—¡Alto ahí!
—¡Venimos en paz! ¡Estamos sanos! —gritó Sasha.
—¡Arrojen sus armas!
Sasha arrojó su rifle, pistola y machete, y Tania hizo lo mismo con su ballesta y el cuchillo de supervivencia que le había regalado su padre.
Los soldados se les acercaron apuntándoles.
—¿Quiénes son?, ¿de dónde vienen?
—Venimos del sur. Estamos en guerra. Necesitamos de su ayuda — respondió Tania.
—Escuchamos disparos. ¿Fueron ustedes?
—No. Fue mi padre en el puente. Venían detrás de nosotros. Ahora deben estar cerca.
—¿Infectados? —los soldados bajaron sus armas.
—Sí, varios cientos vienen hacia aquí. Nuestra gente en el sur se está enfrentando a millones de ellos desde hace algunos meses.
El sargento que los interrogaba le dijo algo a uno de sus hombres y este salió corriendo en la dirección por donde habían venido.
—Sigan por este camino. Pronto se cruzarán con más soldados, que los pasarán sin detenerse. Continúen hasta llegar a nuestra base y cuéntenle todo lo que saben al coronel. Ahí serán atendidos. Sus armas se quedan aquí.
—Entendido, gracias sargento —respondió Sasha.
Al rato pudieron observar algunos pelotones acercándose que luego pasaron rápidamente a su lado, y cuando estaban llegando al cuartel vieron por lo menos a un par de compañías más salir de la base. Antes de cruzar sus puertas, fueron conducidos por algunos soldados y una enfermera hacia una casa ubicada al lado, y al ingresar fueron aislados en una de las habitaciones.
La enfermera y un soldado ingresaron a la habitación vestidos con trajes especiales, y la primera les dijo que les tomarían algunas pruebas, que no dolería, y que sería rápido.
Mientras les sacaban sangre, muestras de piel, tejido nasal y bucal, el coronel entró en la casa. Los saludó detrás de una ventana sellada que había en una de las paredes de la habitación.
—Buenas tardes, soy el coronel Morrison, jefe de la guarnición.
—Buenas tardes, coronel. Mi nombre es Sasha Chernikov y ella es mi hermana Tania.
—¿Cómo se encuentran?
—Estamos bien y sanos. El virus nunca llegó a infectarnos.
—Pronto lo sabremos con certeza. ¿Qué está ocurriendo en el sur?
—Una guerra, eso es lo que está pasando. Y la estamos perdiendo —dijo Tania.
—¿De dónde vienen?
—De San Pedro, a ciento veinte kilómetros de aquí, hacia el sureste — respondió Tania.
—El pueblo de San Pedro. Está en nuestros mapas.
— La ciudad y el valle de San Pedro. Estaba totalmente poblado, al igual que algunos otros valles más hacia el sur. Al inicio de la guerra éramos más de medio millón de refugiados sanos y sus descendientes.
—Creíamos que no había nada en esa región. Enviamos exploradores de manera continua hacia el sur y nunca encontramos evidencia alguna de que existiera otro refugio.
—Lo mismo pensamos nosotros, que éramos los únicos e hicimos lo mismo que ustedes, pero en sentido opuesto. También bloqueamos los accesos, por eso no nos encontraron —respondió Sasha.
—¿Contra quienes están peleando?
—Contra grandes ejércitos de infectados. Nos han invadido, y en estos momentos deben de estar muy cerca de la ciudad, en el mismo valle. Miles de los nuestros han muerto y pueden exterminarnos a todos si no recibimos ayuda pronto —intervino Tania.
—¿Quién comanda estos ejércitos?
—La mayoría de sus oficiales son eslavos. Creemos que son las tropas del general Samsonov —respondió Sasha.
—¿El general Anatoli Samsonov?
—Sí, es posible que ahora luche en contra nuestra.
La enfermera entró de nuevo en la casa y le entregó al coronel el resultado de las pruebas.
—Sus resultados están listos. Ambos están sanos. No hay signos de contagio. Ni antes ni ahora.
El coronel les abrió la puerta de la habitación y salieron de la casa.
—Pronto vendrá un helicóptero por nosotros. Iremos a la ciudad, a Tambogrande. No está lejos de aquí.
—¿Tienen helicópteros? —preguntó Tania.
—Sí, varios. Y también algunos aviones.
—¿Y armas?
—Sí, muchas, y un gran ejército.
Tania y Sasha respiraron hondo, aliviados. El coronel pudo notar la tensión acumulada en los hermanos.
—¿Cómo así llegaron hasta aquí?, ¿solo ustedes dos?
—Éramos tres. Mi padre venía con nosotros. Se quedó en el puente, para detenerlos, mientras nosotros huíamos. —Tania se quebró en llanto mientras respondía.
—Lo siento por su padre, pero hizo lo que debía hacer. Deben sentirse orgullosos de él.
—Lo estamos —respondió Sasha, con los ojos rojos—. Llegamos por unos mensajes que recibimos. Mejor dicho, que recibió Tania. Estos mensajes indicaban una ruta que nos trajo hasta aquí.
—Es increíble que nos hallaran. Y lo es más que exista otro refugio, otro grupo de sobrevivientes. Iremos en su ayuda, no se preocupen. Ahora cuentan con un poderoso aliado. Ganaremos esta guerra.
ESTÁS LEYENDO
La Última Guerra en la Tierra
Fiksi IlmiahEn el año 2071, los pocos miles de sobrevivientes de la Tercera y Cuarta Guerra Mundial que escaparon del apocalipsis, la radiación y el contagio, hallaron refugio y recursos en la selva montañosa de los Andes orientales, donde lograron desarrollar...