Keisalhima, Camino a Ciudad del Este.
Estaban a sólo tres días de llegar a destino que era Ciudad del Este. Allí, es donde se realizará el Festival de la Luna de Sangre, pero desde que salieron de Totokanta, no han tenido más que mala suerte. Los atacaron dos monstruos, tres grupos de bandidos y tuvieron que luchar contra un jardinero que intentaba conquistar el mundo, otra vez. Según él, los atacó buscando venganza por lo que sucedió la última vez que Orphen y los demás, arruinaron sus planes.
Ahora bien, para agregar más drama al asunto, hacía varias horas que estaban caminando en círculos por el bosque, ya que la carreta que les había prestado la madre de Cleo para viajar, quedó destruida en el último enfrentamiento. Al fin de cuentas, el maestro Hartia tenía razón.
-¡Ahora si, muchachos! ¡No puedo equivocarme, es por allá - señaló la cazadora hacia el este -¡Lo presiento! ¡Vamos!-
-¡Rayos! Hace varias horas que estamos caminando en círculos, siguiendo tus malditos presentimientos, Cleo- comentó irritado, el malhumorado hechicero -Y no me digas que es una simple exploración de terreno, porque sabés bien que no lo es- la apuntó con el dedo.
-¡Cielos! El hechicero tiene razón- miraba alrededor, perdida y desorientada -Hemos estado caminando sin rumbo fijo, desde hace horas- apuntó hacia un lado -De hecho, he visto la rama de ese árbol, como unas tres o cuatro veces- volteó enojada hacia su amiga -¡Gracias, Cleo! ¡Por tu culpa estamos perdidos!-
-¿Mi culpa? ¡Es su culpa! ¡En ningún momento obligué a ninguno de ustedes a que siguieran mis pasos!- Se excusó de manera inocente, haciéndose la desentendida de todo -Además, la culpa es total y únicamente de Majic, yo iba siguiéndolo a él-
Eso era típico de ella, echarle la culpa a otro.
-No mientas, Cleo- se defendió el aprendiz -Yo venía detrás de tí, como todos los demás-
-¡Callate, Majic! ¡O te vestiré de mujer como la última vez!-
Advirtió, apuntandolo y jurando su amenaza.
-¡Basta los dos!- exclamó, antes de que perdiera los estribos -No estoy de humor para soportar una discusión entre ustedes en este momento- se sentó bajo un árbol -Tenemos que pensar en como salir de aquí, eso es lo importante-
-¿Qué se te ocurre, maestro?- miraba alrededor, intentando buscar un rumbo -Mira que esta anocheciendo y es muy peligroso quedarnos a acampar aquí en el bosque-
-¡No lo sé! ¡No lo sé! ¡Maldito destino! ¡A veces siento que nos odia!-
Exclamó, haciendo una rabieta de niño chiquito.
-Lai, tu podrías sacarnos de aquí, eres un vidente, ¿No?- se acercó a él y este la abrazó. Ella temblaba de frío -Me refiero a que, podrías rastrear la salida o buscar algún camino por el cual seguir ¿Puedes hacer eso?-
Él negó con la cabeza, inmediatamente, frotándole los brazos para que entrara en calor.
-Me encantaría poder hacerlo, preciosa- la besó en la sien. Él estaba profundamente enamorado de esa bella muchacha y ella lo ignoraba por completo -Pero como todo vidente, mi poder es limitado. No puedo controlar las visiones, ellas vienen a mí de manera involuntaria y momentánea- la separó de él, acomodándole el cabello -Lo siento, no puedo hacerlo, aunque era una gran idea- ella sonrió mirándolo a los ojos -¿Estás mejor? ¿Ya no tienes frío?- asintió y se alejó un poco.
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Una Alquimia llena de Magia
FantasíaUn naufragio. Dos hermanas separadas por la tragedia. Dos rumbos desconocidos. Una profecía por cumplir. Un pasado que recuperar. ¿El destino las volverá a unir? Libro 1 de la trilogía: Sol y Luna