PARTE III - GUERRA / 20. Primeras acciones

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Aquella mañana inició con cielo despejado, y los observadores de la base Bravo pudieron ver claramente llegar a las tropas de vanguardia enemigas, que se detuvieron a cuatro kilómetros de distancia y ocuparon una amplia meseta al lado del río, al igual que los cerros aledaños. Poco a poco, la gruesa pero larga línea que serpenteaba antes por la quebrada hacia las partes más altas de la cordillera, se convirtió en las siguientes horas en batallones, regimientos y divisiones, hasta formar un ejército de más de un millón de invasores.

Una hora después, retomaron su avance en formaciones, y cuando las baterías de la base los tuvieron a alcance de tiro, abrieron fuego con un estruendo atronador que se escuchó por toda la región. La artillería del paso de montaña machacó a las tropas enemigas sin descanso mientras continuaban su ascenso, logrando cuantiosas bajas y dispersando a sus batallones, pero sin lograr detener su avance. Los proyectiles cayeron incesantemente sobre el enemigo, explotando contra el terreno frío y duro de las alturas, casi congelado, lo que ocasionó mayores bajas debido al desprendimiento de rocas y tierra helada, que se convirtieron automáticamente en mortal metralla.

Pero los ejércitos invasores no se detuvieron, ni siquiera cuando sus tropas de vanguardia fueron diezmadas casi por completo, y al encontrarse a solo un kilómetro de distancia, iniciaron la embestida a la carrera sobre el abra. En ese momento las ametralladoras pesadas se sumaron a los cañones y descargaron toda su furia sobre los que iban adelante, que cayeron como moscas ante las explosiones de las minas enterradas y el intenso fuego de los defensores, quienes aprovecharon el estrechamiento del camino para concentrar los disparos sobre una misma área, lo que obligó al enemigo a dispersarse por las laderas de los cerros y así poder continuar con su avance, esta vez de manera desordenada.

Al intenso fuego de la artillería y las ametralladoras se sumaron los rifles de los cazadores que empezaron a abatir con mortal precisión a los que venían por los cerros y que amenazaban con rodearlos si lograban llegar por los lados. Durante un buen tiempo pudieron mantener al enemigo a raya, que aún se encontraba lejos de alcanzar los muros exteriores de la base.

En una acción que hizo recordar los inútiles ataques frontales de franceses, británicos y canadienses contra las trincheras alemanas del Somme en 1916, o las cargas de las tropas soviéticas en el frente este durante la Segunda Guerra Mundial, que ocasionaron cuantiosas bajas entre los atacantes, los comandantes enemigos lanzaron a todo su ejército contra la fortaleza. Los defensores siguieron descargando todo el fuego disponible contra los que se abalanzaron sobre ellos, pero continuaron avanzando y el peligro de ser rodeados por los flancos se hizo evidente.

El coronel Anders reaccionó a tiempo y ordenó abandonar la base Bravo. Los milicianos iniciaron la retirada llevándose consigo primero las piezas de artillería, mientras las ametralladoras y los cazadores cubrían el repliegue. Las tropas enemigas llegaron a los muros de piedra de la fortaleza y empezaron a escalarlos con cuerdas y escaleras, pero ninguno llegó a superarlos debido al intenso fuego que aún les caía encima, y también debido a que los defensores les lanzaron combustible que luego encendieron con flechas lanzadas por ballestas.

Cuando la masa que venía por los cerros estaba por alcanzar los lados de la fortaleza, se ordenó la retirada general. Los últimos cazadores abandonaron la base rápidamente y se batieron en retirada descendiendo el abra en dirección oriente, llevando todo su armamento y munición con ellos, mientras el enemigo ocupaba la posición trepando por sus muros y asaltándola por los costados. Al poco rato, los defensores hicieron estallar la fortaleza, que habían abandonado repleta de explosivos, lo que hizo que varios cientos volaran por los aires o murieran carbonizados. La destrucción de la base cuando el enemigo la había tomado detuvo su avance solo por algún tiempo, y sus nuevas tropas de vanguardia se detuvieron sobre los escombros humeantes para poder observar por un momento a su adversario, por más que los obuses continuaron cayendo sin cesar sobre ellos. Pero no se detuvieron mucho tiempo en su nueva conquista, y continuaron el avance y su descenso impetuoso hacia el otro lado de la cordillera, mientras los artilleros de retaguardia de la milicia los siguieron golpeando desde sus posiciones unos kilómetros más abajo, cubriendo la retirada de las últimas tropas.

La Última Guerra en la TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora