Bajo la Luna de Sangre

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Se sentía muy mal, el recuerdo de sus padres, hizo añicos su felicidad. Aunque, ahora tenía a Gaia en su vida otra vez, le gustaría volver a verlos, abrazarlos por última vez y decirles que estaban bien.

Así mismo, desde que ingresaron a la carpa, tenía esa maldita sensación de volver a ser observada de nuevo, era tan mortificante. Además, Cleo, también se veía extraña e incómoda.

Un tirón en su mano, la hizo volver a la realidad desde sus pensamientos y escuchó la voz de su hermana, hablándole.

-Dea, ¿Estás bien?- dijo preocupada -Te he estado hablando desde hace unos momentos y no has respondido, ¿Te sientes mal? ¿Podemos irnos si quieres?-

Era tan dulce, siempre pensando en los demás.

-No, estoy bien. Es sólo que, el recuerdo de nuestros padres me afecto un poco, sólo eso-

Explicó sincera. No iba a mentirle, era su hermana.

-Lo siento-

Se disculpó, como si hubiera hecho la acción más horrible del mundo.

- Está bien, algún día va a dejar de doler- le acomodó ese cabello platino, que era un desastre -Mira, allí esta Keilot- mencionó, señalandolo entre el público -Anda, ve con él. Seguro está esperándote-

La empujó a que se fuera.

-¿Y tú? ¿Qué harás?- tiró de ella -¡Ven conmigo! A él no le molestará-

No quería dejarla sola, pero ella, no estaba interesada en ser el mal tercio. Ya que a Winry y Cleo, las habían perdido de vista al entrar.

-Yo me quedaré aquí, anda, ve- volvió a insistir -Antes de que se enamoré de una hermosa gitana bailarina-

-¡Eso nunca!-

Arregló el escote de su camisa y desordenó su cabello, dirigiéndose junto a él. No pudo evitar reír ante el infantilismo de su hermana.

Mientras veía a las hermosas gitanas bailar, una mano le acarició la cintura y luego, las puntas de su largo cabello, para hacerla voltear. No lo haría, sólo existía una persona en el mundo que podía tocarla así.

-Hola, preciosa- susurró en su oído -¿Cómo la estás pasando?-

La besó en la mejilla y ella, le acaricio el rostro mientras lo hacia.

-No muy bien, Gaia quiso saber sobre nuestros padres y hablar de ellos, me afectó bastante- contaba a su vidente favorito con la cabeza gacha, mientras él, le besaba la palma de la mano que todavía seguía en su rostro -¿Tú cómo estas?-

Preguntó, mirándolo. Era un hombre muy atractivo, del tipo que a ella le gustaban. Bondadoso, alto, fuerte, inteligente y sobre todo, exótico. Esperaba algún día, poder amarlo como él a ella. Por esa razón, pensaba darle la oportunidad que tanto se merecía, esa noche.

-Mejor, ahora que te veo- le acarició su largo cabello, otra vez -Tengo algo para tí, pero necesito que cierres los ojos y que levantes la mano-

Pidió, sonriéndole.

-Bueno, pero no quiero bromas como la última vez-

Una risa ahogada salió de su garganta.

-Lo prometo. No será una rana, esta vez-

Eso esperaba. La última vez que jugaron a este estúpido juego, él colocó una cochina rana sobre su mano, lo que provocó, gritos histéricos de la joven y que la rana, le orinara encima.

-¡Listo! Abre los ojos-

-¡Monedas de chocolate! ¡Gracias, Lai!-

Exclamó, muy emocionada, abrazándolo. Le encantaban las monedas de chocolate.

Una Alquimia llena de Magia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora