Epílogo II: No me dejes

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Una semana había pasado desde su llegada a la ciudad de Dublith y todo estaba muy tranquilo en la casa de los Curtís. Ahora, las hijas del sol y de la luna, se encontraban en la habitación que compartían, acostadas en la cama y conversando una con otra, mientras la menor de ellas, estudiaba un libro sobre la alquimia para hilar vidas.

-No puedo creer que lo deporten, Gaia- comía chocolates, a su lado. Últimamente, tenía demasiados antojos raros -Hace tres años que vive aquí, ¿Por qué ahora?-

-Porque su permiso para ingresar al país, expiró hace un año y tiene que volver- contestó, dejando el libro a un lado y pensando con tristeza en él -No quiero que se vaya, hermanita- limpió una lágrima que caía por su sien -Es el único hombre que me ha hecho reír de verdad- confesó.

-Es el único hombre que amas de verdad- indicó, mirando el techo de la habitación -Al igual que yo a Lai- levantó el pendiente de su pecho, leyendo por milésimas vez, ese nombre -Esto en lo único que me queda de él, aparte del recuerdo de la noche que pasamos juntos-

Acomodó su voz. No quería quebrarse otra vez, ya tenía suficiente al llorar todas las noches por él.

-Debe estar destrozado- asintió en silencio -Él te ama con toda el alma, Dea-

-Lo sé- respondió en un suspiro -Y yo le mentí y le rompí el corazón al venir aquí- frotó sus ojos. Aparte de antojos extraños, tenía mucho sueño -¿Que harán Keilot y tú ahora?-

-No lo sé- se incorporó de la cama dándole la espalda -Hace más de cuatro días que no sé nada de él, después de que rompió conmigo-

Ella se acercó y la abrazó por detrás, sabía que estaba llorando en silencio.

-Basta de dramas, Gaia- murmuró, descansando su cabeza en ella -Él creé que al romper contigo, la situación será menos dolorosa para ambos, pero no- aseguró -Está totalmente equivocado-

-Salgamos un rato- limpió sus lágrimas, sonriendo -Quiero comer helado y seguro que tú también-

-Si, pero no tengo dinero- ella sonrió aún más.

-No te preocupes por eso, yo lo solucionaré enseguida- caminó hacia la puerta y la abrió de golpe -¡Papá!-

Gritó como una loca y un trote, junto con una vibración, se sintió por la casa.

-¿Si, hija?- el hombre apareció agitado y con un mandil de carnicero manchado de sangre -¿Les sucede algo?-

Preguntó serio, pero con una leve sonrisa en su rostro.

-Necesitamos dinero- explicó, extrayendo dos mochilas de su closet -Esta es para ti, hermanita- le lanzó y ella la atrapó -Dea quiere comer helado, pero no tiene con que pagarlo-

-¡Gaia!- la regañó, como siempre -¡Eso no es cierto!- miró al hombre en la puerta -Lo siento, ella está mintiendo- se disculpó.

-¿¡Por qué no me lo dijeron antes!?- Exclamó exasperado -¡Izumi!- caminó hacia la cocina llamando a su esposa -¡Las niñas necesitan dinero! ¿¡Dónde está la lata!?-

Fue lo último que escucharon de él antes de perderlo de vista.

-¿Por qué hiciste eso?-

Reclamó, llena de vergüenza.

-Tu apellido será Fleming- contestó guardando una libreta y el libro que leía en su mochila -Pero eres parte de esta familia ahora y tendrás que acostumbrarte, a que nuestros padres...- señaló a ambas -Nos darán todo, siempre que puedan y sin ninguna condición a cambio- entrelazó sus brazos -¡Vamonos!- tiró de ella hacia la salida -¡Papá! ¡Me estoy haciendo vieja!-

Una Alquimia llena de Magia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora