Durante el camino de regreso por el sendero de montaña y luego en las camionetas de vuelta al campo, el grupo se mantuvo en silencio, cada uno metido en sus propios pensamientos sobre lo que había ocurrido hacía muy poco. El tipo de encuentro que habían tenido y las cosas increíbles que escucharon habían causado una enorme impresión en todos, lógicamente. A Laura se le veía emocionada, a Jake un poco preocupado, pero en Katerina y Tania se notaba claramente la angustia y la pena.
Esa noche cenaron todos juntos en la carpa-comedor levantada para el pequeño ejército de San Pedro en el campo de refugiados, ubicado en el extremo sur del valle de Tambogrande. El extrovertido Harry buscó rápidamente romper la ansiedad que se percibía en el ambiente contando algunas historias sobre su importante participación en la guerra como parte de la mejor unidad de la milicia, y con seguridad también de todo el ejército. Pronto, Jake se unió a su amigo y ambos narraron con orgullo como al inicio de la guerra detuvieron con tiros certeros a una gran cantidad de invasores para que su pelotón pudiera ponerse a salvo; cómo luego se les asignó la peligrosa misión de abatir a los oficiales sanos que dirigían a las tropas enemigas, y que mataron a cientos de ellos desde la seguridad de los bosques. Y como después se les pidió realizar una misión casi suicida para capturar con vida al comandante de la invasión, en la cual tuvieron éxito, pero también mucha suerte.
Durante la sobremesa, se animaron a intercambiar sus impresiones sobre el extraño encuentro al que habían asistido aquella tarde. La que llevó la dirección de la conversación fue Laura, que no dejaba de expresar todo lo que su cerebro estaba procesando en esas pocas horas. Para una gran científica como ella, acostumbrada a trabajar por años para obtener respuestas, de pronto, algunas de las más grandes preguntas de la humanidad habían sido aclaradas en solo algunos minutos.
Hablaron de toda clase de cosas, pero nadie se atrevió a preguntarle a Tania qué es lo que iba a hacer finalmente. Fueron sumamente empáticos al entender que iba a requerir de algún tiempo para poder tomar una decisión sabia, ante lo trascendental de la propuesta.
Un par de días después, Tania invitó a Laura a cenar con su familia. La doctora fue sin Lukas, que andaba ocupado gestionando la incorporación del 6.° Regimiento al ejército de Tambogrande. Cuando llegó Jake, les dijo a todos que tenía algo importante que comunicarles.
—He decidido ir.
Silencio absoluto.
—¿Estás segura? No sabemos exactamente qué es lo que hay más allá —le dijo su mamá, después de unos segundos, mientras las lágrimas empezaban a caer por sus mejillas.
—Sí, mamá, estoy segura de que quiero ir. Lo he pensado bien y siento que puedo confiar en ellos —le respondió estirando la mano para coger la de su madre con cariño.
—Estas personas somos nosotros mismos, en realidad. Yo también sentí confianza al conocerlos —intervino Laura—. Entiendo la pena y angustia que están sintiendo todos en este momento, pero estoy segura de que la decisión que ha tomado Tania es la correcta.
—Jake vendrá conmigo, y me gustaría que todos ustedes también lo hagan. —y miró a su mamá.
—La verdad es que ya hemos estado hablando sobre esto con tus hermanos —le respondió Katerina, luego de un momento mientras se secaba las lágrimas—. Sabemos que puedes llevar acompañantes, pero no podremos ir contigo, lo sentimos tanto. Yo ya soy algo mayor para este tipo de aventuras, Sasha desea hacer carrera en el ejército y Vasily está por empezar en una nueva escuela.
—Lo comprendo, mamá. No te sientas mal, por favor.
—Yo tampoco podré ir con ustedes —le dijo Laura—. Hay mucho trabajo que hacer por aquí y necesitan de mi experiencia.
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La Última Guerra en la Tierra
Science FictionEn el año 2071, los pocos miles de sobrevivientes de la Tercera y Cuarta Guerra Mundial que escaparon del apocalipsis, la radiación y el contagio, hallaron refugio y recursos en la selva montañosa de los Andes orientales, donde lograron desarrollar...