Lukas Anders llegó a la sede del Consejo de Defensa y desayunó solo en el comedor de oficiales. Luego se dirigió al despacho del general Weiland. Este se encontraba reunido con su estado mayor. Anders saludó a los demás generales, se sentó en la larga mesa y escuchó con atención cómo discutían sobre la provisión de hierro, la fabricación de armamento y sobre las nuevas armas que estaban probando en esos momentos.
Luego llegó su turno de presentar el informe trimestral sobre las acciones realizadas en la frontera.
-Mayor Anders, cuéntenos, ¿cómo van las cosas allá en la frontera suroeste? -le pidió Weiland sonriendo.
-Bien, señor. -Anders sacó su cuaderno de notas y se preparó para recitar números, como era lo habitual-. Entre enero y marzo hemos cazado a 2265 invasores. La cuarta parte fueron muertos por las trampas, y el resto se dividió entre los abatidos con flechas y lanzas y las muertes por acción de los francotiradores.
-Me parece que cada vez reporta mayor número de bajas del enemigo.
-Sí, señor, es correcto.
-¿Debemos estar preocupados?
-No lo creo, general. Lo que creemos es que el alimento en el Valle del Pacífico se está agotando, por ello ahora vemos mayor número de infectados en el Valle del Oeste y a altitudes cada vez mayores. No podrán aventurarse más allá de nuestras posiciones más alejadas en la frontera. Los mantendremos a raya, como siempre.
-Esperemos que así sea, mayor. Confiamos en usted y en su regimiento de cazadores.
-De acuerdo, señor.
Anders agachó la cabeza.
-Mayor, ¿noto que hay algo más que le gustaría informar?
-Sí, general Weiland. En realidad, solo es un comentario sobre algo extraño que estamos viendo.
-Díganos, Anders. Ya nada es extraño para nosotros. Menos para usted, mayor.
-Lo que sucede es que desde hace algunas semanas hemos capturado algunas armas. Pistolas y fusiles. Algunas de ellas automáticas.
-¿Armas de fuego? ¿Con los infectados?
-Sí, es correcto, señor.
-¿Cómo puede ser esto posible? ¿Y sus armas habituales? Los machetes y cuchillos, ¡con los que siempre cargan!
-También los tenían. Solo algunos portaban armas de fuego.
Los generales se quedaron en silencio.
-Esto sí preocupa, mayor. -Weiland hizo una larga pausa-. Desde hace mucho que no veíamos al enemigo con este tipo de armas. -otra larga pausa-. Debemos tomar acciones inmediatas -se dirigió al resto de oficiales-. Reforzaremos las fronteras. Necesitamos reclutar más tropas, producir más armamento, reforzar las fortificaciones.
-Estamos al tope de nuestra capacidad, señor -respondió el coronel Peña, encargado de la Oficina de Armamento.
-Debemos aumentar la producción bélica, coronel. -Tenemos poco hierro.
-Lo sé, Peña, créame.
-Con la puesta en marcha del tercer plan agrícola se ha descuidado el trabajo en las minas, general. Hemos insistido siempre en la importancia de no parar la extracción de mineral de hierro para no afectar la producción de armamento, pero el Primer Consejo no lo ha aprobado, no están dispuestos a retirar a algunos agricultores de sus labores para trabajar en las minas y fábricas -insistió el coronel Peña.
-Mañana aprovecharé la reunión con el Primer Consejo para presentar estos asuntos -dijo Weiland-. Sin alarmarlos, claro. Pero seré más enfático comunicando claramente la necesidad de volver a operar las minas a toda su capacidad. La supervivencia de todos depende de esto. Un ejército sin armamento suficiente no podrá luchar como se espera. Por más hábiles que sean las tropas, sin un poder de fuego absolutamente superior, en algún momento correremos el riesgo de ser superados. Sabemos que ese día puede llegar, en que nos ataquen con fuerza, y si ese día se acerca debemos estar más que preparados.
-De acuerdo, señor -dijeron todos.
-Mayor, enviaremos a la frontera, cuanto antes, nuevos fusiles para sus cazadores y algunas piezas más de artillería. Y ametralladoras de grueso calibre, además de munición y pertrechos.
-Eso nos servirá mucho, señor. Gracias, señor -respondió Lukas.-¿Será suficiente con veinte ametralladoras más?
-Más que suficiente, general. Lo que si requerimos con urgencia es aumentar el destacamento. Debemos contar con nuevos reclutas para entrenar. La mayoría de cazadores ya son mayores, veteranos de guerra. Necesitamos sangre fresca y ágil.
-No se preocupe, Anders, lo estamos gestionando. Pronto llegarán tropas de refresco a la cordillera. Y usted se encargará de su entrenamiento.
-Gracias, señor. Los haré buenos soldados.
-Mayor, sobre eso, tenemos otro tema que contarle - continuó Weiland.- Dígame, general.
En ese momento tomó la palabra el general Hoth, comandante en jefe del Primer Ejército.
-Mayor Anders, ¿ha escuchado usted hablar sobre los dos jóvenes que vivían como vagabundos en las montañas? Los que cazaron un trogón de cola negra, y que fueron sentenciados en Maizal. ¿Lo recuerda? Fue hace solo unos meses.
-Todos lo hemos escuchado, general Hoth Un par de bribones.
-De acuerdo. Pero al parecer, son excelentes tiradores.
-Trescientos metros no es nada señor, mis hombres pueden cazar a cualquier bestia desde más de mil doscientos metros de distancia.
-Y de seguro pronto desde los mil trescientos o los mil quinientos metros, con los nuevos rifles que les estamos enviando. Pero, mayor, le dieron en el cuello a un ave de treinta centímetros de altura, que saltaba como loca dentro de un árbol y con un rifle de principios de siglo.
Lukas se quedó en silencio. Los demás generales lo miraban con una leve sonrisa.
-Creemos que pueden servir en la milicia, en el pelotón de Alonso - continuó Hoth.-Señor, con todo respeto, la compañía del capitán Alonso no es lugar para criminales.
-Pero hay muchos de ellos en la milicia. Solo que usted ahora ve solo a cazadores, pero que antes fueron sentenciados. -Anders no respondió-. Sabemos que Alonso los entrenará bien y serán buenos cazadores en poco tiempo. Puntería tienen. Aprobaron el entrenamiento básico sin problemas y en el curso para francotiradores sobresalieron. Esos dos jóvenes nacieron para la milicia, para custodiar las fronteras. Son un par de pillos que viven del bosque, al margen de la sociedad, y ese es justamente el tipo de soldados que usted necesita.
-De acuerdo, señor.
-Alonso se hará cargo de su entrenamiento, en su mismo pelotón.
-Esto no le va a gustar.
-Le gustará, y luego me lo agradecerá. Delo por seguro.
-Entendido, general Hoth.
-Gracias, mayor. ¿Cuándo vuelve a la frontera? -preguntó Weiland.
-En un par de días parto de vuelta.
-Manténganos informados sobre lo que allá ocurre. Envíe chasquis más seguido.
-Sí, señor.

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La Última Guerra en la Tierra
Science-FictionEn el año 2071, los pocos miles de sobrevivientes de la Tercera y Cuarta Guerra Mundial que escaparon del apocalipsis, la radiación y el contagio, hallaron refugio y recursos en la selva montañosa de los Andes orientales, donde lograron desarrollar...