos. Pero eso al final no les importaba tanto. En realidad, no se arrepentían. Al contrario, tenían una deliciosa cena por delante, y habían demostrado una vez más que eran excelentes cazadores, aunque el reconocimiento tuviera que darse solo entre ellos mismos.

Antes ya habían logrado salirse con la suya, evadiendo hábilmente las acusaciones con coartadas bien elaboradas que hacían creíbles, con actos de magia como aparecer en el pueblo desde la dirección opuesta al disparo solo unos minutos después de haberlo realizado. Su agilidad y el conocimiento del terreno les permitía cruzar rápida y sigilosamente a través de los senderos ocultos en el bosque de montaña, para luego llegar por el otro extremo, respirando tranquilamente, como si nada hubiera pasado, lo que desconcertaba a sus acusadores, dejándolos sin argumentos y mucho menos con evidencias para cargarles la culpa. Por esto también estaban orgullosos, por haber evadido siempre las acusaciones. Sabían que estaban fuera del sistema, que no pertenecían, que los acuerdos no aplicaban para ellos. Por eso vivían como vivían, libres y errantes. Eran los dueños del bosque, y también de sus vidas y destinos. Los árboles eran sus tronos y la selva su reino.

Jake y Harry eran huérfanos. Sus padres murieron durante la última gran migración, diecisiete años atrás. Fueron acogidos por la Cruz Roja al llegar a Panamá y desde allí continuaron el viaje hacia la costa sur del Pacífico en un barco cargado de pequeños refugiados como ellos. Al llegar a la costa de lo que antes se conocía como el Perú, abordaron buses repletos de mujeres y niños, que al igual que la mayoría de inmigrantes, cruzaron la cordillera por el paso Tingo.

Cuando finalmente alcanzaron su nuevo hogar, fueron acogidos por una comunidad de artistas, que ya tenía muchos años allí. Al principio fueron atendidos por un grupo de mujeres, que los trataron y cuidaron bien, compartiendo su custodia con la de sus propios hijos. Pero a los pocos meses fueron trasladados a otra comuna, donde rápidamente percibieron que se cometían abusos contra algunos niños que allí vivían, todos huérfanos como ellos. A los pocos días de arribar a su nuevo hogar, y antes de que los recién llegados, incluyendo a ellos dos, hubieran sido invitados a «cenar» con el «maestro» para «darles la bienvenida», un grupo de chicos mayores que ya tenían algún tiempo allí planearon una fuga, y se organizaron para abandonar a sus captores.

La Última Guerra en la TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora