29. La batalla de la Muralla

6 2 0
                                    


El grupo del mayor Marco Alonso, que había partido unos días antes continuando con su misión de cacería, logró penetrar varios kilómetros por encima de las tropas de vanguardia invasoras, y fue el primero en reportar que los ejércitos enemigos habían reiniciado el avance y se encontraban a una distancia de doce kilómetros de la Muralla. Se movían lentamente, pero sin pausa a través de la base del cañón, divididos en dos enormes columnas, una a cada lado del río, y ocupaban también las laderas bajas que encerraban la quebrada, abriéndose paso a través del denso bosque.

Los observadores de artillería siguieron su avance hasta que los tuvieron a alcance de tiro, y en esos momentos las baterías de la Muralla abrieron oficialmente la nueva batalla con un ruido ensordecedor, que se escuchó claramente en la ciudad, al ser amplificado por el eco que generan las montañas.

El general Hoth había sido ascendido recientemente a mariscal de campo, a insistencia suya, con el poderoso argumento de haber sido él mismo el creador del plan de defensa, añadiendo además que podría presentar una mejor batalla que el general Santander, el cual se mostraba algo dubitativo por esos días. Weiland estuvo de acuerdo, y el general teutón se hizo cargo de la totalidad de las operaciones del ejército, incluyendo la dirección de la batalla que iban a enfrentar pronto.

Werner Hoth era un astuto estratega y un excelente comandante en el campo, descendiente de una larga estirpe de lo mejor de la aristocracia militar prusiana, aquella austera nobleza germana de naturaleza guerrera, que llevó a Prusia a ser un actor importante en las guerras europeas de los siglos XVIII y XIX, y que luego condujo a la Alemania unificada e imperial a combatir como potencia y contra todos en las dos guerras mundiales que asolaron Europa durante la primera mitad del siglo anterior.

Sin duda, Hoth era el mejor general con el que Weiland podía contar. Su vasta experiencia en combate lo había ido formando con el tiempo como un experto en la guerra defensiva, pero ganó mayor notoriedad cuando dirigió ataques y contraataques, realizando operaciones de tenaza muy bien planeadas y ejecutadas con el objetivo de encerrar a las tropas enemigas en un cerco o bolsa, un kessel, como él le llamaba en su idioma natal. Llevaba la blitzkrieg en la sangre, y en cada ofensiva que comandó durante las últimas guerras logró combinar de manera armónica, casi como una sinfonía, el bombardeo intensivo de la artillería y la aviación, con el rápido despliegue de sus divisiones panzer, seguidos de cerca por intrépidas tropas de asalto bien entrenadas, lo que convertía a su ejército en una temible maquinaria para hacer la guerra, y para ganarla, si es que nunca hubiera dejado de contar con los recursos necesarios para conseguirlo.

Y en esos momentos tampoco los tenía. Creía firmemente en su plan de defensa, en que este los llevaría en algún momento a detener al enemigo, y confiaba también en la solidez de sus líneas y fortalezas. Pero más que todo contaba con sus tropas. La mayoría de ellos tenía bastante experiencia en combate, principalmente los oficiales, y sabía que seguirían luchando con habilidad batalla tras batalla. Sin embargo, también tenía claro que no habían dispuesto del tiempo suficiente para prepararse adecuadamente, para fabricar más armas, para continuar reforzando las defensas, ni para entrenar mejor a los nuevos reclutas. La invasión había ocurrido muy rápido, y solo en algunas pocas semanas ya se enfrentaban al enemigo en la misma Muralla.

No obstante, la verdad más apabullante era que este era muy superior. No en calidad, pero sí en cantidad. Sus elevados números hacían de su arremetida una fuerza indetenible, que los había obligado a retroceder rápidamente en cada batalla. Aunque ahora Hoth sabía a quién se enfrentaba. Sin duda Samsonov enviaría oleada tras oleada para estrellarse contra las defensas de la Muralla, que tenía muy claro no era impenetrable, y que, además, la golpearía con mucha fuerza con su artillería hasta que esta cediera en algún punto por donde sus salvajes tropas lograrían pasar y se verían forzados a retroceder nuevamente. Y esa larga y alta muralla, donde se depositaban casi todas las esperanzas de detener la invasión, corría el riesgo de convertirse en su Línea Maginot.

La Última Guerra en la TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora