17 Camino sinuoso

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—¿Saben? En algunos documentales muestran que, si pones un huevo sobre el asfalto, se freirá. —Ian sentía que la camisa celeste le ardía pegada a su cuerpo sin importar el aire acondicionado de la camioneta.

—Sucedería lo mismo si lo pones en tu cabeza, hermanito. No te quejes.

Dominic conducía a toda velocidad e Ian era el copiloto, mientras que Azali y Jared iban en el asiento trasero.

—Eres un imbécil, Jared.

—Pura genética, no lo olvides. —Devolvió el golpe.

Ian dio un suspiro.

Dominic miró a Jared y a su amante por el espejo retrovisor.

—¿Disfrutan el paisaje? —bromeó.

—El paisaje está bien —replicó Azali—. Estoy acostumbrado a las altas temperaturas y a los terrenos difíciles.

—De eso no hay duda, teniente.

Jared chasqueó la lengua ante la ironía de Ian. Dominic puso los ojos en blanco. Increíble que estos fueran hombres adultos cuando se comportaban como adolescentes berrinchudos.

Ian tironeó una vez más su camisa y se arremangó. Jared tenía la capacidad de sacarlo de quicio. Sacaba lo más feo de su naturaleza con sus constantes provocaciones y burlas. Ian no solo se había mantenido lejos por sus secretos, sino que simplemente no eran compatibles. No funcionaban juntos. Eran el agua y el aceite. A veces Ian luchaba contra su esencia para no responderle e intentar mejorar la relación, pero resultaba imposible porque a Jared le encantaba hacerlo echar humo. Lo irritaba tanto que Ian pensaba que se parecía demasiado a su padre, mal que le pesaba. Ian era analítico y poco le gustaban las bromas. En cambio, Jared vivía tonteando.

—Si te pierdes aquí, no la cuentas —agregó Dominic cuando tocó el GPS de la camioneta—. Gracias a Dios por esto.

—A Dios no, a los hombres que lo crearon.

Dom evitó responderle a su primo.

—Este lugar es hermoso. —Azali no se cansaba de deleitarse.

Jared lo miraba como si fuera un extraterrestre.

—Es una mierda, teniente, la manía que tienes en encontrar belleza en cosas que no valen la pena.

«Si tú lo dices».

Azali lo pensó, pero se calló. ¿Qué sentido tenía alargar una discusión con Jared cuando este siempre terminaba ganando?

Un celular sonó. Era el de Ian. Abrió el mensaje que le había llegado. Una risa estúpida se formó en su rostro. Jared lo escrutó con detenimiento y precisión. El idiota acariciaba la pantalla. Carajo, estar así de enamorado apestaba.

Se enfocó en el hombre que iba a su derecha, quien tenía la vista en su ventanilla, atrapado por el paisaje como si fuera lo último que vería en su vida. De hecho, Jared había comenzado a notar que cada cosa que Azali hacía en los últimos meses tenía esa connotación. Había alegría e incluso placer, pero, para los que lo conocían, era innegable que cada hecho le daba un matiz de tristeza, un borde muy leve, una pared perfecta a la cual le encuentras una fisura minúscula.

—Mira. —Ian le acercó el celular a Dominic, quien se enfocó en la fotografía.

—Me doy cuenta de que nos extrañan mucho —ironizó, e Ian se carcajeó.

—¿Qué? ¿Pretendías que Cameron se quedara llorando por los rincones?

—Cuando lleguen los resúmenes de las tarjetas de crédito, los que vamos a llorar seremos nosotros.

JARED - T.C  Libro 3 - Romance gay +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora