Epílogo VI: La diosa de la salud

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La sala de partos era un caos, ya que dentro de ella, se encontraba una joven hechicera, dándolo todo, para traer a su hija al mundo. No estaba sola, sus padres, no se despegan de ella. Pero su hermana,  decidió quedarse fuera por propia voluntad, su sufrimiento, era demasiado para ella. El susto de esa tarde, no lo olvidarían jamás, su hermana rompió bolsa e ingresó en labor de parto, cuando estaban merendando en una cafetería juntas.

-Lai tendría que estar aquí- comentó a su esposa a su lado -Él es el padre- era su amigo, no podía evitar recordarlo.

-Si al menos, hubiera contestado sus cartas- contestó ella. Estaba sentada con sus rodillas cerca de su pecho -Ahora estaría aquí, pero no, se negó a saber sobre la vida de mi hermana, así que, su presencia no hace falta en este momento- arrugó su entrecejo al hablar.

-Gaia, no digas eso- miraba hacia el pasillo donde estaba la hechicera -Tu hermana lo abandonó, es lógico que este herido-

-Si, lo sé- apoyó su cabeza en el hombro de él -Pero podría haberse tragado su orgullo y ahora, estaría aquí, con Dea y su hija- él asintió, en eso, tenía razón.

La madre de ella, salió de sala con un pequeño bulto es sus brazos. La bebé había nacido, pero lloraba sin control por obvias razones, estaba lejos de su madre.

-Sssshhhhh.... Ssshhhh.... Pequeña- la arrullo entre sus brazos, mientras caminaba hacia ellos -Ya no llores... Hay alguien que quiere conocerte-

Estaba estática, se incorporó lentamente y se acercó a su madre con cuidado.

-Hola... - susurró a la bebé, llorando de emoción -Hola, hermosa- le acarició la carita.

-Ella es tu tía Gaia, Eyra-

Dejó a la pequeña en sus brazos, entregándosela a ella y como si fuera magia, dejó llorar.

-Eres tan linda...- la abrazó, despacio -Te quiero mucho- miró a su esposo con sus ojos empañados -Mira, Keilot. Es igualita a Dea- él se acercó.

-Es igual a ti- la miraba con ternura -Es muy bonita, al igual que tú- la besó en la frente -Bienvenida a este mundo, diosa de la salud-

-¿Diosa de la salud?- preguntó sin comprender.

-Eyra, es la diosa de la salud de los antiguos pueblos vikingos- sonrió, acariciando el cabello de su esposa -Yo viví con ellos, junto a mis padres, cuando era niño- respondió su pregunta silenciosa -Al menos, con los pocos que quedan en esté mundo-

-Vaya, nunca dejas de sorprenderme- miró alrededor -Por cierto, ¿Dónde está mamá?-

-Debe haber vuelto a la sala- miraron hacia esa dirección.

-Lo hiciste muy bien, hija- habló, mientras le acariciaba los rizos con ternura -Estoy orgullosa de ti-

-Gracias, se parece a él- respondió conmovida. Sus padres, nunca le preguntaron sobre el progenitor de esa niña. Lo único que sabían, era que se trataba de un hechicero -Lamento haberte gritado, papá- el hombre junto a ella, sonrió.

- Está bien, hermosa- tomó una de las manos de su hija y la besó -¿Dea?-

Preguntó preocupado. Su hija parecía muerta, había cerrado los ojos de golpe y sus manos, estaban heladas.

-¡Doctor! ¡Enfermera!- gritó desesperada y aferrandola de los hombros -¡Dea! ¡Hija! ¡Despierta!-

Los nombrados se acercaron de inmediato.

-¡Atrás, señora Izumi!- pidió el doctor Ayerdi, que tomó el pulso de la joven y le abrió los párpados -¡Dea! ¡Preciosa!- le palmeó el rostro con cuídado - Está desmayada- aseguró -Es lógico, perdió mucha sangre- miró a la enfermera -Necesita una transfusión-

Una Alquimia llena de Magia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora