15 Miedo

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Ian señaló el televisor en el restaurante y Dominic se giró hacia él. Estaban transmitiendo las noticias.

—Mira, es allí donde iremos.

«Las petroleras de Timothy Jackson están siendo acusadas de dañar los patrimonios culturales del país». Ese era uno de los titulares que cubría media pantalla.

—¿Por qué no me sorprende?

—Mi padre tuvo negocios con él varias veces —dijo Ian.

—¿En serio?

—Sí. A su muerte di por cerrados varios contratos. Eso lo molestó a más no poder. Me dijo que iba a arrepentirme toda mi vida.

—¿Sí? ¿Y qué iba a hacer? ¿Ahorcarte con el bigote? —Ian comenzó a reír.

Dominic se encogió de hombros, como si hubiera dicho una obviedad.

—Eres un bastardo.

—Es que resulta difícil de imaginar. Ese bigote podría enredar a todo el país si quisiera. Tiene más kilómetros que la Gran Barrera de Coral.

Ian le golpeó el brazo.

—Aquí la gente usa mucho barba y bigote por las temperaturas, no te burles.

—No lo haré del resto de las personas, pero sí de ese destructor hijo de puta insensible. Todavía me sorprende la clase de personas con las que nuestra familia se relaciona.

—Y no conoces ni la mitad —comentó Ian, quien le daba un sorbo a la copa de vino.

Dominic tragó saliva.

—¿Cómo aguantaste ahí tantos años, Ian?

—¿Honestamente? No lo sé. Por momentos sentía que podía rebanarle el cuello a mi propio padre, pero luego de lo de Jared... No lo sé, la verdad es que nunca supe cómo actuar.

—Tenías miedo.

—Mucho —confesó—. Y no solo por mí, sino también por Donovan, por Jared. Era una batalla perdida... Bah, así lo vi yo durante todo ese tiempo.

—Ahora las cosas volverán a su lugar.

—No, nunca lo harán. Le quité a Jared la posibilidad de acunar a su hijo, de verlo llorar, de reír.

—Donovan estaría muerto de no ser por ti, y lo sabes —replicó tajante—. Ya deja de lamentarte por un pasado que no va a regresar.

«¿Qué hay de cierto en las amenazas a los pobladores locales?».

Ian observó al tipo en la pantalla del televisor que quería explicar lo inexplicable. Movía las manos. Puro gestos y señas. Dominic se giró de nuevo para verlo.

—Te apuesto mi cabeza a que es verdad. Si trabajaba con nuestra familia, es capaz de eso y más.

—Nuestro queridos parientes... ¿Qué haríamos sin ellos, querido Ian?

—Ser personales normales.

Ambos rieron ante la broma, como si nada los rozara.

—¿Qué sientes ahora al estar fuera de todo eso?

—Lamento no haber seguido tus pasos antes.

Dominic le dio una sonrisa ladeada.

—Pues te perdiste unas cuantas cosas, pero en el camino te topaste con Orel Romanov, así que no estuvo tan mal, ¿verdad?

—Tienes razón, mi rusito lo compensa todo.

—Todavía me parece increíble que estés con alguien como él.

—¿A qué te refieres?

—Es tan inocente y dulce. No lo sé, no se parece nada a ti o a alguna de nuestras parejas.

—Es lo más dulce que he tenido el placer de probar en mi vida. Créeme, una vez que lo haces es solo un viaje de vuelta.

—Y solo tiene veintitrés años.

—También eso.

Los hombres brindaron y rieron por eso. La gente iba y venía en el restaurante. Algunos comensales esperaban sus platillos.

Un par de jóvenes los miraba desde la barra. Dominic los observó y, sin quitarles la vista de encima, bebió el vino. Ninguno de los dos pudo resistir su mirada y tuvieron que girarse. Ian negó varias veces, siendo testigo de toda la secuencia.

—Eres malo.

—Novatos. —Le dio un guiño de ojo a su primo—. Si no estuviera tan enamorado de Cameron, les enseñaría un par de cosas...

—¿Jamás lo engañaste?

—Cameron es mi todo. Engañarlo sería mentirme a mí mismo y negar mis propios sentimientos.

—Es muy lindo.

—Es bello —corrigió Dominic—. Y muy celoso y posesivo también.

—No veo que te moleste.

—No lo hace. Cada pareja tiene su dinámica, y nosotros estamos bien de este modo.

«Vamos a demandar a todo aquel que nos calumnie. Mi gente y yo trabajamos con respeto por los valores y la biodiversidad. Jamás caeríamos en algo tan bajo como las amenazas. Pueden contactar a quien sea que no haya vendido sus terrenos. Jamás recurrimos a la violencia ni a ningún tipo de intimidación».

—¿Qué les pasa aquí? ¿Lo único que tienen para pasar es a este cabrón mentiroso?

—Es uno de los hombres más poderosos del país, como si alguien le fuera a decir lo contrario.

—¿Te das cuenta de que la humanidad se sigue moviendo del mismo modo?

—¿A qué te refieres?

—Por siglos, desde que los colonos ingleses llegaron a estas tierras, se encargaron de ultrajar, diezmar, corromper y aniquilar a la población local. Mujeres aborígenes siendo abusadas por estos «señores» blancos. Luego daban a luz a sus bastardos, a quienes les negaban todo derecho, incluso el apellido, creando «parias», seres humanos muertos en vida, viviendo en la pobreza extrema y sin posibilidad de nada. Mestizos que no formaban parte de un lado ni del otro —explicó Dominic.

—Y después de todo el caos y sufrimiento...

—Sí, los poderosos siguen siendo blancos a los cuales no les importa nada.

De pronto, el vino se sintió amargo. La conversación y las imágenes en la televisión habían llevado a eso, a un punto oscuro del que nadie podía escapar.

—Sigo teniendo miedo, Dominic.

—¿De qué?

—De la vida de nuestro sobrino. ¿Y si le fallé?

—Ian, salvaste a Donovan. ¡Deja de hablar idioteces, por el amor de Dios! Mételo en tu cabeza. Lo salvaste de un destino horrible, y no solo hablo de la muerte.

—¿Qué dices? ¿Qué podría ser peor?

—Terminar haciendo negocios o convertirte en un hijo de puta como Theodor Callum o como ese imbécil —señaló el televisor, mientras Jackson continuaba dando excusas.

—Dom...

—Deja por un segundo de echarte la culpa y de victimizarte también. Ya estamos grandecitos para eso, ¿no lo crees?

—Es difícil.

—No lo es —replicó—. Ni siquiera lo has intentado. Mira al miedo a la cara y dile que se vaya a tomar por culo.

Los comensales alrededor enmudecieron. Dominic no se inmutó. Ian volvió sus ojos azul celeste a la pantalla. Dominic le había dicho la verdad. Ian no salía del lugar de víctima, pues estaba cómodo en ese sitio.

—Ian —le tocó el brazo—, tomaste la decisión correcta, y no quiero escucharte nunca más que te lamentas por ello, ¿de acuerdo?

El hombre asintió.

Su primo le sirvió un poco más de vino.

La vida seguía. Incluso con las peores equivocaciones, seguía...

JARED - T.C  Libro 3 - Romance gay +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora