Besos en guerra

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Keisalhima, Camino a Ciudad del Este.

La hechicera, ya se encontraba totalmente recuperada de ese hechizo de transmutación de hacía dos días atrás. Afortunadamente, se encontraban a unos pocos kilómetros de Ciudad del Este. Aunque iban un poco atrasados, ya que todos la obligaron a descansar. En especial Lai, que la cargaba en su espalda a todos lados y no le regalaba un solo minuto en paz. Pero al margen de eso y a pesar de lo poético que suene. Lo que sucedió la noche que ella despertó después del incidente, no ha abandonado su cabeza, desde entonces.

Una hermosa joven de unos veinticuatro años y cabellos dorados, esperaba a su amiga en las orillas del río, donde está última tomaba un baño.

-¡Dea, ven! ¡Vamos! ¡Sal del agua! ¡Alguien puede verte y está anocheciendo! ¿No es así, Leki?- preguntó a su cachorro de dragón oscuro, pero él, no estaba a su lado -¿Leki? ¡Leki! ¿¡Dónde estás!?-

-¡Aquí está, Cleo! ¡Estamos nadando juntos! ¿No es verdad, pequeño Leki? Eres mi dragón guardián, ¿Verdad?- el pequeño cachorro gruñó en respuesta y lamió su cara -¿Sabés algo, Leki? A mi hermana Gaia le encantaban los animales. Los amaba con toda su alma, quería tener una casa llena de ellos. A mí también me gustan, pero amo las flores y las plantas- contó al cachorro en sus brazos -Si aún viviéramos con nuestros padres, nuestra casa sería una biosfera digna de admirar- conversaba con él saliendo del agua -Aquí está tu pequeño Leki-

-¡Gracias! ¡Por fin! ¡Se tardaron toda la vida!- reclamó, tomando a su cachorro en sus brazos y mirándola, horrorizada -¡Por todos los dioses! ¡Dea! ¡Estás extremadamente delgada y con demasiadas heridas en tu cuerpo! ¿¡Cómo puedes mantenerte en pie, linda!? ¡Tu estado es lamentable!-

Grito con pánico. Su amiga parecía enferma y no era broma. Su estado físico era terrible y daba muchísima pena verla así.

-Lo sé, Cleo. Lo sé. Es un efecto colateral del drenaje mágico. En tres días espero recuperarme completamente- dijo avergonzada, cubriendo su cuerpo maltratado -Solamente tengo que descansar y estaré bien. Tendré que pedirle a Lai que cargue conmigo por unos días, hasta que me sienta bien- suspiró cansada -¿Me ayudas con el vestido? Aún me siento un poco entumida por todo-

Preguntó, tendiéndole su ropa con una mano temblorosa. El agotamiento pesaba cada vez más a cada minuto que pasaba.

-Claro, cambia tu ropa interior y avisame cuando estés lista- ella asintió, quitando sus prendas mojadas -Por cierto, ¿Qué harás con el traje manchado de sangre?-

Cuestionó, ayudándola con las mangas de su vestido. Una vez lista, intentó desenredar su largo cabello rizado con sus manos, en vano, caminando juntas al campamento.

-¡Quemalo! Tiene olor a muerte y a hechizo mal logrado-

Respondió riendo de su propia locura y haciendo muecas de dolor, causadas por los jalones en su cabello.

-Nunca entendí esa sensibilidad que tienes a los olores. Es fascinante, ¿No sabés a que se debe?-

Ella negó con la cabeza, terminando de luchar con su cabello. Era algo imposible de dominar y se dió por vencida dejándolo como estaba.

-No lo sé, está en mí. Pero creo que se debe a mi preferencia por las flores y árboles- respondió, divagando un poco -Por esa razón, amo los bosques y las praderas. El olor en ellos de diversas flores, es lo más delicioso que haya sentido jamás, como ahora- explicó, enamorada de sus percepciones y experiencias en el bosque, como en ese momento -Es una pena que en la Torre no pueda tener, ni siquiera, una mísera margarita o planta de sombra en mi habitación-

Mencionó un poco deprimida.

-¡Es cierto! ¡No me había dado cuenta que era tan maravilloso!- exclamó iluminada -Pero Lai te regaló una rosa para tu cumpleaños, podrías conformarte con eso por ahora, ¿No te parece?-

Una Alquimia llena de Magia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora