4 Verdades ocultas

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—Agradezco que haya tenido un espacio para verme, doctor Blake.

El médico sonrió.

—Siempre estoy para los amigos, Azali, lo sabes. Dime, ¿qué ha sucedido?

—Sufro de temblores —explicó—. A veces ni siquiera puedo mantener mis manos quietas. Los miembros de mi cuerpo no obedecen a las órdenes de mi cerebro y caigo al piso sin respuesta. Es incontrolable, incluso pierdo la consciencia.

—¿Cuándo empezaste con estos síntomas?

—Hace varios meses, quizá un año atrás.

—¿Por qué has tardado tanto en buscar ayuda?

—Tenía miedo de lo que pudiera decirme...

Azali recordó aquella conversación con el médico Damián Blake, esposo del cuñado de Charles Brandon, su jefe cuando realizaba «operaciones especiales» para empresas privadas y particulares. Le recetó unas pastillas, unas que debía tomar cada doce horas sin excepción. No eran una respuesta completa a su problema, pero lo ayudaban bastante. Logró que los episodios donde parecía epiléptico mermaran. El último ocurrió un par de meses atrás en la casa de su exesposa Débora. Era la única que conocía la verdad además del doctor Blake. Azali pensaba mantenerlo de ese modo mientras estuviera con Jared.

«Necesitas un tratamiento adecuado, de lo contrario se agravará».

Débora tenía razón, pero no estaba dispuesto a abandonar a Jared después de enterarse de lo de su hijo. Una vez que lo encontraran, las cosas serían distintas. Le prometió estar para él, y el teniente no rompía sus promesas.

Ingirió la pastilla con abundante agua. Resultó una proeza acostumbrase a los efectos secundarios, al cansancio excesivo, a las náuseas y vómitos por cualquier alimento que ingiriera. La gastritis estomacal nunca se iba, así como los sudores nocturnos. Damián tenía razón, las pastillas eran solo un paliativo, no curarían ni alterarían el avance de la enfermedad.

—¿Por qué tú nunca quedas en coma cuando follamos?

Azali se sobresaltó. Estaba a oscuras en la cocina. Jared caminó hacia él.

—Te falta ejercicio, amigo. —Bebió más agua.

Jared bostezó y le dio un beso en la mejilla para luego ir hacia el refrigerador y sacar una botella de jugo de naranja y servirse una copa.

—¿Sediento?

—No te imaginas —replicó Jared.

Azali sonrió y dejó el vaso en una de las estanterías con las que contaba la isla de mármol de esa cocina de ensueño.

Jared estaba afirmado en la mesada y bebía del jugo.

Las luces de afuera ingresaban por los ventanales y se posaban en sus pectorales.

—¿Qué pasa?

—¿De qué hablas?

—Nunca te despiertas cuando te dejo en coma —agregó Azali, y Jared se encogió de hombros.

—Recibí un mensaje de Ian.

El rostro de Azali se ensombreció.

Los mensajes de Ian Callum, el hermano de Jared, significaban dos cosas: problemas o más problemas.

—¿Qué te dijo?

—Tiene información certera del paradero de mi hijo.

—¿Lo encontró?

JARED - T.C  Libro 3 - Romance gay +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora