Cuando Weiland llegó esa mañana a la sede del Consejo, este era un loquerío. Las personas entraban y salían apuradas de las oficinas, corrían por los pasillos y las escaleras, y discutían a viva voz entre ellos. Lógicamente, las noticias sobre la pérdida de la Muralla habían causado gran temor en la ciudad, que se reflejaba en las desesperadas gestiones que realizaban los burócratas de la administración.
Al entrar en la sala donde se reunía el Primer Consejo junto a sus asesores, pocos prestaron atención a su llegada. Si lo hizo el general Watanabe, que se acercó a la puerta y pudieron intercambiar algunas palabras.
—Nunca he visto discusiones tan encendidas desde que asisto al Consejo. —Fue lo primero que le dijo Watanabe.
—Lo imaginaba. No es para menos.
—Por supuesto, que no, general Weiland. Fue muy duro saber que perdimos la Muralla y que cayeron tantos en la batalla. Prácticamente el 2.° Ejército por completo junto al general Battory. Todos lo admirábamos. Eran buenos soldados.
—Lo eran, nos harán mucha falta en esta guerra.
—Por otro lado, general, volviendo a lo que vino a hacer, déjeme decirle que no fue difícil persuadirlos. Accederán a nuestra solicitud. Se declarará la guerra total.
—No les queda otra alternativa. El enemigo ya se encuentra cerca del valle, y si los consejeros están aquí es porque son personas con sentido común, comprenden que la totalidad de las acciones y recursos deben ser destinados a la defensa.
—Sí, lo tienen claro. Aceptarán el plan.
Ambos se dirigieron a la gran mesa y tomaron asiento.
—Ciudadanos, buenos días —saludó Weiland.
—Gracias por venir, general —le dijo el consejero Bacham.
—Vine desde el frente lo más rápido que pude.
—La pérdida de la Muralla nos ha causado mucha tristeza. Y mucha más saber que murieron tantos soldados. Numerosas familias sufren en estos momentos la pérdida de sus seres queridos. Nuestros pensamientos están con ellos, y, por supuesto, con los caídos —le dijo de inmediato Durruti.
Weiland asintió con respeto.
—¿No pudo asistir el general Hoth con usted? —preguntó el consejero Leclerc.
—El mariscal Hoth no me acompañará hoy. Su nuevo rango lo pone a cargo de todas las operaciones militares, por lo que permanecerá en el frente.
—Pero, ¿Hoth no fue acaso el encargado de elaborar el plan de defensa, según tenemos entendido? —le respondió.
—Es correcto, consejero, y no es un solo plan, son varios, definidos para diferentes escenarios. El que les vamos a presentar hoy es el que comprende una situación donde hayamos sido sobrepasados en la Muralla.
—De acuerdo, general.
Weiland se levantó y se dirigió hacia un mapa que mostraba el valle de San Pedro por completo.
—En estos momentos, los restos del 1.er y 3.er Ejército, y los pocos sobrevivientes del 2.° que lograron escapar, al igual que la Milicia de Fronteras, se encuentran subiendo por el cañón Negro, hacia el valle. El nuevo cuartel general del mariscal Hoth se ubica ahora detrás del bosque Sur. —señaló en el mapa—. A este sector es hacia donde se están replegando las tropas, detrás y dentro del bosque, formando cinco líneas de defensa que cruzan de lado a lado la parte sur del valle de San Pedro, de este a oeste, y que se unen en sus extremos en ambas cordilleras con las líneas de la milicia, que van en paralelo de sur a norte.
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La Última Guerra en la Tierra
Science FictionEn el año 2071, los pocos miles de sobrevivientes de la Tercera y Cuarta Guerra Mundial que escaparon del apocalipsis, la radiación y el contagio, hallaron refugio y recursos en la selva montañosa de los Andes orientales, donde lograron desarrollar...