36. Rebelión

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Al ver que el frente sur había caído, el pelotón de Alonso se dirigió hacia el centro del valle, acompañando en paralelo el repliegue del ejército a través de los bosques de montaña. Al encontrarse con los cazadores que huían desde el oeste, luego de haber abandonado sus posiciones, decidió que era el momento de actuar, antes de perder la importante ventaja que la protección del bosque les daba. 

Envió un mensaje al general Anders con uno de los oficiales que se dirigía hacia el valle, comunicando solo lo siguiente:

«La hora ha llegado. Solicitamos refuerzos». Junto a unas coordenadas.

El grupo se mantuvo oculto en la selva por otros dos días, y al tercero vieron llegar a la distancia a los refuerzos que habían pedido. Los cazadores miraron asombrados cómo un pelotón de quince hombres armados y equipados hasta los dientes subía corriendo por el sendero que iba hacia lo alto de la montaña. Cuando finalmente llegaron, pudieron darse realmente cuenta de la clase de soldados que habían venido para apoyarlos en su misión. 

Era obvio que el pelotón estaba formado por comandos de élite que tenían mucho mejores armas y protección corporal que el resto de las tropas, equipos que también por primera vez veían. Sin embargo, lo que los dejó estupefactos fue ver el tamaño que tenían, la cantidad de armas y equipo que habían cargado corriendo de subida, y la velocidad a la que se movieron.

Los comandos se estacionaron al lado del pelotón y los cazadores se acercaron de inmediato a los recién llegados. Observaron con interés sus armas y la pesada y gruesa protección que cubría sus cuerpos. Pero lo que más los impresionó fue su tamaño. Todos, absolutamente todos, eran muy altos, ninguno medía menos de dos metros y treinta centímetros. Los cazadores, considerados por ellos mismos y por todos como la mejor unidad del ejército, se sintieron en ese momento unos simples y pequeños soldados al lado de esos gigantes reforzados, súper armados, y veloces como un animal.

Uno de ellos, el de mayor edad y el menos alto del grupo, se acercó a Alonso.

—Mayor Alonso, es un gusto conocerlo, soy el capitán Aníbal. Hemos escuchado cosas buenas sobre sus cazadores.

—Buenos días, capitán Aníbal. Aunque nosotros recién sabemos sobre ustedes. Vaya soldados con los que cuenta. Gracias por venir, nos alegra poder contar con su apoyo.

—Estamos bajo sus órdenes, mayor. Entiendo que tiene identificada la posición del objetivo.

—Es correcto. Hemos seguido sus movimientos, no está lejos de donde nos encontramos ahora.

—Eso es bueno. Mis hombres están listos para actuar cuando usted lo indique. ¿Cuál es el plan?

—El objetivo ha relajado su seguridad estos días, seguramente confiado por las últimas derrotas que hemos sufrido, y ha movido nuevamente su cuartel general hacia su flanco izquierdo, justo debajo de donde estamos. Su posición está alejada del grueso de las tropas, pero lo acompañan y protegen más de doscientos soldados y oficiales ucranianos, los cuáles no están contagiados y cuentan con armas de fuego.

»El plan es atacar con tres columnas, nosotros iremos por el centro directamente hacia el campamento del general rebelde, y su pelotón se dividirá en dos escuadrones para cubrir los flancos. Parte de mi pelotón cubrirá el asalto desde la línea de árboles con morteros y ametralladoras. Cuando hayamos capturado a Samsonov, volveremos al bosque, para dirigirnos rápidamente hacia el centro del valle.

—Me parece un magnífico plan, mayor. Acabaremos rápido con las tropas que protegen al objetivo. Y con todos los que vengan en su ayuda, infectados o no.

—No es necesario acabar con todos. En total somos menos de cincuenta y atacaremos en campo abierto a soldados con mucha experiencia. Debemos actuar rápido y salir de allí de igual manera.

—No se preocupe, los mataremos a todos, será tarea sencilla. Sus cazadores pueden concentrarse en capturar al objetivo, y luego sacarlo de allí con vida.

—Capitán, sabemos que sus hombres están bien armados y entrenados, además, hemos visto lo grandes, fuertes y veloces que son, y es claro que podrán causar grandes bajas en el enemigo mientras cumplimos con nuestra misión, pero en un combate a campo abierto y en inferioridad numérica, corremos el riesgo de también sufrir muchas bajas, y quizás no podremos culminar la misión con éxito.

—No se preocupe, mayor, estarán cubiertos. Por algo nos ha enviado el ejército. Estamos aquí para luchar y permaneceremos combatiendo al enemigo una vez sus hombres estén a salvo. Esas son nuestras órdenes y lo haremos con gusto.

—De acuerdo —le respondió Alonso luego de unos segundos, aún sin creer que lo que le decían iba a realizarse de esa manera—. Entonces, la mayor parte de mis hombres irá hacia el centro, por el objetivo, mientras su pelotón se divide en dos para cubrir nuestros flancos.

—¡Excelente! —exclamó Aníbal con alegría, y volvió hacia donde estaban sus soldados.

Al poco tiempo, oyeron disparos que venían del valle. Ambos grupos pensaron que algunas unidades rezagadas del ejército se estaban enfrascando en un combate con el enemigo, y de inmediato iniciaron el descenso para unirse a la lucha. Media hora después llegaron a una ladera, aún dentro del bosque, desde donde pudieron ver con asombro a los soldados de Samsonov combatiendo contra sus mismas tropas, replegándose hacia donde ellos se encontraban. Atónitos por los acontecimientos, permanecieron ocultos en el bosque por algún tiempo más, viendo como sus enemigos se mataban entre ellos.

De pronto, escucharon un fuerte ruido proveniente de las montañas, desde el lugar donde habían estado una hora antes, y vieron con terror como miles de invasores descendían en masa hacia ellos.

—Mayor, ustedes pueden ir por el objetivo. —se acercó Aníbal—. El general ya ha perdido a muchos de los suyos, vienen en esta dirección, y para cuando lleguen al bosque serán aún menos. Nosotros nos encargaremos de cubrir la retaguardia.

Alonso dudaba. La situación había cambiado rápidamente. Se había presentado una buena oportunidad para capturar a Samsonov, pero también una en la que ellos acababan muertos. La gravedad de la situación lo obligó a decidir pronto.

—De acuerdo, iremos por el general. Busquen una buena posición desde donde cubrirnos contra los que bajan de los cerros.

—No nos quedaremos en una posición fija, iremos por ellos.

—¿A qué se refiere con que irán por ellos? Son miles. No queremos mártires. Vamos a necesitar de sus supersoldados en las siguientes batallas.

—No se preocupe, mayor. Quizás más de uno de nosotros caiga en combate, pero para eso estamos, ¿verdad? Nos retiraremos a tiempo si es que corremos el riesgo de quedar rodeados.

—De acuerdo. Aunque su idea me parece suicida, usted conoce a sus hombres y confía en ellos, y yo haré lo mismo —aceptó Alonso con escepticismo.

—¡Excelente! —exclamó nuevamente con energía, se dirigió hacia sus tropas, y le entregó a cada uno una pastilla, que tragaron al instante.

Para cuando los ucranianos que sobrevivieron el motín llegaron al bosque, solo quedaban treinta. Los cazadores pudieron acabar rápidamente con ellos, y los últimos tres se rindieron y tiraron sus armas. Silva se acercó a los prisioneros y al instante ejecutó a dos de ellos. El tercero era Anatoli Samsonov.

—Me tienen. Pero no ganarán esta guerra —dijo con orgullo el general.

—General Samsonov —le dijo Alonso cuando llegó hasta él, mientras sus soldados lo esposaban y revisaban—. Vamos, camine.

Cuando el grupo volvía hacia el centro del valle, custodiando su valiosa captura, se detuvieron un momento en un recodo del camino para ver por sus miras y binoculares a los comandos que se habían quedado atrás para cubrirlos. Observaron asombrados mientras subían corriendo por la ladera, disparando sus ametralladoras con un brazo y un lanzagranadas con el otro.

—Están combatiendo hacia arriba, y mira cómo avanzan —le dijo Muller a Alonso—. Supersoldados, quién lo iba a creer.

—Algo habíamos escuchado sobre ellos, pero esto es mucho más de lo que imaginamos podían llegar a ser. A la esposa de Lukas no le va a gustar nada de esto cuando se entere, y en algún momento lo sabrá.

—Exacto. No le va a gustar para nada.

La Última Guerra en la TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora