Nuestro último adiós

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Una semana había pasado desde el épico viaje en donde se reencontró con su hermana, se enteró que era la reencarnación de una antigua hechicera protagonista de una profecía y que regresó del Mar del Caos, después de haber muerto.

Ahora, estaba de vuelta en la torre, precisamente en la biblioteca, extrañando a todos con locura. La despedida había sido difícil y su promesa de irse de allí, seguía en pie. Pero primero, tenía que resolver unos asuntos pendientes.

-¡Ey, preciosa! ¿Qué haces aquí?-

Preguntó, sentándose frente a ella, después de acariciarle el cabello. En la torre, estaban prohibidas las muestras de afectó en exceso.

-Necesita estar sola y leer un rato, Lai- era cierto, tenía el libro de su hermana entre sus manos. Se lo había pedido prestado, con la condición de algún día devolverlo. Pronto sería ese día -Además, extraño a Gaia y a los demás-

Confesó, sujetando el libro con fuerza entre sus manos.

-Lo sé, hace una semana que tienes los ojos tristes y recorres la Torre como si fueras una sombra- la miraba con adoración, como siempre -No te preocupes, la volverás a ver pronto. Ahora sabés donde está y puedes ir a visitarla, cuando quieras-

La animó, su ahora novio. A quién pensaba abandonar después de despedirse de todos allí. Aunque, tenía que intentar que se fuera con ella de nuevo.

-Hablando de eso, Lai ¿Pensaste en lo que te dije?-

-Dea, ya hablamos de esto. No tengo ningún interés de ir a vivir a Amestris. Sabés lo importante que es mi trabajo aquí, no puedo irme. Lo siento, preciosa-

Explicó, pacientemente su punto, que era totalmente valido y que ella respetaba. Pero, ya había tomado una decisión, se iría sin él.

-Si, lo sé. Lo siento. Tenía que intentarlo una vez más- dijo sonriendo. Era verdad, lo había intentado tres veces antes y siempre tenía la misma respuesta -Bien, supongo que tendré que esperar hasta las vacaciones para ver a Gaia- Sonrío, se puse de pie y se dirigió a él -Voy a hablar con el maestro Hartia y Eris, luego nos vemos-

Besó su mejilla y se fue de ahí. Su idea era despedirse de ellos y después, ir a su habitación para decirle adiós.

Hacía unos días que había regresado a casa y a su padre, casi le dió un ataque cuando la vió vestida de alquimista. Por suerte, delante de él, pudo volver a la normalidad.

Todavía no les había contado nada a sus padres acerca de su hermana. Ella le prometió que iría a Amestris en unos días, para revelarles la verdad, juntas. La extrañaba tanto. Jamás había llorado en un viaje de regreso a casa, como lo hizo cuando partió de Keisalhima. La despedida fue tan difícil para ella que, no podía evitar recordarla.

-Adiós alquimista de acero, espero volver a verte pronto. Fue un gran honor conocerte y convertirme en tu amigo-

Ambos estrecharon sus manos formando un puño.

-Lo mismo digo, hechicero negro. Eres mejor de lo que imaginaba. Avísame cuando estés por Amestris-

-Así será, Ed. Seguiremos en contacto. Adiós, Al- se despidió de ellos. Luego se acercó a Gaia y la abrazó con fuerza. Ella estaba, literalmente, petrificada - Cuídate mucho, pequeña alquimista. Sigue siendo tan dulce y divertida como siempre- le frotaba la espalda con cariño -Te extrañaré. Escríbeme cuando me necesites-

-Adiós, Orphen. Gracias por todo. Cuídate-

Se separó y se alejó de ella, un tanto conmovido, mientras todos los miraban extraño, en especial, a él.

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