22. La batalla de San Luis

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Debido a que había recibido lluvias recientes y aún estaba muy húmedo, el valle de San Luis no pudo ser incendiado, por lo que en vez de eso se decidió inundarlo, siguiendo una estrategia de tierra arrasada. Se abrieron las represas y se desbocaron los ríos, cubriendo de agua la mayor parte del valle, que era completamente plano en su zona central, convirtiendo esta área en un pantano lleno de lodo que iba a dificultar el avance de los ejércitos enemigos.

Las líneas del 1.er Ejército se encontraban en la cabecera del valle, más al noreste, sobre unas colinas. Consistían en una serie de fortalezas, murallas, trincheras, fosas, alambradas y reductos conectados entre sí y con la retaguardia, para nunca detener la provisión de refuerzos, suministros y munición, y poder también retirar a los heridos. En estas líneas de defensa era que iban a librar una batalla a muerte antes de replegarse nuevamente, tratando de causar el mayor número de bajas posibles dentro de las filas enemigas, buscando desgastarlo de manera constante, disminuyendo así su fortaleza y su ímpetu. Pero esto no se daría pronto, no en esta batalla, los invasores aún contaban con muchas tropas por sacrificar antes de poder detener su avance.

Cuando los tuvieron a seis kilómetros de distancia, aquella misma noche, el general Harris ordenó que la artillería abriera fuego, con un estruendo ensordecedor que iluminó de destellos parpadeantes la clara noche de la selva altoandina. Más de trescientas piezas de todo tamaño concentraron sus disparos sobre las formaciones enemigas, mientras los cañones antiaéreos dirigían el fuego contra sus baterías, antes de que pudieran ser desplegadas para contrarrestar el ataque. Toda la noche machacaron sin cesar a los invasores, y al amanecer, luego de despejada la neblina, pudieron ver que más de ocho ejércitos se cuadraban frente a ellos. En una batalla muy desigual, solo treinta mil hombres y mujeres iban a combatir contra más de ocho millones.

A las pocas horas, los observadores vieron por sus binoculares llegar a los tanques. Una larga fila de blindados empezó a recorrer la cabecera del valle, pero no pudieron penetrar más debido a que este había sido inundado. Fue el turno de los cañones antiaéreos, copias mejoradas de los alemanes Flak de 88 mm, que las tropas de la Wehrmacht habían aprendido a utilizar con destreza contra blancos en tierra, principalmente contra los blindados, siendo sumamente mortales debido a su precisión, alcance y poder de fuego. Uno a uno fueron acabando con sus tanques, forzando a que detuvieran su avance al ver los comandantes enemigos que seguramente iban a perder a sus regimientos blindados antes de iniciada la batalla.

Luego abrió fuego la artillería enemiga, las pocas piezas que habían logrado desplegar a tiempo, que poco a poco fueron afinando su puntería hasta que sus proyectiles empezaron a golpear las líneas de los defensores, causando las primeras bajas de la batalla. Rápidamente, aumentaron su poder de fuego con nuevas piezas, mientras sus formaciones iniciaban el avance por las pocas zonas donde el nivel del agua no era muy profundo. Los artilleros del 1.er Ejército no dejaron de golpearlos con tiros acertados que los hacían volar por los aires o morir ahogados dentro los profundos cráteres inundados que dejaban los obuses al estrellarse contra el suelo y pronto llenarse de agua. En un movimiento lento, pero incesante, las divisiones invasoras fueron acercándose cada vez más, hasta llegar a un kilómetro de distancia del inicio de las colinas, y este fue el turno de las ametralladoras de sumarse a la feroz defensa, barriendo con cientos de bestias por cada pieza que se hallaba descargando su potente e incesante fuego sobre ellos.

Ante la cercanía de la infantería de vanguardia enemiga, que había aumentado la velocidad de su avance una vez superadas las zonas inundadas del valle, la primera línea de defensa se fue retirando a la segunda, para desde esta posición continuar disparando, pero solo por un corto tiempo, para luego retirarse a la tercera línea, la cual estaba mucho mejor fortificada, ya que contaba con gruesos muros que llegaban en sus extremos hasta los picos más elevados de las montañas más altas de la región, a ambos lados de las estribaciones del valle, asemejándose a una muralla china, pero en los Andes sudamericanos.

La Última Guerra en la TierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora