Todo era silencio y el calor en el aire, era insoportable. Sólo podía oírse el ruido del fuego que hace la madera al quemarse.
Una hechicera de cabello blanco, se encontraba de espaldas al suelo, jadeante y agitada, observando el cielo. Nunca había visto un cielo tan azul y tan naranja, como el de ese amanecer. Sonrió y estiró su mano para poder tocarlo. El esfuerzo fue en vano, no puedo llegar a tocar ese hermoso firmamento. Exhaló su último aliento, que era el único vestigio de vida que le quedaba y murió.
Abrió sus ojos de golpe, al sentir que en su interior, algo se rompía. No era el veneno, ya no estaba, ya no dolía y mucho menos, le quemaba. Era algo más, como si alguien le arrancará un pedacito de su alma y se lo llevará lejos, para no recuperarlo jamás.
-Dea- Pensó, regresando del aturdimiento -¡Dea!- Mencionó, intentando salir debajo del cazador que la protegía y que estaba inconsciente sobre ella -¡DEA!-
Gritó con la parte de su alma que le quedaba. Corrió desesperada hacia su hermana, que se encontraba a unos cuantos metros de distancia. Cuando llegó a ella, tocó sus manos, su cara y su pecho. Estaba fría. Estaba helada. Estaba muerta.
Un alarmado vidente, lleno de heridas, se dirigió tambaleante al lugar donde estaban, después de escuchar un grito lleno de dolor y desolación que salió de la boca de Gaia.
Lo que vió al llegar, lo dejó sin aliento y detuvo su corazón, en un instante. Dea, la hermosa hechicera que le había robado el alma al momento de conocerla, yacía muerta en los brazos de su hermana, que lloraba desconsoladamente, al acunarla.
Tenía que hacer algo. No iba a permitir que la mujer que amaba, se fuera de su vida tan fácilmente.
-¡Apártate, Gaia!-
Le dijo, colocando sus manos en el pecho de la joven muerta.
-¿Que vas hacer, Lai?-
Cuestionó, observando los torpes movimientos de él.
-La traeré de vuelta- aseguró -¡RESURRECCIÓN!- pronunció y un haz de luz, rodeo el pecho de ella -Vamos, preciosa... Despierta... No me hagas esto- murmuró con el corazón en la mano -¡MALDICIÓN! ¡No funciona! Dame espacio, Gaia- la quitó de sus brazos, la recostó nuevamente en el suelo y comenzó a comprimir su pecho, tratando de que su corazón volviera a latir -¡Dea! ¡Por favor, reacciona!- lágrimas salían de sus ojos -¡POR FAVOR!-
Gritó desesperado, comprimiendo su pecho con fuerza.
No podía soportarlo más. Sabía bien que, no podían revivir a un muerto. No quería ver como Lai, luchaba en vano, intentando traer de vuelta a su hermana. No podía hacerlo. Ella ya no estaba.
-¡YA BASTA, LAI! ¡YA BASTA!- lo empujó, alejándolo con fuerza -¡YA BASTA! ¡DÉJALA! ¡ELLA NO VOLVERÁ!-
Él la miraba con los ojos llenos de dolor y lágrimas. Era cierto, ya no volvería, pero no iba a rendirse.
-¡NO!- exclamó furioso por la impotencia -¡No! ¡Por favor!- caminaba de un lado a otro, frotando su rostro y tirando de su cabello, tratando de pensar. Miró a la alquimista y se hincó junto a ella -¡Transmutala!-
-¿Qué?-
Preguntó consternada.
-¡Transmutala! ¡Has una transmutación humana sobre ella! ¡He oído que los alquimistas pueden hacerlo!- habló desesperado -¡Házlo! ¡Ahora!-
-No puedo hacerlo, Lai. Es uno de los grandes tabúes de la alquimia. No se puede revivir a un muerto y si logró hacerlo, se podría convertir en algo oscuro y no natural. Ya no sería ella- acarició el cabello de su hermana con dolor -No puedo, no lo haré-
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Una Alquimia llena de Magia
FantasyUn naufragio. Dos hermanas separadas por la tragedia. Dos rumbos desconocidos. Una profecía por cumplir. Un pasado que recuperar. ¿El destino las volverá a unir? Libro 1 de la trilogía: Sol y Luna