33 Petróleo

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La puerta del ascensor se abrió y los dos hombres con mamelucos celestes, gorras y sus carros de limpieza salieron y caminaron por el pasillo.

—Por Dios, hombre. —Dominic miró a su primo.

—¿Qué?

—¿Era necesario robarle los anteojos al pobre tipo?

—No me digas que no me veo sexi.

Dom puso los ojos en blanco y se enfocó en los gigantes de traje que estaban parados en la oficina del final. La placa dorada en la puerta mostraba el nombre. Lo habían encontrado.

—Es ahí.

—¿Qué hacemos?

—Yo llamaré la atención de ellos. Ingresa cuando la entrada se haya despejado.

—¿Y la secretaria?

Una mujer rubia tecleaba en la computadora y bebía café.

—Ella es el señuelo.

Dominic respiró profundo, dio pasos hacia el final del pasillo, hasta la oficina de Jackson, y se acercó a la secretaria. Entretanto, Jared se agachó y fingió limpiar la parte inferior de los muebles de madera cerca de la entrada.

—Buenos días. —La mujer lo recorrió con su mirada—. Hay manchas de café en el piso debajo de usted. Si me permite, las limpiaré.

—Lo lamento, pero no veo... —Dominic se acercó y empujó el vaso térmico de café que estaba en la orilla del escritorio al piso—. ¡Por Dios! ¡Hice un desastre!

Dominic sonrió y negó. La mujer se sonrojó hasta la orejas. Los dos custodios en la puerta habían visto toda la escena y se acercaron.

—¿Qué está sucediendo?

Dominic fingió asombro mientras explicaba lo sucedido.

—Has sido tú el torpe. ¿Por qué no se lo dices a la señorita?

—¿De qué hablas? —Uno de los custodios lo agarró del brazo.

—¿Te crees listo, mugroso?

Jared caminó a paso rápido e ingresó a la oficina de Jackson.

Dom respiró.

—Perdón, de verdad. Me estás lastimando.

—Marica —bufó uno de los tipos y le dio un empujón—. Camina. Le diremos a tu jefe el desastre de empleado que eres...

«¡Maldición!».

Dominic apretó los dientes y caminó delante de los rufianes. Atacarlos ahí era alertar a todos. No, debía mantenerse calmo. Esperaba que Jared hiciera lo mismo.

****

Jared ingresó a la oficina y se encontró a Jackson hablando con uno de sus guardaespaldas. El empresario tenía una muestra de líquido negro en un frasco de laboratorio.

—Buenos días —dijo, y señaló hacia la muestra—. Estimo que eso no es café.

El custodio de dos metros buscó el arma.

Jared le disparó con su calibre 45, que tenía silenciador, protegida debajo del mameluco. Un tiro certero en la cabeza y el tipo se desplomó sobre el escritorio. Se deslizó sobre él y cayó al piso. Jackson, que había intentado levantarse de la silla, se quedó estático.

—Será mejor que tomes asiento —dijo mientras le apuntaba.

—Mis hombres están apostados afuera... ¿Cómo lograste pasarlos?

JARED - T.C  Libro 3 - Romance gay +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora