1 Persecución

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Los techos parecían más altos desde donde corrían, el hombre se movía con la velocidad de una gacela, y golpeaba con la fuerza de un león. No importaba. Era hombre muerto. Jared lo mandaría al otro lado. La camisa se mojaba por el sudor, el traje por fortuna había cedido cuando escalaba a la terraza del imponente edificio de donde su presa buscaba huir.

La gente no tenía idea de lo que ocurría en el edificio por el que tanto dinero pagaban para mantenerlo seguro. Jared había asesinado a 4 guardias los cuales quisieron impedir su ingreso. Eran inocentes, Jared era consciente de que algunas bajas eran necesarias, aun así, siempre intentó evitarlas. En este caso fue imposible. De inmediato los hombres abrieron fuego hacia él y las cosas se complicaron.

«Tengo un mal presentimiento sobre esto».

Azali, la puta madre. El bastardo teniente para variar había tenido razón. Desde el minuto cero se había negado ayudarlo, algo no encajaba, simplemente su instinto le mostró que serían mayores los problemas que los beneficios. Obviamente, Jared tenía «formas» de hacerlo cambiar la opinión.

El polvo estuvo genial, la decisión una porquería. Jared anotó en su mente que la próxima vez debía hacerle caso a un hombre hecho para la guerra como lo era Azali Mohambi, un exmiembro de operaciones especiales de la Marina. Claro, eso sería después, ahora, su presa corría cada vez más rápido y sería imposible alcanzarlo. Cruzaron de edificio en edificio a través de los techos contiguos y el tipo no se detenía. Era más rápido y ágil que Jared, entonces, sus ojos negros se enfocaron en el horizonte y supo que estaba haciendo las cosas mal. Se frenó, de pronto sintió que su corazón le golpeó el pecho de un sacudón cuando se detuvo de forma abrupta. Tocó el auricular y habló.

—Aza...

—Dime...

—¿Dónde mierda estás?

—En la esquina estacionado, seguí cada paso de tu «brillante» plan—ironizó mientras reía al sentir a Jared agitado.

—Debes ir por él.

—¿No? ¿Se te escapó?

—¡Imbécil! ¡Se nos escapó a ambos! ¡Te recuerdo que estás conmigo!

Azali comenzó a reír mientras encendía el potente motor del deportivo que esperaba en una de las calles de un Londres frío y solitario siendo casi las 10 de la noche.

—Va hacia la avenida, si...

—Tranquilo—dijo seguro de sí mismo—. Yo me encargo de él.

Azali salió a toda la velocidad y sobrepasó a un par de vehículos que circulaban a esa hora. Tenía menos de 2 minutos para llegar a la próxima avenida antes de que lo hiciera la presa. El semáforo se puso en rojo y de igual modo lo sobrepasó. Carajo, tendría una multa, y todo por culpa del idiota de Jared. Odiaba las multas, bastante gracioso para un mercenario.

Estaba a punto de llegar al ángulo de los edificios en donde se suponía que aparecería el objetivo cuando vio una figura bajar por las escaleras de incendio. Azali volvió a sonreír. Jared le debía una. El hombre saltó a la acera y se dobló el tobillo. Giró su vista hacia el auto que se aproximaba a toda velocidad y se levantó con las fuerzas que le quedaban. Intentó correr y fue cuando Azali estacionó el auto y salió del vehículo para ir atrás de él. Era una de las avenidas principales, había cámaras. Cámaras muy molestas que entorpecerían el trabajo, aún más que la cara del idiota de Jared que de seguro había sido captada por alguna. Debía darle espacio para que corriera hacia una de las calles laterales y fue lo que hizo.

Azali sonrió cuando el hombre se movió hacia uno de los callejones sin salida. Bien, lo había logrado. Corrió hacia él y lo observó, un animal que acaban de atrapar. El tipo se le fue encima para embestirlo como un toro. Era grande pero no más que él. Lo empujó hasta la pared de ladrillos enmohecida y la columna de Aza crujió. Apretó los dientes y lo sostuvo en una especie de llave, lo inmovilizó y luego, haciendo uso de todo su entrenamiento, lo levantó y lo arrojó por el aire para que este diera contra el piso y se dislocara el hombro.

La presa gritó, Azali fue hacia él y le cubrió la boca. Se oyeron pasos de alguien que llegaba con velocidad. Aza se irguió para identificar la figura que venía hacia él.

—¿Lo tienes? —indagó sin aliento, sus ojos desencajados. La rabia brotando en cada gesto, en la forma en que sostenía la calibre 45 con silenciador en su mano. Azali frunció el ceño, ¿qué estaba pasando aquí?

Azali sujetó al hombre y Jared se puso frente a él y le apuntó a la frente.

—Suéltalo—. Miró a Azali y este hizo lo que le pidió. La presa lloraba. El hombre duro que los había enfrentado y escapado por los techos había quedado escondido debajo de este ser bañado en angustia.

—Por favor, Jared—. Los ojos de Azali se abrieron con sorpresa, miró a su amante en busca de una explicación, pero el hombre lo ignoró.

—Tú me debes esto, me lo debes desde hace 15 años y hoy me lo voy a cobrar—. Su dedo se deslizó sobre el gatillo y la presa cerró los ojos, seguro de su sentencia.

—Tu novia no...—. Un disparo en medio de los ojos. Jared ni siquiera pestañeó. El hombre se desplomó en el piso mojado, el agua ayudaba a que la sangre corriera y se diseminara. Jared se alejó. Azali fue tras él y lo sujetó del brazo.

—¿Qué pasó allí?

—Un trabajo.

—No—replicó mientras seguía al hombre quien caminaba a paso rápido y escondía el arma— Habló de tu novia, te conocía. A mí me dices la verdad, sobre todo si voy a arriesgar el pellejo.

—Tienes el dinero, ¿qué más quieres? —. Jared estiró la mano hacia el hombre para que le diera las llaves del deportivo. Azali buscó en el bolsillo de su pantalón negro y se las lanzó. Jared las atrapó con su mano izquierda y continuó caminando.

—Este no era un trabajo más para ti ¿Sabes lo peligroso que es volverlo personal a este nivel y no hablar con tu aliado?

—Sube al auto y deja de lloriquear—. Azali controló las inmensas ganas de mandarlo a la mierda e hizo lo que le ordenaron. Siempre terminaba cediendo, eso lo irritó un poco más incluso. Jared condujo en silencio hasta su casa a las afueras de Londres.

Azali se estaba quedando con él, había llegado allí porque Jared le comentó que necesitaba de su ayuda en un trabajo interesante y el pago sería de 6 cifras.

«Deja de mentirte a ti mismo».

El exteniente no estaba para tonterías, sabía que lo que le pidiera Jared lo haría. Estaba perdido por él. Jamás había conocido a un ser humano por el cual necesitara gravitar a su alrededor como si se tratara del Sol. Azali se sentía un planeta frío y vacío desde que Jared irrumpió en su vida a fuerza de palabras calientes, furia y placer. Jared era un ser atormentado, con demasiados fantasmas que lo acompañaban desde muy joven, desde siempre. Azali, por momentos, sentía que podía sacarlo de allí.

Ahora, viendo la manera en que había puesto en riesgo su vida sin decirle la verdad se dio por vencido. Tomaría lo que Jared Chadwick Callum le diera, y se conformaría con eso. Dejaría las preguntas y los cuestionamientos ¿Para qué? Si él nunca iba a cambiar.

Llegaron a la mansión y Jared se adelantó, ingresó a la casa y Azali dio un suspiro. Observó a su alrededor, los jardines circundantes, la variedad de flores blancas y el sonido del agua de la fuente a la entrada. La lluvia había cedido y la noche se colmó de silencio.

Azali caminó hacia el interior de la casa y encontró a Jared sentado en uno de los sillones de la sala, cruzado de piernas y con una copa de vino en la mano. El exteniente se enfocó en él y otra vez su error.

«Esperanza».

Esperó una explicación, que Jared se abriera y le contara cómo fue, qué hizo durante todo este tiempo y cómo pretendía encontrar a su hijo si continuaba con esta forma de ser. La respuesta fue la de siempre. Nada.

Azali bajó los hombros, su cuerpo mostraba la resignación después de meses de lucha. Sin decir una palabra se dirigió a la recámara, tomó una ducha y fue a la cama.

Era tarde, el plan, sin importar los inconvenientes, fue exitoso. El objetivo había sido eliminado. 

JARED - T.C  Libro 3 - Romance gay +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora