Él se había ido. Nunca en su vida había estado tan asustada, pensó que morirían allí. Su poder, aunque disminuido, era impresionante. Todavía podía oír sus palabras en su mente.
- Créeme, no lo estoy. Confieso que intente acabar con ustedes hace diez años. Pero sus malditos padres, me lo impidieron-
Todavía seguía en shock, no podía creer que sus padres eran lo que él decía. Una hechicera y un alquimista, portadores de un gran poder.
La historia que contó el trovador, era una profecía que sucedía cada cien años, al igual que la Luna de Sangre, no, una leyenda.
Ahora todo tenía sentido. En otra vida, ella fue Ivette y él, acabo con su hermana que, en ese entonces era Eyra, al sellar su poder.
-¿Están todos bien?-
Preguntó Cleo, corriendo hasta ellos. No podía hablar, no quería hacerlo, aún no. Todo lo sucedido, fue demasiado para su sistema.
-Si, estamos bien-
Contestó Lai, mirandola a los ojos con una mano sosteniendo su mejilla, comprobando su estado de shock. El rostro y las manos de él, estaban lastimadas y magulladas por protegerla. Al verlo en ese estado al volver del trauma, lo abrazó.
- Estás herido por protegerme- escondió su rostro en el cuello de él -Lo siento. No quería que esto pasara...-
Susurró, cerrando los ojos.
-Estoy bien, preciosa. Si tú estás bien, yo también lo estaré- le acarició su largo cabello, para tranquilizarla -Además, pude formular un escudo protector frente a nosotros, antes de que el ataque llegara-
-Lo sé, lo escuché- levantó la mirada hacia sus amigos que se acercaban -Gracias. Te quiero mucho, Lai-
Tenía que decírselo, antes de que lo peor pasara. Era cierto, lo quería mucho, pero todavía no lo amaba. Él sonrió con un poco de dolor en sus ojos, jugando con un rizo de su cabello.
-¡KEILOT!-
Gritó su hermana, mientras él, caía desmayado frente a ella. Ambos se incorporaron para acercarse al grupo que los rodeaba.
Lo peor había pasado, el demonio había desaparecido y Keilot seguía abrazándola, aunque ambos habían caído al suelo por la explosión del impacto. Cuando todos se acercaron a ellos para comprobar su estado, él la ayudó a ponerse de pie. Aún seguía un poco mareada, pero pasaría.
-¿Estás herida?- Preguntó jadeante. Ella no lo miraba -Mírame, Gaia-
Pidió, inspeccionandola con cuidado. Estaba más preocupado por ella que por sí mismo.
-Estoy bien, Keilot- se sostuvo de él para soportar el mareo -Gracias a tí-
Levantó esos hipnóticos ojos que a él tanto le gustaban, sonriendo para calmarlo. Suspiró tranquilo, le acarició el rostro, besó sus labios por unos segundos y sonrió, dulcemente.
-Bien-
Susurró y cayó desmayado frente a ella. Gritó su nombre con desesperación, arrodillándose junto a él.
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Una Alquimia llena de Magia
FantasyUn naufragio. Dos hermanas separadas por la tragedia. Dos rumbos desconocidos. Una profecía por cumplir. Un pasado que recuperar. ¿El destino las volverá a unir? Libro 1 de la trilogía: Sol y Luna