Laura y el mariscal Hoth volvieron al campo al día siguiente, trayendo consigo algunos miles de comunicados impresos para ser distribuidos entre los refugiados, transmitiendo las noticias que habían recibido del consejo de Tambogrande el día anterior sobre su situación y el inicio de su nueva vida en la sociedad que estaba por asimilarlos. Luego de reunirse algunas horas con los pocos científicos y trabajadores de ambos consejos que sobrevivieron a la guerra, Laura se dirigió a la carpa de los Chernikov para almorzar junto a ellos las finas comidas que había traído desde la ciudad. Lukas se apareció a las dos de la tarde en punto, y les dijo que las camionetas estaban listas para partir desde la puerta oeste del campo.
Viajaron por media hora en dirección a la cordillera en tres modernas y blindadas camionetas eléctricas, y luego dejaron los vehículos para continuar el camino a pie por una hora más. Lukas, Sasha, Jake y Harry portaban armas, al igual que los choferes, por lo que no consideraron necesario aumentar el número de soldados que acompañaría a la familia hacia la ubicación indicada por los que habían invitado a Tania. No vieron a ningún invasor en todo el trayecto y se sintieron seguros al cruzarse algunas veces con tropas aliadas durante el viaje.
Cuando llegaron a un claro en el bosque, el lugar indicado, vieron a una cierta distancia a una familia con niños pequeños que se acercaba hacia ellos.
—Gracias por venir. Sus armas no son necesarias aquí —les dijo el hombre adulto del grupo con amabilidad, y los cuatro dejaron sus rifles y pistolas a un lado.
—Hola, Tania. Nos da mucha alegría poder verte de nuevo. —la saludó la mujer.
—Hola, a todos. ¿Ya nos conocíamos de antes?
—Sí, cuando eras muy pequeña. Pero eso te lo contaremos luego. Como ven, somos muy parecidos a ustedes, casi iguales, ¿verdad? Aunque nuestro acento es diferente.
—Es cierto —respondió Laura.
—Eso es porque somos ustedes. Somos los humanos del futuro. Somos los terrícolas que habitan otros planetas y sistemas.
Lo que escucharon en ese momento fue demasiado grande como para que puedan asimilarlo en unos pocos segundos. El grupo se quedó en silencio sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo.
—No se preocupen, a todos les pasa lo mismo —les dijo el hombre—. La verdad es que estamos cerca a ustedes desde siempre. Desde que los humanos habitan la Tierra. Y hasta llegamos a convivir con muchas civilizaciones antiguas. Lo pueden ver en su arte y vestigios.
—Sí, es verdad. Se puede ver claramente que una civilización mucho más avanzada tuvo contacto con varias culturas de la antigüedad —afirmó Tania—. ¿Y por qué luego desaparecieron?
—Porque los humanos inevitablemente desarrollaron sus sociedades, sus poblaciones crecieron y aprendieron a hacer la guerra a gran escala — respondió el varón.
—En algún momento las cosas se tornaron peligrosas para nosotros, y tuvimos que alejarnos —agregó la mujer—. Pero luego volvimos, muchos siglos después. Han podido ver nuestras naves, las han visto volar. Las conocen bien, pero nunca vieron a los que estaban en su interior. No hay hombrecitos verdes, por lo que sabemos hasta ahora. Solo nosotros mismos. Siempre fuimos nosotros. Nunca existió el peligro de una invasión desde el espacio o que alguna otra civilización de la galaxia quisiera exterminarnos para aprovecharse de nuestros recursos.
—Son viajeros del tiempo —les dijo Tania.
—Así es, Tania, viajamos a través del tiempo, y de un lugar a otro del espacio.
—¿Cómo lo hacen?
—Creo que lo sabes.
—¿Agujeros de gusano? ¿Curvaturas en el espacio?

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La Última Guerra en la Tierra
Science FictionEn el año 2071, los pocos miles de sobrevivientes de la Tercera y Cuarta Guerra Mundial que escaparon del apocalipsis, la radiación y el contagio, hallaron refugio y recursos en la selva montañosa de los Andes orientales, donde lograron desarrollar...