21. La milicia va de cacería

5 2 0
                                    


—Coronel, hemos evaluado la situación cuidadosamente y creemos que esta posición también caerá. Nuestras líneas en el valle serán todas superadas, una a la vez.

Anders no respondió a lo que Harris decía, recién servida la cena.

—La fuerza del enemigo es mucho mayor a lo que aquí podremos resistirlo, y eso solo será por un tiempo limitado, coronel —agregó el general Hoth.

—Entiendo.

—Seguiremos practicando una estrategia de defensa móvil, atacarlos primero, luego defendernos hasta que llegue el momento en que debamos replegarnos nuevamente para no perder más hombres y armamento — continuó Hoth.

—Perderemos el Valle de San Luis, general Hoth.

—Sí, lo perderemos.

—¿Y el 2.° Ejército? Quedarán aislados.

—Las tropas del general Battory han abandonado sus posiciones en el Valle del Sur para unirse a nosotros. Esperemos que lleguen antes de que el enemigo inicie la ofensiva —respondió Hoth.

—De acuerdo, general.

—Será una dura batalla y debemos continuar golpeando al enemigo con todas nuestro poder. No pueden contar con tropas infinitas —añadió Harris—. El 1.er Ejército les hará pagar con muchas vidas su próxima conquista.

—En la milicia pensamos igual que usted, general.

—Lo sé, Anders, recuerde que de ahí vengo, toda la vida seré un cazador al igual que usted, pero por ahora la milicia deberá permanecer en la retaguardia. Las tres líneas de defensa en este extremo del valle están bien cubiertas por el 1.er Ejército.

—Entendido, señor, estaremos listos para tomar posiciones en cualquier flanco que se viera amenazado.

—Excelente, coronel, ese es el plan. Pero también estamos pensando en otra misión para algunos de sus mejores cazadores.

Al terminar la cena con los generales, Anders se despidió e inmediatamente buscó a sus oficiales, que hacían la sobremesa con sus hombres en una enorme carpa comedor. Al verlos reunidos allí, prácticamente a todos los miembros del Ejército de Fronteras del sector suroeste, más de dos mil hombres y mujeres, se animó a dirigirse a todos.

El coronel Anders primero intercambió algunas palabras con sus oficiales y luego se paró encima de una de las mesas.

—¡Cazadores, atención!

Todos guardaron silencio, esperando lo que su jefe les iba a decir.

—Durante los últimos días hemos entablado duros combates, los más difíciles que la mayoría de ustedes haya visto alguna vez, y ante un enemigo muy diferente y poderoso. Hemos perdido en poco tiempo varias fortalezas, nuestros hogares en la frontera por muchos años, que ahora no son más que escombros. Y varios de nuestros hermanos han caído en combate. ¡Murieron defendiendo! -gritó Anders.

—¡Murieron defendiendo! —dijeron todos al unísono con energía.

—Ahora, este regimiento deberá reponer fuerzas, se mantendrán en la retaguardia hasta que recibamos nuevas órdenes. Lo más probable es que nos envíen a cubrir algún flanco que requiera refuerzos luego de iniciada la batalla. El 1.er Ejército se encargará de mantenerlos a raya lo más que se pueda.

—Es casi seguro que también perderemos esta base, ¿verdad, coronel? —preguntó uno de los cazadores más jóvenes, aprovechando la confianza que su jefe les daba en ese momento.

—Resistiremos aquí el mayor tiempo posible —respondió Anders, evadiendo una respuesta directa.

Un suave murmullo recorrió el comedor. En la milicia no estaban acostumbrados a retroceder y ceder terreno. Querían pelear, hasta el final, hasta la muerte si era necesario. Esa era su misión y su juramento. Sin embargo, también les habían enseñado a ser inteligentes y analizar cuidadosamente las situaciones, y sabían que sus vidas, su fuerza de combate, eran muy valiosas como para desperdiciarlas en una vana y desesperada defensa. Sabían muy bien que lo mejor era salir de la batalla con vida para poder seguir luchando al día siguiente.

—¡Cazadores! Nos han encomendado otra misión. Una que nuestro cuerpo puede ejecutar mejor que cualquier otra unidad del ejército. Para esto nos hemos venido preparando, para esto hemos ganado esta experiencia, luchando en las fronteras, para esto es que estamos aquí. —El coronel esperó unos segundos antes de continuar—. La misión que nos han encomendado es la de ir a la caza de los oficiales enemigos. Necesitamos un pelotón de voluntarios para dirigirnos hacia donde se encuentran las tropas invasoras y empezar a cazar a los mandos que dirigen sus ejércitos. Por esto es que solo irán voluntarios, por el peligro que esta misión significa.

Anders guardó silencio, mirando a los soldados a su alrededor. Sabía que pronto tendría al grupo formado. El mayor Alonso se ofreció para comandar el pelotón, seguido por el capitán Muller, su inseparable segundo al mando, y rápidamente se les fueron uniendo algunos hombres más, hasta llegar a ser dieciocho.

Afuera de la carpa, cuando el grupo de voluntarios escuchaba las instrucciones de sus comandantes antes de ir a prepararse y descansar para partir unas horas después, se les unieron los dos novatos.

—No es necesario que ustedes vengan —les dijo Alonso al verlos llegar.

—Queremos ir, mayor —le respondió Jake con seguridad—. Usted pidió voluntarios y aquí estamos.

—La misión es peligrosa y aún no tienen la experiencia necesaria para...

—Mejor es que seamos veinte, es preferible redondear los números. Veinte suena mejor que dieciocho —dijo Harry, sin mostrar mayor interés por lo que su jefe les decía.

—Capitán, ya demostramos nuestro valor, y también que tenemos buena puntería —agregó Jake—. Ya somos cazadores, nos lo hemos ganado. ¿O no, mayor?

Alonso los miró pensativo.

—Está bien, vendrán. Capitán Muller, los pescados son su responsabilidad.

—Entendido, mayor —respondió el gigante barbudo, para luego guiñarles un ojo a los novatos. Ambos sonrieron.

El coronel Anders esperó a que el mayor Alonso terminara de detallar el plan para intervenir.

—Señores, como ya lo suponen, esta posición al final será también superada. Resistiremos lo más que podamos y causaremos grandes bajas al enemigo, pero al final deberemos replegarnos nuevamente.

—¿A dónde será eso, señor? —preguntó Silva, que había sido uno de los primeros en unirse al pelotón.

—Lo más probable es que sea a la Muralla.

—Perderemos el Valle de San Luis, por completo, y todas las bases y fortificaciones que hay en él.

—Sí, lo sabemos, Silva.

—¿Y el 2.° Ejército, mayor? —preguntó Muller.

—Esperamos que lleguen a tiempo para la batalla. Aunque eso no es seguro, una parte de sus tropas puede que quede aislada si no se mueven lo suficientemente rápido desde sus posiciones en el sur.

Todos escuchaban en silencio, y algunos bajaron la cabeza en señal de preocupación.

—Por este motivo, su grupo, mayor Alonso, deberá reunirse nuevamente con el resto del regimiento detrás de la Muralla, donde nos encontrará junto al ejército esperando el siguiente ataque.

—Entendido. Volveremos por la frontera oeste, bordeando las cumbres, hasta pasar la Muralla.

—Los veremos de nuevo allí, en la Muralla. Confiamos en ustedes. ¡Armados y atentos!

—¡Armados y atentos! —respondió el pelotón con entusiasmo.

La Última Guerra en la TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora