Perder su nuevo país en tan poco tiempo y en una guerra tan sangrienta, y luego ver su ciudad y sus valles siendo destruidos por misiles nucleares, fue un golpe devastador para los sobrevivientes de San Pedro. Todo había acabado en sus antiguos territorios de forma muy rápida. Sus fértiles valles de boscosas montañas y sus limpios ríos y cielos eran ahora lugares cargados de radioactividad donde no había quedado nada en pie, y donde iba a ser imposible vivir por muchos años.
Pero lo que más dolor causó fue perder a tantas personas. Solo lograron sobrevivir la guerra 18,115 del medio millón inicial, contando a los refugiados que habían salido de San Pedro durante las últimas semanas hacia el noreste. Todas las familias habían perdido a uno o más miembros, y en no pocos casos había perecido todo el clan. Los que lograron escapar fue porque siguieron de cerca a las tropas que se abrieron paso por los barrios del norte, tratando de romper el cerco desde adentro para salir de la ciudad, luego del ataque de los cazabombarderos en los suburbios. Los civiles que se quedaron atrás y las unidades del ejército que mantuvieron sus posiciones cayeron muertos antes del ataque nuclear.
A pesar de lo profundamente cansados y abatidos que se sentían en esos momentos, los sobrevivientes sabían que debían continuar la larga marcha hacia un lugar más seguro en el norte. Sus nuevos aliados les repartieron pastillas de yodo a todos y trajes protectores a la mayoría para contrarrestar los efectos de la radiación. Algunos cientos fueron evacuados por aire, ya que los helicópteros trabajaron sin descanso tratando de sacar a la mayor cantidad de personas que les fuera posible. Además, en poco tiempo habían instalado un campo de refugiados con todas las comodidades a las afueras de su ciudad, donde pasarían dos semanas de cuarentena antes de permitirles el ingreso a Tambogrande.
Los dos novatos ayudaron a Tania y Sasha a encontrar a su madre y hermano, y por suerte los hallaron sanos y salvos en uno de los refugios del centro. De inmediato los sacaron de allí para llevarlos hacia los barrios del norte, ya que los cazadores estaban enterados de los bombardeos que pronto harían estallar los suburbios, y que les abrirían una ruta de escape. En todo momento protegieron a los Chernikov de los atacantes que se cruzaron en su camino, ayudados por Sasha, que se sumó al grupo de milicianos que los novatos lograron juntar para proteger a la familia, mientras se abrían paso a tiros y granadas al lado de las tropas que luchaban en el norte de la ciudad. Cuando fue su turno de emprender la ruta hacia Tambogrande desde el tercer campamento provisional.
Jake y Harry se ofrecieron para escoltar a la familia durante el camino, y los Chernikov aceptaron con gusto que el par de cazadores los acompañen durante los siete días que restaban de caminata hasta el campo de refugiados final. Ambos pudieron notar lo devastada que se veía a la mamá de Tania y lo confundido que estaba su hermano menor.
—Señora Katerina, siento mucho lo de su esposo —le dijo Jake con amabilidad ni bien iniciaron la marcha.
—Yo también lo lamento mucho, señora Chernikov. Lo que hizo fue muy valiente. —le daba el pésame Harry.
—Gracias, chicos. Nuestro querido Yanko ya descansa en paz.
—Siento que hayas perdido a tu papá, Vasily —le dijo Jake al menor de ellos—. Muchas personas han muerto en la guerra, familias enteras, y en el ejército y la milicia compañías y batallones completos han caído en batalla. Tú todavía tienes una familia, están casi todos aquí, caminando sanos a tu lado.
—Y sabemos que se protegerán y ayudarán entre todos —intervenía Harry—. Nosotros no tuvimos esa suerte, la de tener una familia. De niños fuimos huérfanos, llegamos juntos hasta aquí y desde allí somos buenos amigos. Siempre nos hemos apoyado entre los dos cuando éramos más jóvenes, y luego tuvimos algo así como una familia, con nuestros hermanos de la milicia. Y además ahora tienes a dos nuevos amigos, Vasily.
—Sí, papá era valiente, bravo y todo eso. Y no solo salvó a Tania y Sasha, también a todos los demás, ya que si no se hubiera quedado en el puente mis hermanos no habrían encontrado al otro ejército, y nunca hubieran llegado los aviones ni las bombas, y ahora estaríamos todos muertos. Nos sentimos orgullosos de él, pero nos duele mucho haber perdido a papá.
—Eso es totalmente cierto. Tu papá es un héroe y fue un gran guerrero —le respondió Jake.
—Sí, un gran guerrero, además de todo lo demás que fue en vida —agregó Sasha—. Tania, ¿a cuántos crees que haya matado papá en el puente?
—Ay, no, me duele pensar en eso.
—Pero, ¿cuántos crees? ¿Setenta? ¿Cien? ¿Más de cien? Yo creo que más de cien.
—No importa cuántos fueron, Sasha, lo que importa es que Yanko se quedó a salvar a mis hijos, fue todo lo que se espera de un padre, y los ayudó a ustedes a que nos salvaran a todos los que sobrevivimos la guerra.
—Gracias por sus palabras, chicos. Recordaremos a nuestro padre con alegría, fue un hombre bueno y honesto, y siempre se preocupó por nosotros. Lo extrañaremos mucho. Nos hará mucha falta en el inicio de nuestra nueva vida —les dijo Tania con pena.
Los refugiados caminaron en silencio la mayor parte de la ruta, que los acercó a las partes altas de la cordillera, por lo que sintieron la falta de oxígeno, el sol abrasador, el frío extremo, y la exigencia del camino de subida, y el de bajada también. Una larguísima columna de civiles mezclados con militares recorría las estrechas rutas de las alturas de los Andes. Cada tarde llegaban extenuados a un nuevo campamento, y cada mañana partían temprano hacia el siguiente. Luego de una semana de camino, por fin llegaron al campo provisional que el ejército aliado había levantado para ellos dentro de su territorio. Como fueron llegando les fueron asignadas carpas y barracas levantadas de manera apresurada, pero con algunas facilidades como baños y camas limpias, y también les entregaron mantas, algo de ropa, artículos de higiene y otros bienes básicos. Las comidas eran buenas, al igual que la atención sanitaria, por lo que los refugiados fueron recuperando el ánimo poco a poco antes de que finalizara el periodo de cuarentena, y hasta algunos lo empezaron a sentir como su nuevo hogar.
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La Última Guerra en la Tierra
Science FictionEn el año 2071, los pocos miles de sobrevivientes de la Tercera y Cuarta Guerra Mundial que escaparon del apocalipsis, la radiación y el contagio, hallaron refugio y recursos en la selva montañosa de los Andes orientales, donde lograron desarrollar...