21 Venganza

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—¿Me estás diciendo que solo cuatro tipos los redujeron? ¡Por Dios! ¡Estaban armados!

—Vete a la mierda, Jackson —ladró Holden sin quitar de vista el vendaje de su mano—. Esos bastardos estaban entrenados.

—Ian y Jared Callum —dijo mientras se desplomaba en el sofá de su elegante oficina—. Es una maldita ironía.

—¿Has pedido que lo investiguen?

—Sí, pero no es necesario. Sé quiénes son estos hijos de puta. Tuve tratos con su padre.

—Tim, los Graham no van a vendernos sus tierras. Los hemos golpeado, amenazado, y mira cómo terminamos. Casi nos matan. Les diste ofertas mejores que a sus vecinos y aun así se mantienen firmes. ¿Qué te hace pensar que North Graham va a ceder?

Tim Jackson dio un suspiro de hartazgo.

—Holden, ¿piensas que construí este imperio con miedo a cualquier matón? ¿O aceptando las negativas de la gente?

—Yo solo pienso que...

—Pues no lo hagas —interrumpió—. Eres malo pensando. Tú obedeces mis órdenes.

—Entonces, ¿qué quieres que hagamos ahora?

—Redoblar la apuesta.

—¿Qué? ¿Volvemos con las amenazas?

—Eres tan idiota. —Tim puso los ojos en blanco.

—Es que no entiendo.

—Medidas drásticas, Holden —especificó con una sonrisa—. La cosecha está a punto de salir. Las uvas están en su mejor condición. Imagina lo terrible que sería si se perdieran. Su bodeguita de cuarta se fundiría. Toda la economía de los Graham se vendría abajo.

—¿En serio quieres eso?

—Vas a ir a la propiedad de los Graham y dejarás en claro mi postura. Es una zona petrolera, no de viñedos. Si no lo entienden, hay que hacerlos recapacitar.

—¿Y si no ceden? No voy a asesinarlos.

—Hay muchas formas de matar, Holden —aclaró—, y eso es lo que haremos. Ahora, diles a tus hombres que vengan. Los planes van a sufrir un ligero cambio.

—¿Cuándo planeas que regresemos?

—Esta misma noche.

****

—¿De verdad no has recibido ningún mensaje de él?

—Ian, en serio, deberías calmarte.

El hombre caminaba de lado a lado en la suite, mientras que Dominic leía un libro y Azali estaba en la computadora.

—A mí tampoco me gustaba la idea de dejarlo solo, pero es su decisión, y hay que respetarla—replicó Azali.

Dominic levantó la vista de las hojas y se enfocó en su compañero.

—¿Qué?

—Jamás encontré a alguien que le doliera tanto Jared como a ti.

Azali sintió el calor en las mejillas.

—Cállate.

—Es la verdad. Estás mucho más preocupado que Ian, pero finges estar en calma. Finges que no te importa y que lo de ustedes solo es...

—¿Sexo? —Azali arqueó una ceja.

—Iba a decir «momentáneo».

—Me parecía extraño que de pronto te volvieras tímido, Dom.

—Nosotros no somos tímidos, tú sí —dijo Ian desde el otro lado de la suite, y Dom rio.

—Pues no hay nada más entre nosotros que sexo —su voz se mantuvo sólida, y agradeció por ello—, aunque sin duda es un buen compañero, de los mejores que he tenido.

—Qué bueno que no dijiste «amigo».

—Es que no somos amigos —aclaró Azali—. Jared es preciso, duro cuando debe serlo, sagaz, inteligente, a pesar de que muchas veces le digamos imbécil. Es gracioso a un punto molesto, elegante, y tiene destreza. Es mordaz, nunca se queda callado, y sí, me resulta imposible mantenerme serio con él a veces.

—Por supuesto, teniente —comentó Ian mientras Dom fruncía los labios para no reír—, no estás ni un poquito enamorado.

—Váyanse al carajo. —Esta vez negó, y las carcajadas no se hicieron esperar.

Azali de repente se sintió tan expuesto, como si estuviera desnudo. Agradeció que el rubor no se notara en su mejillas.

—Admítelo, Aza —dijo Dom cuando paró de reír—, estás loco por él.

—Jared no es como ustedes —agregó el teniente con resignación. De pronto, la sonrisa fácil se desdibujó.

—Es un ser humano, Azali —habló Dom—, y que mi primo quiera negar que le suceden cosas contigo es su problema, pero tú no te lo hagas a ti mismo, ¿sí?

—Vengo en un momento. —Azali agarró el celular y miró el reloj. Se puso de pie y caminó hacia el baño de la recámara. Se sujetó del tocador y buscó en su bolsillo con velocidad.

La visión se tornó borrosa. Tensó la mandíbula y cerró los ojos. Tenía que calmarse. Respiró con lentitud. El sudor frío bajó por su rostro y espalda. Alcanzó a abrir el frasco e ingirió dos pastillas en vez de una. Se sentó en el piso del baño y respiró despacio.

—¡Papá! ¡Papá!

Abrió los ojos cuando la voz de su hija fallecida llegó nítida y dulce a sus oídos.

—Mica. —La buscó aun sabiendo que era fruto de una alucinación.

Se cubrió el rostro con ambas manos. Perdía la cabeza. Esta maldita enfermedad crecía como un gigante y ya no solo le afectaba la movilidad, sino también su mente. Las pastillas carecían del efecto que el doctor Blake esperaba. Buscó en su bolsillo el celular. Debía escribirle un mensaje. La respuesta del médico no tardó en llegar.

—¿Que hiciste qué? Aza, tienes una dosis recomendada. Deja de alterarla. —Damián le había enviado un audio, en donde sonaba muy molesto.

—Necesito estar bien.

—Lo estarás cuando inicies el tratamiento que corresponde. Por favor, no seas como mi esposo. Deja de automedicarte y hazme caso.

—Tengo miedo, Damián.

—Por supuesto que sí, y es normal. Aza, confía en mí. Regresa, piensa en la gente que te ama...

No era que Azali no pensara en ellos, por el contrario, desde que supo que la muerte tocaba su puerta con insistencia luchaba todo el tiempo con los pensamientos de tristeza al saber que no vería a su familia. Sin embargo, no podía dejar a Jared solo en esto. Él lo necesitaba, se lo había dicho, y Azali lo amaba lo suficiente como para arriesgarse por él.

—Volveré pronto, doctor Blake, y gracias por escucharme.

Dudaba que Damián creyera eso, pero fue lo mejor que pudo decirle.

El médico no le respondió el último mensaje.

Azali se puso de pie y se arregló lo mejor posible una vez más. Salió del baño y volvió al lugar original. Ian y Dominic hablaban. No obstante, se quedaron en silencio cuando él regresó. Fue cuando Azali entendió que le quedaba poco tiempo a su secreto. 

JARED - T.C  Libro 3 - Romance gay +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora