12 Partida

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—Mira, las nubes le huyen al sol —le dijo Leoni a su padre mientras miraban el cielo azul de Ciudad de Cabo. El viento soplaba con fuerza y sus cabellos eran una maraña de arena, sal y humedad.

—Es que él es más poderoso. —Azali estaba sentado junto a Débora mientras sus hijos se divertían con el viento y las olas.

—¿Recuerdas la primera que vinimos aquí? —le preguntó ella.

—¿Cómo no hacerlo? Me contaste que estabas embarazada...

Esa fue la última conversación que tuvo con su esposa horas antes de estar sentado en un avión que lo llevaría muy lejos de Ciudad del Cabo.

Dominic e Ian hablaban cerca de él mientras que su amante piloteaba. 10 530 kilómetros los separaban de su objetivo. Muy pronto Jared conocería a su hijo y, sin importar el desenlace, obtendría paz. La paz que solo da a conocer la verdad y hacer las cosas de manera correcta. Pensó que Ian también la obtendría. Después de años de guardar en su corazón un secreto tan doloroso por fin sería libre. Todos lo serían.

—¿Has estado en Australia, teniente? —preguntó Dominic, que lo sacó de esos pensamientos oscuros y confusos.

—Sí, un par de veces, pero no en Victoria.

—Es una zona con un calor del infierno. Por eso la mayor parte de la población no establece sus residencias allí.

—¿Crees que Donovan esté bien allí?

—Confío en eso —dijo Ian—. Que haya altas temperaturas no implica que el lugar sea malo, al contrario, me parece un sitio muy ligado a la naturaleza y las creencias de la población originaria de allí.

—Sus padres, es decir, las personas que lo criaron, ¿son aborígenes?

—Tengo entendido que son blancos. No pude acceder a ninguna fotografía de ellos.

Azali miró el reloj, lo había hecho ya tres veces, y Dominic comenzó a reír.

—¿Qué pasa? ¿Estás tomando algún medicamento que miras tanto el reloj?

—No, no —contestó algo nervioso—, es solo que es un viaje muy largo y hace mucho que no hago uno. Permiso.

Se puso de pie y caminó hacia el baño. Allí buscó en el bolsillo lateral de su pantalón negro las pastillas y las ingirió con un poco de agua. El sudor frío y los temblores hicieron su aparición. Azali ni siquiera podía cerrar el frasco. Sujetó su mano con la otra y se afirmó en la pared. ¿Qué sentido tenía acompañar a Jared cuando ni siquiera sería capaz de defenderlo en caso de que lo necesitara? Respiró profundo una, dos, tres veces.

—¿Todo lo que acaba de decirme lo puede expresar en mi idioma, por favor?

—Esa mancha que ves allí es un tumor, Azali.

—¿Puede operarse?

—Es complejo. Los resultados con respecto a una cirugía en esta zona del cerebro son variables. Y no lo recomiendo.

—¿Me está diciendo que hay una gran posibilidad de que salga mal?

—Te estoy diciendo que hay instancias, las cuales seguiremos antes de llegar a eso.

Maldito doctor Blake y sus estúpidos tratamientos.

Azali de a poco sintió que volvía a ser él mismo. Estaba en el piso del minúsculo baño y respiraba con pesadez. El ataque comenzaba a ceder. Lo que debía reconocer era que había sido mucho más leve que el último que sufrió en casa de Débora. Fue la peor tarde de su vida, aunque, por fortuna, ninguno de sus hijos lo vio.

JARED - T.C  Libro 3 - Romance gay +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora